PROSTITUCIÓN, PROSTITUTA

Heb. sust. 2184 zenuth, זְנוּת = «fornicación, prostitución» (Os. 4:11; Eclo. 41:17); de 2181 zonah, זוֹנָה = «prostituta» (Gn. 34:31; 38:15; Lev. 21:7; Jos. 6:17; Jue. 11:1; 16:1; 1 R. 3:16), participio femenino del vb. zanah, זנה = «fornicar, prostituirse» (Sal. 106:39; Os. 3:3; Jer. 3:6, 8; Ez. 23:19); la Sept. traduce el vb. zanah por 4203 porneúo, πορνεύω, «fornicar»; el adjetivo zonah por 4204 porne, πόρνη = «prostituta», y el sust. zenuth por 4202 porneía, πορνεία. La Vulg. emplea varios términos, como fornicatio, prostitutio, moechia, impudicitia, immunditia.
Modernamente, la prostitución se entiende como un comercio sexual remunerado. En el pensamiento bíblico, sin embargo, el significado es más amplio y a veces se refiere también a relaciones sexuales ilícitas; p. ej., relaciones prematrimoniales, adulterio o incesto (cf. Lv. 18; 20; 1 Cor. 5).
1. Prostitución sagrada.
2. Prostitución secular.
3. Prostitución espiritual.
I. PROSTITUCIÓN SAGRADA. Al lado de la prostitución común existía desde tiempos remotos la práctica de la prostitución sagrada o ritual, ejercida por una clase de sacerdotisas asociadas al culto cananeo a los baales, practicada en espacios abiertos, en montes y colinas y árboles frondosos. En virtud de su consagración a los santuarios locales, eran tenidas por transmisoras de virtudes fecundativas. A estas mujeres así consagradas se refiere Gn. 38:15: «Entonces Judá vio a Tamar y pensó que era una prostituta»; la palabra empleada es la común para «prostituta», zonah, זוֹנָה, pero unos versículos después es sustituida por 6948 qedeshah, קְדֵשָׁה, que lit. significa «mujer consagrada» (gr. hieródula; Vulg. scortator, effeminatus), quizá sacerdotisa de una deidad local. Esta diferencia de palabras explica que Judá viera en Tamar una pagana, pues los hechos parecen demostrar que la prostitución ritual o sagrada no se practicaba en líneas generales entre los hebreos, era cosa de extranjeros. De este relato se deduce, además, que las prostitutas se tocaban con un velo peculiar. La legislación deuteronómica reconoce también la existencia de prostitutos sagrados en el entorno de Israel, en heb. 6945 qaddesh, קָדֵּשׁ, forma masculina del nombre anterior (en gr. hieródulos, ἱερόδουλος), cuya práctica condena igualmente (Dt. 23:18; cf. 1 R. 14:24; Job 36:14).
Tanto qedeshah como qaddesh derivan de la raíz 6942 qadash, קדשׁ, que sig. «ser puro o limpio», y de ahí «ser santo», en el sentido de «dedicado» o «consagrado», lo que indica que para la mentalidad cananea este tipo de prostitución era acto de devoción piadosa. La palabra lat. sacer y el castellano «devoto» también tienen ese doble significado.
Se sabe de la existencia de prostitutos varones en los templos de Babilonia, Palestina y Siria. El Código de Hammurabi regulaba su situación, reglamentaba su vida y su herencia (art. 187.192.193). Las costumbres cananeas tentaron a los israelitas, y en diversos períodos de su historia practicaron la prostitución sagrada, como en tiempos de > Roboam: «Había en el país varones consagrados a la prostitución ritual, e hicieron conforme a todas las prácticas abominables de las naciones que Yahvé había echado de delante de los hijos de Israel» (1 R. 14:24); pero fue perseguida por > Asa (1 R. 15:12) y Josafat (1 R. 22:46). A pesar de esto, se vuelve a encontrar en tiempos del rey Josías, que ordenó la destrucción de las cámaras de los varones y hembras consagrados a la prostitución ritual dentro el Templo: «estaban en la casa de Yahvé, donde las mujeres hacían tejidos para > Asera» (2 R. 23:7). Acab, rey de Israel, que permitió la idolatría en el país y persiguió a los profetas de Yahvé, debido a su compromiso matrimonial con su esposa Jezabel, murió accidentalmente en el fragor de una batalla, y el autor sagrado, para mayor infamia dice que la sangre del monarca, derramada en el carro donde cayó herido, fue lavada en el «estanque de Samaria donde las prostitutas se lavaban» (1 R. 22:38), en heb. wehazzonoth rajatsú, וְהֲזּנֹוֹת רָחָצוּ (la antigua R.V. traducía erróneamente «lavaron también sus armas»), aquellas mismas que él había permitido en el recinto del Templo.
