Oseas (Libro de).

Heb. Hoshea, הֹושֵׁע֪= «salvación, libertador»; Sept. Oseé, Ὀσηέ; Vulg. Osee, NT Hoseé, Ὡσεή.
1. Introducción.
2. Trasfondo histórico.
3. Texto y estructura literaria.
4. Oseas y la prostitución nacional.
5. Mensaje.
I. INTRODUCCIÓN. Primero de los doce profetas menores en el canon bíblico, aunque cronológicamente no es el primero, sino uno de los más antiguos profetas escritores, solo un poco posterior a Amós, que había llegado del sur como profeta itinerante unos 10 años antes (Os. 1:1; Am. 1:1; 7:12).
La actividad de Oseas se desarrolló en el reino del Norte, durante los últimos años del próspero reinado de Jeroboam II (783–743 a.C.) y durante la crisis dinástica posterior que culminó con la toma de Samaria por Sargón II, rey de Asiria (721/722 a.C.).
Algunos piensan que era sacerdote, otros que pertenecía al cuerpo de los profetas. Su influencia se nota en muchos escritos del Antiguo y del NT. Oseas, como escribe J. Pixley, «es a la vez uno de los libros proféticos más importantes de la Biblia por la fuerza de imágenes que fueron retomadas por la tradición legal (Deuteronomio) y por profetas que le siguieron (Jeremías y Ezequiel) y uno de los más difíciles de entender».
Conocía bien las tradiciones israelitas de la alianza y quiso oponerse a la religión de las > Asheras-Astarté donde Dios aparecía como dualidad sexual, para recuperar la experiencia del único Dios trascendente (Yahvé), pero de manera que el pueblo de Israel ocupase de algún modo la función y puesto de esposa de Dios. Por esta razón, la profecía de Oseas se caracterizará por la interpretación de la relación de Dios con su pueblo en términos de amor conyugal. Israel aparece como la esposa amada de Yahvé que se prostituye y va en busca de otros dioses, de otros amores. Yahvé la ama, la busca, pero ella no responde. La fuerza del mensaje de Oseas reside especialmente en el hecho de que el libro presenta al profeta padeciendo él mismo, en su vida personal, el drama del amor traicionado. Habrá de tomar por esposa a una mujer dada a la prostitución y amarla (Os. 1:2; 3:1).
II. TRASFONDO HISTÓRICO. El conjunto textual, con sus dificultades —sea por el mal estado de conservación, sea por la variedad de imágenes que utiliza—, provoca debates sobre su autoría. Muchos concuerdan que el texto, en gran parte, procede del profeta que da nombre al libro. Hay que observar, no obstante, una característica peculiar de esta profecía en relación con otras: sus perícopas son más extensas, indicando una fuerte presencia de círculos proféticos, en vez de discursos públicos breves y puntuales del propio profeta, como ocurre en otras profecías (p.ej., en Am. 3:3–15 y Mi. 3). De este modo, no es difícil reconocer una pluralidad de lenguajes y movimientos reveladores de la vida cotidiana de las personas.
El contenido de este texto profético coincide con el período final del reino del Norte, desde los últimos años del reinado de > Jeroboam II hasta el reinado de > Oseas, contemporáneo y homónimo del profeta. El mismo libro ofrece indicaciones del momento histórico. En su primer capítulo, la dinastía de > Jehú figura explícitamente en el centro de la crítica. Los capítulos 2 y 3 reflejan cierta prosperidad económica y tranquilidad política que marcaron el reinado de Jeroboam II. Con la muerte de este monarca, la situación cambia por completo. Jeroboam había reinado 30 años, pero en los 30 siguientes habrá 6 reyes, 4 de los cuales ocuparán el trono por la fuerza, sin ningún derecho.
