Tofet

Heb. 8612 Topheth, תֹּפֶת, de etim. incierta, quizá una raín vb. «escupir» (como en Job 17:6); es decir, «desprecio», o quizá «lugar de cremación», de una raíz aramea taphath, «quemar», de donde «hogar» (Jer. 7:32; 19:11, 12; 2 R. 23:10); una vez Tophteh, תָּפְתֵּה (Is. 30:33); Sept. Topheth, Τωφέθ, Tatheth, Ταθέθ y Thophthá, Θοφθά; Vulg, Tophet, Topheth.
Este término aparece únicamente en el AT; no se menciona en ninguna otra parte, y su significado ha sido y es objeto de discusión. Su vocalización es convencional y se ha escogido precisamente para recordar algo sobre lo que se escupe con desprecio; la verdadera pronunciación debió de ser algo así como tephath.
El tofet era un lugar sagrado, indudablemente elevado, donde se realizaban ritos diversos presididos por dos divinidades tutelares de la vida familiar fenicia, > Baal Hamón, «señor de la capilla doméstica» y su consorte > Tanit. Según noticia de San Jerónimo, el tofet de Jerusalén se hallaba en la confluencia de los valles Hinom y Cedrón, donde los hebreos hacían «pasar a sus hijos e hijas por el fuego». En tiempos de los reyes > Ahaz y > Manasés (2 R. 16:3; 21:6; 2 Cro. 28:3; 33:6), muchos judíos sacrificaban a sus hijos a > Moloc (2 R. 23:10; Jer. 7:31s). El profeta Jeremías lanzó una maldición contra este lugar (7:32; 19:7). Para impedir esta abominables práctica, el rey Josías hizo impuro el tofet quemando restos mortales (2 R. 23:10). Así, este lugar quedó como un sitio de horror y deshonor. El valle de Hinom se convirtió en lugar de reprobación, donde se localizó la futura venganza de Dios sobre los pecadores. Jeremías predijo que multitudes perecerían en este lugar, de modo «que no se dirá más tófet, ni valle de Ben-Hinom, sino valle de la matanza» (Jer. 7:32, 33; 19:6, 11–14; 32:35). Durante siglos, el lugar se convirtió en un vertedero de huesos y cadáveres, junto con los detritos de la ciudad, consumidos por un fuego constante, lo que vino a convertirse en imagen de la > gehena o infierno. En este sentido, el profeta Isaías se refiere al lugar dispuesto para el rey de Asiria: «Su pira se ha hecho profunda y ancha, con su hoguera y abundante leña. El soplo de Yahvé la encenderá como torrente de azufre» (Is. 30:33).
Cuando en 1921 se descubrió en Cartago (en el actual Túnez) un recinto que contenía innumerables estelas, cipos y urnas con restos de incineraciones infantiles, la palabra tofet pareció la más adecuada para designarlo. Se hallaron nueve niveles superpuestos, que contienen 20.000 urnas funerarias de cerámica con restos oseos. Estas urnas están señaladas en su superficie por estelas con una inscripción dedicada a Baal-Hamón o Tanit y en gran número; la inscripción mlkdm hace referencia al sacrificio de un niño, y mlkmr indica su sustitución por una oveja. Este tofet fue utilizado sin interrupción desde el 700 al 146 a.C., momento en que Cartago sucumbió ante los ejércitos romanos.
Con el paso de los años, fueron descubiertos otros recintos similares en el norte de África (Susa, Constantina, Sabratha), así como en Sicilia (Motia) y en Cerdeña (Tarros, Sulcis, Monte Sirai, etc), lugares todos ellos habitados antiguamente por los fenicios, razón por la que el término tofet es utilizado para designar estos enclaves, algunos piensan que un tanto arbitrariamente.
El paisaje de estos recintos a cielo abierto es similar al de una necrópolis de incineración, pero destaca la ausencia de restos de adultos en las urnas y el carácter votivo de las inscripciones sobre las estelas.
Los hallazgos procedentes de Cartago suscitaron de inmediato la polémica y se negó la idea de que «pasar los hijos e hijas por el fuego» significara un sacrificio cruento. Para R. de Vaux probaba que este tipo de sacrificio infantil era conocido desde antiguo en Fenicia y desde allí se habría difundido por el vecino Israel y el occidente fenicio-púnico.
Schaeffer había ya sostenido que los restos humanos encontrados en el tofet de Cartago no correspondían a víctimas de sacrificios, en este caso infantiles, sino a mortalidad atribuible a causas naturales, de modo que se plantea la hipótesis de una posible utilización del tofet como necrópolis infantil. No obstante, su opinión obtuvo escasa acogida y los estudiosos siguieron considerando el molk en términos de sacrificio cruento, que desde tiempo atrás venía además siendo asociado muy estrechamente con el sacrificio semita del > primogénito. Véase GEHENA, HINOM, MOLOC, QUEMÓS.