Los traductores de la LXX traducen todos los casos donde aparece qadesh excepto uno por porneúon, πορνεύων, relacionado con la fornicación y la inmoralidad sexual, y teliskómenos, τελισκόμενος. También sýndesmos, σύνδεσμος (conspiración); tas teletás, τὰς τελετάς (sacrificios); ton kadesim, τῶν Καδησίμ; y hypó angelon, ὑπὸ ἀγγέλων.
A las prostitutas y prostitutos relacionados con cultos paganos, calificados despectivamente de “perros”, les estaba terminantemente prohibido llevar al Santuario de Dios ningún voto resultante de su salario: “No lleves a la casa de Yahvé, tu Dios, el salario de la prostituta sagrada, ni el precio de un perro [khéleb, כֶלֵב], sea cual fuere el voto, porque ambos son abominables para Yahvé, tu Dios” (Dt. 23:18).
La prohibición de Dt. 23:17: «No habrá ramera [qedeshah, קְדֵשָׁה] de las hijas de Israel», se refiere concretamente a la «prostituta sagrada», como traducen las versiones modernas (cf. Job 36:14; 1 R. 14:24; 15:12), mandamiento que pretendía alejar del culto de Yahvé cualquier tipo de inmoralidad tenida por loable en los cultos idolátricos del entorno. P. ej., el culto en los bamoth o > lugares altos, en los asherim, relacionados con Ashera, y los masseboth o postes sagrados, sin duda símbolos fálicos relacionados con el culto a la fertilidad. Los cultos de Baal, Astarté y Dionisos de Biblos eran licenciosos en extremo (1 R. 14:23–24; Os. 4:13–14). Karel van der Toorn ha cuestionado la conexión consciente de la prostitución cananea con ritos de fertilidad, aunque reconoce que las «civilizaciones del Antiguo Oriente Cercano conocieron prostitutas/os que trabajaron en servicio del templo, como también el fenómeno de la prostitución para pagar votos». En cualquier caso, la legislación hebrea prohíbe todo tipo de prostitución en tanto que práctica de la sexualidad ajena al orden creado y al culto santo debido a Yahvé.
II. PROSTITUCIÓN SECULAR. La prostitución en general fue prohibida en Israel por la Ley (Lv. 19:29; 21:9; Dt. 23:17); sin embargo, se practicó a lo largo de los años debido a la relajación de las costumbres y por la influencia del paganismo ambiental (cf. Jos. 2:1; Jue. 11:1; 16:1). A los sacerdotes les estaba prohibido casarse con una ramera (Lv. 21:7), si una hija de un sacerdote caía en la prostitución era condenada a ser lapidada hasta la muerte y su cuerpo quemado (Lv. 21:9), hasta tal punto se consideraba una abominación a los ojos de Dios (Lv. 19:29; Dt. 23:17, 18).
En la época de Salomón y de sus sucesores, la prostitución se extendió entre los mismos israelitas, principalmente por medio de mujeres extranjeras (1 R. 3:16; 11:1; 22:38; Prov. 5:3–8, 20; 6:24–26; 7:5–27; 23:27). Llegaron a existir «casas de placer» (Ez. 16:24, 31; 2 R. 23:7) y habitaciones consagradas a la prostitución ritual en el mismo Templo (2 R. 23:7), como ya apuntamos.
La prostitución común o profana existió en Israel siempre bajo condición ilegal y quizá ejercida por «mujeres extranjeras»; p.ej., en Prov. aparecen los términos zarah, זָרָה, «extranjera» (cf. Prov. 5:3, 20; 22:14; 23:33; Sept. gyné porne allotría, γυνὴ πόρνη ἀλλοτορία; Vulg. meretrix, aliena, extranea), y nokheriyyah, נָכְרִיָּה, «forastera» (cf. 1 R. 11:1; Prov. 5:20; 6:24; 7:5; 23:7; Sept. allotría, ἀλλοτρία; Vulg. aliena, extranea), para designar a la ramera, de la que hay que cuidarse. Los términos hebreos relacionados con la mujer que trafica con su cuerpo no solo se refieren a la prostituta propiamente dicha (Lv. 21:7; Jos. 2:1; Jue. 11:1), sino a la mujer infiel a su marido, es decir, a la adúltera (Os. 1–2; Ez. 16:23) y a la prometida que engaña a su prometido a quien pertenece legalmente (Gn. 38:24). En Grecia la prostitución se reglamentó a partir del s. VI a.C., con casas dedicadas a su práctica, llamadas dikteria o «burdeles», algunas para clientes de las clases sociales más pudientes, y otras para una clientela menos acomodada. Las prostitutas de categoría más elevada eran las heteras, dotadas de notables cualidades físicas y culturales, que incluso intervenían en política. En la Roma antigua, las prostitutas pertenecían a la clase más baja, pero desde el s. II a.C. comenzaron a difundirse las cortesanas, que eran llamadas «meretrices», entrenadas en el canto, la danza y el mimo. El negocio de la prostitución siempre ha generado muchas ganancias desde tiempos antiguos (Heródoto, Hist. I, 93), y por eso, a pesar de todas las prohibiciones, difícil de erradicar. Las prostitutas sirias se desplazaban por todo el Imperio romano y eran llamadas ambubaiae (Suetonio, Nerón, 27; Horacio, Sat. 1, 2, 1), ya que por lo general tocaban el arpa con maestría.
