Mármol

Trad. del heb. 7893 shesh, שֶׁשׁ (Est. 1:6, Sept. párinos, πάρινος; Cant. 5:15, Sept. marmárinos, μαρμάρινος), y shayish, שַׁיִשׁ (1 Cro. 29:2, Sept. parios, πάριος); así llamado por su blancura, referencia indudable a una clase pura de mármol. Gr. 3139 mármaros, μάρμαρος, del vb. maraíno, «relucir»; en principio, significaba cualquier piedra brillante, de ahí mármol (Ap. 18:12).
El mármol es una roca metamórfica compacta formada a partir de rocas calizas que, sometidas a elevadas temperaturas y presiones, alcanzan un alto grado de cristalización. Tras un proceso de pulido por abrasión, alcanza un alto nivel de brillo natural. De gran dureza, era ideal para la construcción.
Con este material se hacían columnas y lujosos enlosados (Est. 1:6; Cnt. 5:15). El empleado en el palacio de > Susa procedía de Persia, donde, según Marco Polo, había abundancia de esta roca en varios colores, especialmente en Hamadam. David lo reunió en abundancia para la construcción del Templo (1 Cro. 29:2). Josefo, al describir los muros de este edificio, afirma que eran de piedra blanca, lithos leukós, λίθος λευκός (Ant. 8, 3, 2), pero sin mencionar su variedad, que puede ser caliza cercana a Jerusalén, o del Líbano (Jura limestone), o mármol blanco de algún país limítrofe. Los mármoles blancos, amarillos y rojos provenían del Líbano; Arabia suministraba variedades selectas. En las regiones de Palestina al este y al oeste del Jordán, se empleaba la variedad roja y blanca para los palacios de la época grecorromana. Las columnas de los pórticos del Templo de Herodes eran monolitos de mármol blanco, con una altura de 25 codos (Guerras 5, 5, 2), cuyos restos todavía abundan en Jerusalén. Véase ALABASTRO.