Peregrinación Por El Desierto

Límites de La Región
El territorio por donde peregrinó Israel, desde su salida de Egipto hasta las cercanías del Jordán, está limitado al oeste por los lagos Amargos y el golfo de Suez; al este por el golfo de Aqaba y el valle del Arabá, que se extiende hasta el mar Muerto; y al norte por la costa del mar Mediterráneo. Tiene una extensión de ca. 52.320 km2.

Características Topográficas
En la parte noroeste, junto a la costa del Mediterráneo, hay una ancha faja arenosa, que es el desierto de Shur o Etam (Éx 13:20; 15:22). Se extiende desde el → «Río de Egipto» al norte, hasta el actual canal de Suez. Por esta área corría desde Egipto el «camino de la tierra de los filisteos» (Éx 13:17); y a una distancia de 30–60 km, al sur, corría paralelamente el «camino del desierto de Shur» (Gn 16:7). Este pasaba por Cades y Beer-seba y subía por la región montañosa de Palestina central. Sin embargo, por ninguno de los dos caminos mencionados anduvieron los israelitas.
Al sur del «camino del desierto de Shur» hay una región de bajas colinas pedregosas que constituye propiamente «el desierto de la peregrinación». Hay en esa región varios → Wadis, que en su mayoría convergen en el wadi el-Arish (río de Egipto). Esta meseta la atravesaba una antigua ruta comercial que ligaba a Egipto con Arabia, y pasaba por el extremo norte del golfo de Aqaba.
La parte sur de la península es montañosa y en ella se yergue el tradicional monte Sinaí. Esta parte, de forma más o menos triangular, es la más alta de la península, con picos que alcanzan más de 2.000 m de altura. Por cuanto solo llueve un mes al año, la península es muy árida. No obstante, en algunos lugares se hallan manantiales y en otros se puede obtener agua cavando pozos. La vegetación se encuentra por lo general en los wadis, entre ellos se destaca el wadi Feiran, ancho valle de abundante vegetación gracias a una corriente perenne.

Ruta Del Viaje
Existen algunos problemas que impiden determinar la ruta exacta del viaje de los israelitas por el desierto. Muchos de los lugares se nominaron según los acontecimientos ocurridos en ellos (por ejemplo, en Nm 11:34), pero nada ha quedado en los sitios que pudiera perpetuar sus nombres. En la nomenclatura descriptiva árabe de la península muy pocos nombres originales sobrevivieron. Por tanto, la identificación de varios lugares carece de certeza.
Mara y Elim se localizan en Ain Hawarah y Wadi Gharandel, respectivamente, a lo largo de la costa occidental de la península. Dofca (Nm 33:12), cuyo nombre significa «fundición», se localiza más al sur y se identifica con Serabit el-Khadim, antiguo centro minero, dedicado a la extracción de cobre y de turquesas. A Refidim se le identifica con Wadi Refayid, aunque otros prefieren Wadi Feiran. Cades-barnea, en el desierto de Parán (Nm 13:26; Dt 1:2), está en Ain Qudeis, en los límites de los desiertos de Zin y Parán, y abarca toda una región de manantiales. En Nm 33:18–34 aparece una lista de lugares que, así como otros en la última etapa de la peregrinación, presentan mucha dificultad para identificarlos. Daremos la lista de las escalas mencionadas en la Biblia (RV). Para mayores detalles véanse los artículos dedicados a cada lugar.