En los capítulos 5 y subsiguientes se describen diversos aspectos de la crisis que comenzó a instaurarse en Israel debido a presiones externas venidas de Asiria, alterando el clima positivo de la realidad entonces reinante. > Pécaj (740–731), en vez de seguir una política de neutralidad internacional y de paz interna, se lanzó a una absurda aventura: en unión con > Damasco declara la guerra a Judá, sin que se conozcan con exactitud los motivos. Sea como fuere, esta llamada guerra “siro-efrainita” será una catástrofe para Israel. Tiglatpileser III acudió en ayuda de Judá, arrasó Damasco y arrebató a Pécaj casi todo el territorio de Galilea (2 R. 15:29). Los acontecimientos próximos al año 724 a.C, con el asedio de > Samaria y el fin del reino del Norte, son referidos en los capítulos finales de la profecía. Las revueltas continuas y los asesinatos ayudan a comprender las duras críticas del profeta contra sus gobernantes y la decepción con que habla de la monarquía.
Oseas denuncia la política estatal iniciada por Jeroboam II, que trajo la pauperización de los labradores israelitas y creó las condiciones para la invasión asiria, con unas secuelas aún más desastrosas. La denuncia de la violencia sangrienta frecuentemente mencionada (cf. 4:2; 6:8) converge en el enjuiciamiento de la prepotencia del Estado y de sus élites administrativas, que alimentaban su política con la perversidad, la injusticia y la mentira (cf. 10:13b) porque confiaban en «sus carros y en la multitud de sus guerreros» (10:13b). El peso de la culpa de la sangre derramada que marcaba el futuro de Israel (cf. 12:14) tenía su origen en la historia pasada.
La indignación de Oseas por las condiciones de muerte del pueblo, alenta su crítica a las armas, al ejército que garantizaba el poder a una estructura detestada por Yahvé desde sus inicios (cf. Os. 9:15 y 1 Sam. 11:15) hasta su final (cf. 13:11).
III. TEXTO Y ESTRUCTURA LITERARIA. El mal estado del texto hebreo y la oscuridad de algunos pasajes convierten el libro en uno de los más difíciles de leer y traducir de todo el AT, lo que obliga a echar mano a hipótesis y conjeturas.
Se divide en tres grandes unidades, enmarcadas por un título y un epílogo:
1:1 Título
1:2–3:5 El matrimonio del profeta, símbolo de las relaciones entre Dios y el pueblo
4:1–9:9 Oráculos contra Israel
9:10–14:9 Relectura de la historia de Israel
14:9 Epílogo: Los sabios y justos
Aunque el libro actual ofrece indicios de añadidos y reelaboraciones posteriores, la mayoría de los estudiosos está de acuerdo en atribuir la mayor parte al propio Oseas.
La primera parte está en prosa, mientras que la segunda es poesía. La identidad ideológica es total y la ilación lógica muy normal, de forma que la segunda parte parece un desarrollo del esquema teológico de la primera. Ambas partes terminan con el anuncio trágico de la destrucción del reino de Israel.
Dado el estado sumamente deficiente del Texto Masorético, el problema textual resulta bastante difícil, ya que hay pasajes ininteligibles y es preciso recurrir a las versiones para reconstruir una posible lectura original satisfactoria. La LXX está hecha sobre un texto muy corrompido, y por eso es preciso acudir a las exigencias del contexto y de la métrica para rastrear el posible sentido original. En la segunda parte, poética, muchas veces los incisos y esticos están desplazados. Este estilo entrecortado y sentencioso hay que atribuirlo a un temperamento afectivo y emocional. A través de frases misteriosas y entrecortadas se percibe la hondura de un alma enamorada de su pueblo. De ahí que a veces falta el encadenamiento lógico: las explosiones afectivas dominan la frase. No obstante, tiene una gran riqueza de imaginación, con propensión a los símiles de la naturaleza; conoce bien las leyes del paralelismo y los recursos de la paranomasia; alude frecuentemente a las tradiciones antiguas de Israel; sobre todo, siente nostalgia de la vida del desierto, cuando las relaciones entre Yahvé e Israel eran más sinceras; conoce muchos incidentes y hechos de la historia del Pentateuco y del libro de los Jueces (cf. Os. 9:4 / Ex. 3:14; Os. 11:8 / Gn. 19:24; Dt. 29:22; Os. 9:10 / Nm. 25; Os. 13:1 / Nm. 16; Dt. 6; Os. 2:17 / Jos. 7:24–26; Os. 9:9 / 10:9; 19:5; Os. 13:10 / 1 Sam. 8).
