Susa

Heb. 7800 Shushán, שׁוּשַׁן = «lirio»; Sept. Susán, Σουσάν y Susa, Σοῦσα; Vulg. Susa. Los geógrafos clásicos la conocían por Cissia, Kissía, Κισσία, y a veces Susis, o Susiana. Una de las ciudades más antiguas de Oriente y del mundo. Su origen se remonta al V milenio a.C.
1. Arqueología.
2. Historia.
I. ARQUEOLOGÍA. El descubrimiento de Susa fue llevado a cabo por una expedición francesa al mando de M. Dieulafoy en el año 1884. El lugar había sido anteriormente examinado por Henry Rawlinson en 1826 y despues por A.H. Layard. En 1851 se hicieron algunas excavaciones modestas por William Loftus, que permitieron identificar el lugar con Susa. Una nueva expedición francesa continuó las excavaciones bajo la dirección de Jaques de Morgan, que dio a conocer la civilización elamita, de un carácter peculiar y distintivo respecto de su vecina Babilonia; los resultados de estas y las siguientes excavaciones se darían a conocer en el año 1891. Estos esfuerzos continuaron con Roland De Mecquenem, que cesaron en 1914 debido al comienzo de la I Guerra Mundial. En 1946 se reanudaron los trabajos franceses bajo Roman Ghirshman, que continuaron hasta 1967.
Las excavaciones de Susa y Tepe Musian al norte, prueban la existencia de una cultura original. En los valles de los ríos hay restos muy antiguos de aldeas que aprovechaban para el riego aguas anteriores a la desecación del Irán tras la última glaciación.
Situada sobre el Karkeh, a unos 240 km. del golfo Pérsico, sus ruinas más importantes se encuentran dentro de un espacio de unos 2 km. de largo por casi 1, 5 de ancho. El perímetro mide unos 5 km. Si se engloban las ruinas diseminadas algo más lejos, el perímetro alcanza entonces entre los 9 y 11 km. El conjunto está formado por una serie de tells, el principal de los cuales ha sido explorado desde que en el período de 1884–1886 la expedición francesa inició unas excavaciones. Jacques de Morgan descubrió en este tell el Código de Hammurabi en el año 1901, que en los días de gloria de > Elam fue trasladado de Babilonia a Susa. También ha sido excavado el palacio real, decorado maravillosamente con ladrillos esmaltados en colores y con numerosos motivos en relieve. Es muy posible que este fuera el palacio en el que se dieron las fiestas y banquetes del Asuero del libro de Ester (Est. 1:2, 3, 9; 2:18; etc.).
II. HISTORIA. Susa es la primera ciudad propiamente dicha en territorio elamita; fue fundada entre finales del V milenio y principios del IV a.C. Era un rico emplazamiento, que se iba a convertir en el centro nuclear de un amplio espacio geográfico que abarca las regiones de Sherikhu, a lo largo del golfo Pérsico; Anshan, futura Persia y actual Fars; Elam, con las bajas tierras de Susiana y la montañosa zona del Khuzistán y parte del Luristán, además de la región temporalmente independiente de Marakhashi, que aparece mencionada como Barakhshe o Warakhshe en los textos más antiguos.
Sus habitantes mantenían estrechas relaciones con los de la meseta. Con la primera población de Susa se encuentran hoces y raederas de grano, elaboración de la piedra y cerámica. La industria textil estaba extraordinariamente desarrollada. La metalurgia se implanta con lentitud; por eso, las herramientas de cobre conservaron durante mucho tiempo la forma de las de piedra. Se supone que el cobre procedía del Cáucaso. La cerámica estaba hecha a mano y ennegrecida al humo y, más tarde, decorada con dibujos geométricos en rojo. Esta cerámica ha sido comparada con la del sur del Irán, que es amarillenta con motivos geométricos de animales estilizados. Rastros de la gente de Susa se han recogido incluso en Godin Tepen, donde construyeron una pequeña fortaleza que dominaba una aldea indígena, y también en Tepe Sialk. Abrieron una ruta que llevaba al Irán sudoriental, fundando en la actual Chiraz la ciudad de Anshan (Tall-i Malyan, cerca de Persépolis). Más lejos, levantaron la fortaleza de Tepe Yahya en Kerman, atravesando el desierto de Lut y fundando asimismo el asentamientamiento llamado actualmente Shahr-i-Sokhta, en Seistán.
El surgimiento de la vida urbana en esta zona va acompañado de una modificación en las relaciones sociales, que se van haciendo más complejas tanto desde el punto de vista económico como político. Podemos afirmar que a partir de 3700 a.C., o algo más recientemente, la organización estatal ha hecho su aparición en Susa. En la glíptica aparece un personaje aparentemente con funciones de jefe militar y oficiante religioso, calificado por algunos como un rey-sacerdote. Desconocemos los mecanismos concretos del proceso, pero todo parece indicar que las tensiones surgidas como consecuencia del nuevo orden socioeconómico provocan un período de declive, que coincide con una aceleración del proceso cultural en > Sumer, donde la implantación de la vida urbana cristaliza definitivamente y se convierte en la zona de mayor dinamismo desde el punto de vista cultural.