Número de Israelitas
En Éx 1, especialmente los vv. 7, 9 y 12, se enfatiza en la fecundidad de los hebreos en Egipto, cualidad que trajo como consecuencia que cuando salieron de Egipto eran «como seiscientos mil soldados de a pie, sin contar los niños» (Éx 12:37). En el censo que hubo en el desierto de Sinaí había 603.550 varones (Nm 1:19, 46). Junto al Jordán, antes de la conquista, hubo otro censo y se contaron 601.730 hombres aptos para la guerra (Nm 26:51). Agregando mujeres y niños a ese número, tendríamos una multitud de dos a tres millones de israelitas, según cálculos estadísticos.
Varios autores consideran inconcebible esa cifra, y afirman que los → Números no deben tomarse literalmente, pues los israelitas no pasarían de algunos miles. Creen que difícilmente setenta personas podrían multiplicarse tanto en tan poco tiempo. Sin embargo, en vista de lo dicho en Éx 1:7, 9, 12, no es del todo imposible. El crítico Bright afirma que un pueblo servido por dos parteras (Éx 1:15–22), que cruza el mar Rojo en una noche, y que se acobarda ante un enemigo más numeroso, no podía ser tan grande. Además, una multitud de tres millones ocuparía más de dos veces la extensión entre Egipto y Sinaí. Otros alegan que el desierto no podría acomodar una multitud tan grande.
Reconocemos en verdad que en el desierto, aunque hubiera abastecimiento de agua en muchos lugares y tal vez el clima fuera mejor antiguamente, antes de los devastamientos de las matas de acacia, habría insuficiencia de agua y alimentos. Wright se refiere a un escritor del siglo I a.C. para quien la población de Egipto en esa época era de siete millones, y añade que en la batalla de Cades (1286 a.C.), en Siria, contra los hititas, Ramsés II tenía un ejército de ca. 20.000 soldados. Israel, entonces, con 600.000 guerreros, sería muy superior a los egipcios y no les hubiera temido. Por otro lado, debemos considerar que el ejército egipcio era fuerte, adiestrado, equipado con carros y caballos, mientras los israelitas no tenían preparación bélica y estaban acostumbrados a la sedentaria servidumbre. Harrison sostiene, basado en las excavaciones hechas en las ciudades cananeas del siglo XII a.C. y por las cartas de Tell el-Amarna, que toda la población de la tierra prometida sería muy inferior a los tres millones, mientras en los textos de Éx 23:29 y Dt 7:7, 17, 22 nos permiten entender que los israelitas eran menos numerosos que los habitantes de Canaán.
Varias tentativas se han hecho hacia una comprensión racional de las cifras bíblicas. Sir Flinders Petrie sugirió que la palabra hebrea Elef debe corresponder a «familia» (cf. Jue 6:15) o «tienda» y no a «mil». Así, la tribu de Manasés tendría 32 tiendas de 200 personas, y no 32.200 personas (Nm 1:35). El número total de israelitas bajaría a cinco o seis mil. Clark toma también esta palabra y prefiere hacer una revocalización de Alluf, cuyo parónimo en ugarítico significa «capitán», «líder» o «jefe», y afirma que en el proceso de transmisión Elef quizás ocupó el lugar de Alluf. Si es así, Dan tuvo 60 capitanes y 2.700 guerreros, y no 62.700 varones (Nm 1:39).
Otra posibilidad que presentan los críticos es que las cifras del libro de Números sean tomadas de una época posterior en la historia de Israel, como por ejemplo, del censo hecho en los días de David. Otros creen que los números expresan una realidad comprensible para los antiguos. Harrison sugiere que las cifras de Éxodo y Números se usan simbólicamente para expresar poder relativo, triunfo, importancia o algo semejante.
Por tanto, aunque el valor literal de las cifras sea admisible, por no poder refutarlo completamente, las sugerencias hechas buscando una comprensión más racional de los números merecen consideración y un amplio estudio.

Participantes En La Peregrinación
Sabemos que el nacimiento de la nación de Israel no fue resultado de un proceso genealógico solamente, sino más bien de un proceso complicado que integró una considerable variedad étnica. Tanto más si aceptamos una de las interpretaciones que buscan restar las cifras de los censos de Números.
Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto «también subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes» (Éx 12:38), compuesta posiblemente por otros esclavos de distintas razas y aun por egipcios mismos que quizás hubieran aceptado al Dios de Israel. Sin duda muchos israelitas se mezclaron con egipcios y con otros extranjeros durante los 400 años (Lv 24:10), pues el mismo José se había casado con la hija de un sacerdote egipcio (Gn 41:45). El propio Moisés también se casó con una madianita (Éx 2:15, 21) y más tarde con una cusita (Nm 12:1). La Biblia menciona en Nm 10:29–33 la unión de una familia madianita con Israel en el desierto (cf. Jue 1:16). Los antepasados de Caleb (Jos 14:14) y Otoniel (Jos 15:17) no eran judíos y recibieron herencia entre los hijos de Israel. A la luz de todo eso, Israel peregrinó por el desierto no como una unidad étnica pura, sino como reunión de grupos de diverso origen, que se juntaron tanto antes como después del éxodo (cf. Nm 11:4).