IV. OSEAS Y LA PROSTITUCIÓN NACIONAL. El libro comienza con la orden divina para el profeta de contraer matrimonio con una prostituta, Gomer, presentada con el calificativo plural zenunim, «mujer de prostituciones». La expresión «prostitución», usada en abstracto y en plural, impide individualizar la condición de Gomer, aparentemente circunstancial. Esta mujer estaba, simultáneamente, envuelta en prostituciones dentro de la estructura familiar patriarcal.
Tradicionalmente, el judaísmo y el cristianismo han considerado que la > prostitución siempre es pecaminosa. Por lo tanto, el hecho de que Dios mande a Oseas casarse con una ramera fue un gran problema para los biblistas, que inventaron muchas hipótesis para resolverlo. Sugirieron que el relato es una alegoría, una parábola, o solamente representa un sueño o visión del profeta, no algo que realmente sucediera; o, según los más apegados a la historia, Gomer no era prostituta, sino que se prostituyó después de casarse con Oseas. Se argumenta que esta trágica experiencia matrimonial le sirvió a Oseas para comprender y expresar las relaciones entre Dios y su pueblo. Dios es el marido, Israel la esposa. Esta ha sido infiel y lo ha abandonado para irse con otro (Baal) o con otros (Asiria y Egipto). Por eso, cuando habla de los pecados del pueblo los califica de “adulterio”, “fornicación”, “prostitución”; y cuando habla del amor de Dios lo concibe como un amor apasionado de esposo, pero de un esposo capaz de perdonarlo todo y de volver a comenzar. Pero el profeta no da ni la más mínima indicación de que todo ello sea una mera alegoría o parábola, ni que Gomer cayera en adulterio o prostitución posteriormente a su enlace con él.
El texto no califica directamente a Gomer como «prostituta», sino que al utilizar la expresión en plural, «mujer de prostituciones», puede indicar la existencia de otras hijas de Israel en igual situación. Su carga va contra Israel: «Porque el país está prostituyéndose [zanoh tizneh] al apartarse de Yahvé» (Os. 1:2). Por lo tanto, el peso recae sobre la nación, y no exclusivamente sobre Gomer. Ella era una joven de la casa de su padre, Diblaim, y de allí fue tomada en casamiento. Parece que otras mujeres se encontraban en una situación semejante, tanto que el cuarto capítulo de la profecía menciona, sin ahorrar el plural, que la hijas se prostituían y las nueras practicaban el adulterio en los tiempos de cosecha (cf. 4:14). De esa indicación de la realidad se deduce también que otras mujeres y hombres estaban viviendo experiencias como las de Gomer y Oseas.
La constatación de que la prostitución ocurría por toda la nación, involucrando a muchas otras mujeres además de Gomer, no puede silenciar el papel de los hombres en esa situación. Sin su participación, no se habría producido. El oráculo profético es fuerte y claro: «No castigaré a vuestras hijas porque se prostituyen ni a vuestras nueras porque cometen adulterio» (v. 14). El castigo no es para las mujeres, la acusación no va dirigida a ellas. Las relaciones de prostitución marcan toda la vida de Israel, de las cuales es un signo el casamiento de Oseas y Gomer.
