Persépolis

Gr. Persépolis, Περσέπολις = «ciudad de los persas»; urbe situada junto al río Puhar, al noroeste de Shiraz, provincia de Fars (Irán). Aparece mencionada en 2 Mac. 9:2.
A 40 kms. al sudoeste de Pasagarda, capital del Imperio aqueménida, fue convertida en la ciudad más importante de todo el Imperio persa por > Darío I (522–486 a.C.). Con un excepcional talento para la arquitectura, Darío emprendió la construcción de este masivo complejo palaciego hacia el 512 a.C., ampliado posteriormente por su hijo Jerjes I (485–465 a.C.) y su nieto Artajerjes I (464–425 a.C). Mientras las capitales administrativas de los reyes aqueménidas fueron Susa, Ecbatana y Babilonia, la ciudadela de Persépolis mantuvo la función de capital ceremonial, donde se celebraban las fiestas del Año Nuevo. Construida en una región remota y montañosa, Persépolis era una residencia real poco conveniente, y se la visitaba principalmente en primavera. Estaba estratégicamente fortificada con una triple defensa. En la cresta de la montaña había una hilera de murallas y torres. Más allá, estaba la inmensa llanura conocida actualmente como Marv Dasht.
En el 330 a.C. Alejandro Magno, en su campaña de Oriente, ocupó y saqueó Persépolis, incendiando el palacio de Jerjes, en revancha por la quema de Atenas por el monarca persa, si hacemos caso a la sola autoridad de Cleitarco (Cleitarco. ap. Athen. 13; Diódoro Sículo, 17, 71, 2, 3; 72, 6); también es posible que Persépolis se incendiara por accidente. Cualquiera que sea la verdad, es una extraña ironía que queden muchos más restos arqueológicos de las glorias pasadas de Persépolis, que de Susa, que fue respetada por Alejandro. La ciudad decayó gradualmente durante el período seléucida y posteriormente. Después de Antíoco Epífanes desaparece de la historia como lugar habitado.
No era propiamente una ciudad residencial, sino más bien un palacio imperial. Se encontraba sobre el fondo grandioso de la montaña Küh-é Rahmat («Monte de la Misericordia»), en una plataforma de roca natural de unos 300 por 500 m. Es un complejo de imponentes edificios construidos en armónico conjunto. Una majestuosa escalinata flanqueada de bellos relieves da acceso a la terraza sobre la que se levantan los palacios colosales de Darío y Jerjes, hoy en ruinas, construidos todos en piedra gris oscura procedente del monte vecino. Los sillares, de gran tamaño y cortados con la máxima precisión, fueron colocados sin mortero o argamasa, y muchos de ellos permanecen todavía en su sitio. Los palacios incorporaron elementos arquitectónicos procedentes de diversas tradiciones: meda, mesopotámica, griega y egipcia. El de Darío tenía unas puertas enormes coronadas por cornisas en forma de gola; la gran sala de audiencias, conocida como apadana, llama la atención por las inmensas columnas, de 21 m. de alto y coronadas con capiteles complejos con forma de toros, trece de ellas aún en pie; la sala destinada a almacén real contaba con cuatro pórticos sostenidos por columnas de madera con decoración polícroma. El de Jerjes tenía un salón del trono compuesto por cien altísimas columnas cuyos capiteles estaban decorados con torsos de toros androcéfalos.
El pórtico monumental, conocido por Puerta de las Naciones, fue construido por Jerjes; en él desemboca la gran escalera de entrada de Persepolis, y bajo él había que pasar inevitablemente para acceder a la ciudad. Para rendir tributo al rey, los enviados de los países sometidos subían por la gran escalera, pasaban por la Puerta de las Naciones y accedían a la gran sala de audiencias. La Puerta de las Naciones está flanqueada por pares de colosales toros alados a modo de guardianes, de cuyos precedentes estilísticos hay testimonios en el arte asirio. Este portal, abierto por tres lados, se compone de una sala de 22 m. de lado, cuya techumbre estaba soportada por cuatro columnas de piedra.
Recientemente se ha encontrado una casa-tesoro con una gran abundancia de tablillas de arcilla en idioma elamita, la mayoría de ellas registros de contabilidad. Véase AQUÉMENIDA, PERSIA.