NERÓN

Quinto emperador de Roma. Su nombre completo era Nero Claudius Caesar Drusus Germanicus. Hijo adoptivo de Claudio, accedió al trono haciendo envenenar a su medio hermano Británico. Al inicio de su gobierno se presentó de una manera moderada y prudente, pero después reveló un carácter sanguinario y cruel. En el año décimo de su reinado, el 64 d.C., estalló el gran incendio de Roma que destruyó casi completamente tres de los catorce distritos de la ciudad; se acusó al emperador de haber dado la orden de provocarlo. Para disculparse, Nerón acusó a los cristianos, condenando a gran número de ellos a suplicios atroces. La tradición señala que Pablo y Pedro estuvieron entre aquellos mártires. Este emperador es el «león» de 2 Ti. 4:17.
Abandonado por sus tropas y sabiéndose perdido, se quiso suicidar, pero, no consiguiéndolo, pidió a uno de sus defensores que lo rematara. Murió en el año 68 d.C., catorce de su reinado, y a los treinta y dos años de edad (Dión Casio, 61–63; Tácito, Ann. 13–15; Suetonio, Nerón).
En el NT se alude a él, aunque no es mencionado por nombre (Hch. 25:11, etc.; Flp. 1:12, 13; 4:22). Las connotaciones no son negativas, todo lo contrario, pero a partir de la persecución desatada a raíz del incendio de Roma, la situación cambió drásticamente para los cristianos. Lo vemos reflejado en la nueva valoración del Estado romano que se operó desde entonces. Hasta aquel momento tenían en alta estima a las autoridades, a quienes se consideraba respaldadas por Dios mismo: ministros que contribuían a instaurar la justicia (Ro. 13:2, 6; Tit. 3:1; 1 Pd. 2:14). Pablo se siente seguro del Estado romano, no teme nada de él, no lo considera una amenaza; al contrario, busca su protección. Lo único que teme es que los creyentes se dejen arrastrar por los judíos en su oposición a Roma. Por eso, recuerda a los creyentes romanos que obedezcan al poder imperial. Pero a partir de Nerón la perspectiva cambia. El Imperio pasa a convertirse en perseguidor de la Iglesia. En el Apocalipsis, escrito después de la persecución neroniana y de la destrucción de Jerusalén, el Estado aparece como un enemigo irreconciliable de la Iglesia. En lugar de predicar sometimiento y obediencia a las autoridades, el autor presenta al Estado como una fuerza satánica que no conoce límites. Ya no cuenta con el respaldo de Dios, sino con el de la bestia que sube del mar; y Nerón, cuya vuelta era esperada por amplios círculos paganos, es el Anticristo. Roma, capital del Imperio, es el trono de Satanás, o dicho sin rodeos: del emperador, y es designada con el nombre de Babilonia, porque representa la sede del paganismo perseguidor (Ap. 14:8).
La cifra enigmática 666 prob. se refiere a Nerón, y asi fue entendida por los destinatarios del Apocalipsis, sin más explicación (13:12–14; 17:8). El valor de las palabras Nerón César, escritas en caracteres hebreos, Nerón Qésar, נְרוֹן קֵסַר, dan por resultado 666. Ireneo explica esta cifra con el término Lateinos, dado que el valor numérico de las letras (griegas) que lo componen llega a la misma conclusión: 30+1+330+5+10+50+70+200 = 666 (Adv. Haer. V, 30). En torno a la vida y muerte de Nerón se creó una leyenda que aseguraba iba a resucitar y regresar en un futuro próximo (Tácito, Historias 1, 2; 2, 8), de la que se hace eco el apócrifo cristiano la Ascensión de Isaías, escrito en la misma época y relacionado quizá con la Iglesia de Siria. La leyenda alcanza hasta el siglo IV, incrementada con nuevos datos y especulaciones (cf. los apocalipsis judíos de la época, IV de Esdras 5:6 y el libro IV de los Oráculos sibilinos, 119–120; 137–139). La encontramos en el autor cristiano Lactancio, que dice: «Arrojado de su dignidad imperial y privado de tanta grandeza, el impotente tirano desapareció repentinamente, sin quedar en la tierra ni rastro de la sepultura de tan mala bestia. De donde algunos soñadores creen que ha sido arrebatado y guardado vivo, por decir la Sibila que un matricida prófugo había de aparecer en los últimos tiempos, para que quien fue el primer perseguidor lo sea también el último y preceda a la venida del Anticristo. Y hasta se puede creer, porque al igual que algunos santos dicen que, como dos profetas fueron trasladados vivos antes del reinado santo y eterno de Cristo hasta los últimos tiempos en que el Señor vuelva a la tierra, del mismo modo piensan que también habría de venir Nerón como precursor del diablo y abriendo el camino del devastador de la tierra y del género humano» (De mort. pers., 2). Véase ANTICRISTO, APOCALIPSIS, BESTIA, ESTADO.