Este fogoso despertar sumerio favorece indirectamente la consolidación de la cultura elamita, ya que los grupos dominantes de las ciudades de la Baja Mesopotamia se convierten en consumidores de bienes de prestigio en cuya fabricación se emplean, entre otras materias primas, algunas procedentes de Susa. De este modo, Susa se convierte en un centro comercial de primera magnitud, lo que provoca el resurgimiento cultural elamita, que se había visto ensombrecido por la actividad desplegada en el sur mesopotámico.
Este renacer es altamente deudor de la cultura sumeria, especialmente de Uruk, de donde toma la escritura. En torno al 3300 a.C., aparecen pictogramas, es decir, signos figurados, en las tablillas procedentes de Susa, que sirven para la contabilidad del ganado. Poco tiempo después, este sistema de escritura se perfecciona con signos esquemáticos, que configuran la denominada escritura protoelámica, aún no descifrada. En ese mismo período, la cultura elamita desarrolla una glíptica propia, adoptada de la sumeria e inspirada en escenas de la vida diaria o en la figuración de animales fantásticos. Esta glíptica ha servido de guía para delimitar el espacio cultural elamita, en el que se integra una región que paulatinamente adquiere personalidad propia: el Irán, cuya idiosincrasia se mantendrá hasta la llegada de los indoiranios. Allí se han detectado ya más de treinta ciudades del III milenio, vinculadas probablemente a la explotación de los recursos mineros del altiplano iranio, solicitados por Susa y otras ciudades-estado avanzadas, que se convierten en su modelo de organización sociopolítica. Cada ciudad tiene un edificio de tipo palaciego y sus necrópolis testifican las desigualdades entre los miembros de cada comunidad. Todo parece indicar que la comercialización de la riqueza minera es el fundamento de la existencia de clases sociales.
En la campaña de 646 a.C. de > Assurbanipal contra > Elam, Susa conoce el mayor saqueo de su historia; una parte de su población es deportada, como era la política habitual de Asiria. En una tableta de arcilla desenterrada en 1854 por H.A. Layard, Assurbanipal presume de esta destrucción y dice: «Susa, la gran ciudad santa, morada de los dioses, sede de sus misterios, yo la conquisté. Entré en sus palacios, abrí sus tesoros donde la plata y el oro, bienes y riqueza estaban amasados… Yo destruí el zigurat de Susa. Yo desmenucé sus cuernos de bronce fulgurante. Reduje a polvo los templos de Elam; sus dioses y diosas esparcí por los vientos. Las tumbas de sus reyes antiguos y recientes devasté; los expuse al sol y me llevé sus huesos a la tierra de Asur. Yo devasté las provincias de Elam y sembré sus tierras de sal».
La ciudad fue reconstruida por el persa Darío el Grande (522–486), que edificó un grandioso palacio y otras construcciones (Plinio, Hist. Nat. 6, 27), para las que trajo oro, plata, madera, piedra, mármol, canteros y arquitectos de todas partes de su imperio. > Ciro, el conquistador de Babilonia, elevó Susa al rango de capital, honor que compartió con Ecbatana y Babilonia. Fue la residencia de invierno de la dinastía > Aqueménida (cf. Dan. 8:2; Neh. 1:1; Est. 1:2, 5). Tal fue la preferencia por esta ciudad, que el geógrafo griego Heródoto, que escribió mucho sobre el Imperio aqueménida, no sabía nada de otra capital.
Desafortunadamente, un gran incendio durante el reinado de Artajerjes I (465–424) destruyó el palacio y gran parte de sus edificaciones, que fueron restaurados en parte por Artajerjes II (404–358). Al entrar > Alejandro Magno en Susa el año 331 a.C., se apoderó de los grandes tesoros que se guardaban en la ciudad. Tanto él como sus generales prefirieron la capitalidad de Babilonia a la de Susa, lo que marca el comienzo de su decadencia. A la muerte de Alejandro quedó incorporada al Imperio seléucida. Se vuelve a mencionar cuando Antígono se apoderó de ella y del remanente de sus tesoros en el año 317 a.C. (Diódoro Sículo, 19, 48, 7). Cerca de un siglo después, fue atacada por Molo en su rebelión contra Antíoco el Grande. Poco más se sabe de ella hasta su destrucción por el sasánida Sapor II en el siglo IV d.C., y su posterior reconstrucción. Los musulmanes la conquistaron en 638 d.C. durante su guerra contra los persas. Finalmente, fue completamente destruida en 1218 por los invasores mongoles. Hoy es poco más que un monton de ruinas. En el lugar se venera la supuesta tumba del profeta Daniel, que vivió en Susa, así como > Nehemías, durante el cautiverio judío en Babilonia. > Ester se conviritó aquí en reina y salvó a los judíos del genocidio tramado contra ellos. Susa contó con una importante población cristiana durante el primer milenio de nuestra era. Véase ELAM, PERSIA.