En tiempos de NT, muchas rameras de acercaron a Jesús y aceptaron su mensaje (Mt. 21:31–32). Jesús es el «amigo de publicanos y pecadores» (Mt. 11:19; Lc. 7:34), y no excluye a las prostitutas ni se olvida de ellas; es más, se atreve a decir que ellas precederán en el Reino de Dios a quienes dicen y no hacen (Mt. 21:31), frase escandalosa que indica el conocimiento que Jesús tenía de ese submundo de la prostitución. Las meretrices estaban marginadas de la comunidad santa de Israel y vilipendiadas como la personificación misma del pecado. Sin embargo, Jesús tiene el coraje de abrirles el Reino de Dios, mientras que quedan fuera de él precisamente los jefes espirituales del pueblo, venerados como personificación de la santidad. Y esto porque las prostitutas tuvieron fe en el Bautista y acogieron su llamado al arrepentimiento. Es fama que > María Magdalena había sido prostituta, pero el texto evangélico no lo dice.
Los apóstoles se enfrentaron en el mundo grecorromano con una gran relajación de las costumbres. Pablo da una vívida descripción de la situación en Ro. 1:23–28, entre otros pasajes, y en sus epístolas no deja de exhortar a los cristianos a la pureza y al dominio propio. La fornicación es un pecado grave que excluye del Reino de los Cielos (1 Cor. 6:9–20; Gal. 5:19, 23; Ef. 4:17–24; 5:3–5; Col. 3–4; 1 Tes. 4:3–7; 1 Pd. 4:3; Ap. 2:20, etc.). El fornicario viola la santidad del cuerpo, que es miembro de Cristo y templo del Espíritu Santo (cf. 1 Cor. 6:15–19): «el que fornica, contra su cuerpo peca» (1 Cor. 6:18).
III. PROSTITUCIÓN ESPIRITUAL. En sentido figurado, los profetas y teólogos del AT utilizan el concepto de prostitución como una metáfora del abandono de Yahvé por parte de su pueblo para irse tras otros dioses, cayendo en la idolatría (cf. Ex. 34:16; Lv. 17:7; 20:5; Nm. 14:33; Dt. 31:16; Jue. 2:17; 8:27; 2 R. 9:22; 1 Cro. 5:25; 2 Cro. 21:11, 13). Israel, la esposa de Yahvé, se vuelve infiel y se prostituye en actos idolátricos (Os. 4:13ss). Israel pertenece a Yahvé en virtud de la Alianza sinaítica y le debe fidelidad, como la esposa al esposo. Al dar culto a los baales, el pueblo incurre en delito de prostitución y adulterio. Jerusalén, corazón y centro socio-religioso de la nación, está llamada a ser santa, de hecho es el > «monte santo» de Yahvé, por lo que, al caer en la idolatría, los profetas la comparan a una ramera. Sus colinas y montes, sus arboledas se han convertido en lugares de culto de Baal (cf. Is. 1:21; Jer. 2:20). Es como una prostituta insaciable (Is. 57:6–13; cf. Ez. 16:15, 17, 20; 23:1–21). Israel y Judá son semejantes a dos hermanas infieles a sus maridos (Jer. 3:6–13), que fornican con la piedra y con el leño (Jer. 3:9). Con todo, Dios permanece fiel a su palabra y a la alianza establecida con su pueblo. Lejos de representar el papel de marido rencoroso, Yahvé está dispuesto a perdonar a su pueblo en su arrepentimiento, y a hacer de la nación, una vez purificada, una esposa casta y fiel (Os. 2–3). Véase ADULTERIO, HIERÓDULO, HOMOSEXUALIDAD, FORNICACIÓN, SODOMITA, VIRGINIDAD.