V. MENSAJE. El mensaje de Oseas coincide en parte con el de Amós en la denuncia de las injusticias y de la corrupción reinante (4:1–2) y en la crítica al culto, por lo que tiene de superficial y falso (6:4–6; 5:6; 8:11, 13). Pero hay una serie de aspectos nuevos. El profeta señala el mecanismo común de opresión, de robar tierra por el traslado de > linderos (5:9; cf. Dt. 19:14; 27:17–19; Job 24:2; Prov. 22:28).
Oseas denuncia otro mecanismo común de opresión: las “balanzas fraudulentas” (12:7–8). En otros textos, la opresión es la causa fundamental de la pobreza, pero aquí Oseas habla de la opresión como fraude y explotación, que se presentan como la causa fundamental de la riqueza —una perspectiva muy diferente de la del Deuteronomio, donde la prosperidad es consecuencia de la obediencia del pueblo y la bendición de Dios (Dt. 28; ver Os. 9:6).
Condena, además, con enorme vehemencia la idolatría que procura justificar la opresión y que se manifiesta en dos vertientes: cultual y política. La idolatría cultual consiste en la adoración de > Baal, con sus ritos de fecundidad (4:12b–13; 7:14b; 9:1), y en la adoración de los > becerros de oro instalados por Jeroboam I en el año 931, cuando las tribus del Norte se separaron de Judá. El becerro era un símbolo de la presencia de Dios, y en los primeros tiempos no planteó problemas. Elías y Eliseo nunca criticaron su culto. Más tarde fue causa de grandes equívocos, ya que el pueblo identificaba a Yahvé con el toro, cayendo en un tipo de religión naturista (ver 8:5a, 6).
La idolatría tiene además para Oseas una vertiente política. En época de grandes convulsiones, cuando está en juego la subsistencia del país, los israelitas corren el peligro de buscar la salvación fuera de Dios, en las alianzas con Egipto y Asiria, las grandes potencias militares del momento, que pueden proporcionar caballos, carros y soldados. Entonces, Asiria y Egipto dejan de ser realidades terrenas: a los ojos de Israel aparecen como nuevos dioses, capaces de salvar. El pueblo se va tras ellos olvidando a Yahvé. En Samaria, la capital, había una fuerte facción egiptófila, y parece que Pécaj la favorecía. Por ello fue asesinado por el asirófilo Oseas (732–724), el último rey del país.
Otro elemento típico del libro de Oseas es su visión crítica del pasado. A partir del cap. 9, las referencias a acontecimientos pretéritos son muy frecuentes. Pero no se complace en el pasado como historia ejemplar; al contrario, desmitifica la historia y los grandes personajes. La historia de Israel en relación a Yahvé es una larga serie de infidelidades.
Aunque Oseas es un profeta que hace hincapié en la compasión y el amor de Yahvé, también habla poderosamente de la > ira de Dios contra la opresión, la violencia y la idolatría, pues es como la ira de un esposo fiel, rechazado por una mujer (Israel) que prefiere prostituirse (8:5; 12:14). Como ningún otro libro en la Biblia, Oseas revela la dialéctica divina, el fuerte conflicto emocional en el ser de Dios entre la ira y la compasión (11:8–9).
Sin embargo, en el poema final (14:2–9) el profeta promete que Dios sanaría la tendencia pecaminosa de Israel y finalmente manifestaría amor en vez de ira: “Yo sanaré su infidelidad, los amaré libremente; pues mi ira (aph) se ha apartado de él, seré como rocío para Israel” (14:5–6). Es digno de notar que aquí Oseas se aparta de la teología común en los profetas, que presenta la secuencia pecado-conversión-perdón. La gran novedad de Oseas es que invierte el orden: el perdón antecede a la conversión. Dios perdona antes de que el pueblo se convierta (cf. Ro. 5:8 y 1 Jn. 4:10). La conversión es la respuesta al amor de Dios, no la condición previa al perdón. Véase GOMER, IDOLATRÍA, IRA, PROSTITUCIÓN.