NECAO

Heb. 6549 Nekhó, נְכוֹ, nombre de origen egipcio; Sept. y Josefo Nekhaó, Νεχαώ; o Pareoh Nekhó, פַּרְעֹה נְכוֹ = «faraón Necao» (2 R. 23:29, 33, 34, 35, etc.); Heródoto Nekós, Νεκώς.
El texto heb. hace referencia al faraón Uahemibra Nekau, conocido por Necao II, hijo de Psamético I; segundo soberano de la dinastía XXVI, que gobernó en el antiguo Egipto de 610 a 595 a.C.
Intentó restablecer la influencia egipcia en Palestina y Siria, apoyando al rey asirio después de la toma de Nínive (612 a.C.) por los medos y babilonios. Los egipcios aborrecían a los asirios, pero no querían el nuevo poder de Babilonia, del que temían otro imperio vigoroso en Mesopotamia. Preferían una Asiria débil entre Babilonia y ellos, razón por la cual decidieron ayudar a aquella a resistir ante el nuevo poder.
Se trató de una estrategia fallida de antemano, pues solo un resto del otrora poderoso ejército asirio, desgastado en tantas guerras, había logrado sobrevivir y refugiarse en Harrán, a 225 millas al oeste de Nínive, resistiendo durante varios años.
En el verano del 609, Necao intentó ayudar a los asirios en Harrán. Durante la marcha fue detenido > por Josías, rey de Judá, que quiso cortarle el paso. Necao habría preferido no perder tiempo en Judá, pero no tenía elección. Ambos ejércitos se enfrentaron en Meguido. Los judaítas fueron derrotados y su rey muerto (608 a.C.), pero, a pesar de la victoria, este enfrentamiento retrasó la marcha del ejército egipcio el tiempo justo para que > Nabucodonosor, hijo de Nabopolasar, pudiera llegar hasta Harrán, ponerle sitio y destruirla (606 a.C.), acabando así con los últimos vestigios del poderío asirio.
Sin tiempo ya para socorrer a Harrán, Necao al menos podía proteger la costa oriental del Mediterráneo y mante- ner a los babilonios a una considerable distancia de Egipto.
El pueblo de Judá puso a Joacaz, hijo de Josías, en el trono. Necao, después de consolidar su poder sobre Siria y Fenicia, citó a Joacaz a su cuartel general en Ribla (Siria) y lo destronó después de haber reinado solo 3 meses. Lo deportó a Egipto, donde murió, y puso en su lugar a su hermano Joacim como rey. Luego, impuso un enorme tributo sobre Judá (2 R. 23:29–34; 2 Cro. 35:20–36:4). Joacim fue sucedido por su hijo Joaquín, que a su vez se rindió a Babilonia, y Sedequías fue puesto en el trono como un rey títere.
Necao estableció una esfera de influencia egipcia en Siria que alcanzó hasta el río Éufrates. De esa manera, detuvo temporalmente cualquier avance adicional de los babilonios hacia el oeste.
Luego continuó su expedición hacia el Éufrates para enfrentarse con los caldeos. Ambos ejércitos se encontraron en Carquemis/Karkemish, donde Egipto sufrió una aplastante derrota (605 a.C.), perdiendo todas sus posesiones en Asia (2 R. 24:7, 8; Jer. 46:2; 2 Cro. 36:9). Nabucodonosor pudo haber perseguido a Necao hasta Egipto y haber ocupado el país si Nabopolasar no hubiese muerto en aquel momento y no hubiese tenido que regresar a Babilonia para asegurarse la sucesión.
Gracias a este afortunado evento, Necao tuvo tiempo para madurar planes en beneficio de la economía egipcia. Su principal interés se centró en las vías navegables.
Ordenó construir un canal para comunicar el brazo oriental de río Nilo, desde el norte de Bubastis, con el mar Rojo, que solo fue acabado posteriormente por Darío I.
Creó la flota egipcia, construida por artesanos corintios. Los navíos egipcios se habían aventurado con preocupación durante dos mil años o más hasta Fenicia en el mar Mediterráneo y hasta Punt en el mar Rojo. De vez en cuando, los monarcas egipcios habían pensado en la conveniencia de que se excavase un canal desde el Nilo al mar Rojo. De este modo, era posible extender el comercio de mar a mar y que los barcos fueran de Fenicia a Punt directamente.
Según Heródoto, Necao decidió descubrir si se podía ir del Mediterráneo al mar Rojo circunnavegando África, denominada entonces Libia. Con este fin contrató a navegantes fenicios, obteniendo el éxito deseado en una expedición penosa que efectuó dos largas paradas para conseguir provisiones y tardó tres años en llegar a las columnas de Hércules, es decir, el estrecho de Gibraltar (Hist. IV 42, 2–43, 1). La autenticidad de esta hazaña ha sido cuestionada durante mucho tiempo, pero curiosamente, los marinos fenicios informaron sobre la posición norte del sol de mediodía, lo que es algo que parecía poco probable a la luz del «sentido común» —el desconocimiento de la forma de la Tierra era total—, y esto solo podía comprenderse a partir del mapa planetario de Copérnico del siglo XVI. Ello prueba que los navegantes habían presenciado el fenómeno realmente, y que, por consiguiente, habían circunnavegado África. Véase JOACAZ, JOSÍAS, CALDEOS.