Rahab

Heb. 7343 Rajab, רָחָב = «ancha, orgullosa»; Sept. y NT 4460 Rhakhab, Ῥαχάβ f (Mt. 1:5), Rhaab, Ῥαάβ; Josefo, Rhakhabes, Ῥαχάβης (Ant. 5, 1, 2).
Mujer cananea de Jericó, cuya casa se hallaba en la misma muralla de la ciudad; dio hospitalidad a los espías enviados por Josué, salvándoles la vida al esconderlos, y facilitándoles la huida por una ventana que tenía abierta sobre la muralla; así pudieron llegar al campamento israelita (Jos. 2:1–24). Cuando cayó Jericó, a Rahab y su familia se les perdonó la vida, y fueron incorporados al pueblo de Dios (Jos. 6:22–25; Heb. 11:31; Stg. 2:25). Vino a ser la esposa de Salmón y madre de Booz, figurando así como antepasada del rey David y del Señor Jesús (Mt. 1:5). Santiago pone a Rahab a la par de Abraham, como ejemplo de una fe que se expresa en obras (2:25; cf. Heb. 11:30–31).
El término heb. que se traduce como > «ramera» (zonah, זוֹנָה), podría indicar también una persona que tenía una casa de huéspedes o mesón, según los exegetas judíos más renuentes a admitir una prostituta entre sus ancestros (así Josefo y el Targum). Como era frecuente que esos lugares tuvieran cierta mala reputación, la palabra podía interpretarse de una forma u otra. Los autores del NT se inclinan por el sentido de «ramera», natural al idioma hebreo (gr. porne, πόρνη, Heb. 11:31; Stg. 2:25).
Algunos piensan incluso que se trataba de una prostituta sagrada, pero el término empleado en ese caso debería ser distinto, qedeshah (cf. Dt 23:18–19). En la raíz del término, y de acuerdo a una antigua visión matrimonial, zonah significa más bien una mujer libre, señora de sus bienes, que puede vincularse voluntariamente con aquellos hombres y mujeres que ella elija, sin estar sometida a un marido. Por eso es preferible presentarla, sin más, como «hospedera»: mujer dueña de casa, que puede recibir a quien quisiera. Puede quizá tener marido, pero no está sometida a él, sino que gobierna su familia, en matrimonio uxorilocal (o matrilocal), viviendo en su vivienda y no en la de su esposo. Esto le permite tener independencia y recibir a cualquiera, a riesgo de que la supongan prostituta. A. Gelin fue el primero en afirmar que los espías mantuvieron una relación sexual con Rahab, ya que el original dice «se acostaron», heb. shakab, en la casa (Jos. 2:1b). La LXX procuró eliminar el matiz sexual del hebreo con la traducción gr. katalýein = «hospedaron».
A juzgar por los datos aportados por el relato bíblico, parece que también se dedicaba a la manufactura del lino y el arte de tejer, pues se dice que en la azotea de la casa tenía ordenados manojos de lino (Jos. 2:6). La cuerda o cordón escarlata (shaní, שָׁנִי) atado a la ventana, juntamente con la mención de un manto babilónico muy bueno entre el botín (7:21), indica la existencia de un comercio de estos artículos entre Canaán y Mesopotamia.
La casa de Rahab, adosada a la muralla, se encontraría prob. próxima a la puerta de la ciudad, por la que tenían que cruzar los comerciantes y todo tipo de visitas, procedentes de Mesopotamia, Egipto y Fenicia. Los espías de Israel parecen confiar en ella precisamente porque no se encuentra integrada en la ciudad de Jericó, y de esa manera la salvan (y a toda su familia) cuando toman la ciudad más tarde al filo de la espada. Al ponerse al servicio de los israelitas invasores, no actúa sin más como traidora, pues tanto ella como la casa de su padre forman en Jericó un cuerpo distinto: pueden inclinarse a un lado o a otro, decidiendo el curso de la guerra: favoreciendo la invasión de los israelitas o la defensa de los habitantes de Jericó. Lo cierto es que ella acoge a los espías israelitas aun con riesgo de su vida, desobedeciendo el mandato del rey. Conoce y acepta así la visión israelita de la historia, repitiendo unas palabras que habían sido previamente proclamadas por el mismo Dios, quien había dicho que, por fidelidad a sus promesas, él concedería a los israelitas la tierra de los cananeos (Jos. 1:2–3; 2:9–11). De esta manera, ella confiesa en el fondo su fe en el Dios de Israel.
Conforme al comentario del narrador, la familia de Rahab «habita en Israel hasta el día de hoy» (Jos. 6:25). Esto indica que mucho después de la entrada de los israelitas, el entorno de Jericó conservaba una población mezclada, con cananeos que se habían vuelto israelitas o que mantenían su propia identidad dentro de la federación de Israel, presentándose como «familia o casa de Rahab», es decir, de una mujer y no de un hombre.
Los Padres de la Iglesia gral. consideran que la salvación de Rahab y su familia es un tipo de la salvación cristiana, y el cordón de grana un tipo de la sangre de Cristo, en paridad con el arca de Noé y la sangre de los corderos pascuales (Clemente, A los corintios, 12; Orígenes, Hom. sobre Josué, 3; Justino Mártir, Ambrosio, Jerónimo, Augustín, etc.). Véase JERICÓ, JOSUÉ, Libro de, PROSTITUTA.