Oveja

Heb. término gral. 6629 tson, צֹאן, o tseón, צְאוֹן, de una raíz inusitada que sign. «emigrar», de donde el nombre colectivo de un rebaño de ovejas o cabras, como en el gr. melon, μῆλον, y el lat. pecus. Ya domesticado en la época de Jacob (Gn. 30:37–42), el ganado menor fue desde los tiempos del nomadismo una de las principales fuentes de riqueza y sustento del pueblo hebreo, lo cual ha queddo reflejado en la abundancia de vocablos que precisan el sexo y edad de las reses ovinas, semejanes a nuestro vocabulario actual (ovejas, corderos, carneros, lechales, etc.). La cabeza de ganado menor se llama en heb. seh, שֶׂה, que aparece frecuentemente en el ritual de los sacrificios y en las prescripciones sobre los animales puros e ipuros; rajel, רָחֵל, es la oveja madre; áyil, אַיִל, es el carnero semental que también sirve para los sacrificios; kebes, כֶּבֶשׂ, es el cordero destetado, de uno a tres años, que era sacrificado en el ritual de la Pascua; taleh, טָלֶה, o telí, טְלִי, es el cordero joven, que todavía se alimenta de la leche materna.
Los patriarcas hebreos tenían grandes rebaños de ovejas (Gn. 12:16). Sus descendientes, primero en Egipto y después en Canaán, siguieron ocupándose de su cría (Ex. 10:9; 12:32, 38; 1 Cro. 27:31) hasta el tiempo de Cristo (Lc. 2:8). Canaán era un mosaico de montes rocosos, pero también contaba con laderas cubiertas de hierba y llanuras fértiles, además de estepas áridas. Los pastos cananeos eran apropiados para apacentar ovejas. El desierto de Judea, la región meridional y los campos de Moab ofrecían tierras de pastos (Nm. 32:1; Jue. 5:16; 1 Sam. 16:11; 25:2), lo mismo que los alrededores de Harán (Gn. 29:2), el país de Madián (Ex. 2:16), el país de Uz y de los agarenos (Job 1:1–3; 1 Cro. 5:20, 21), y las tierras frecuentadas por las tribus de Cedar y de Nebaiot (Is. 60:7; Ez. 27:21; cf. 1 Sam. 15:7, 9).
La oveja es muy frugal y sufrida y se adapta bien a pastos escasos en lugares semiáridos. El río Jordán atraviesa longitudinalmente Palestina, y de las laderas de los cerros bajan centenares de ríos menores, aunque algunos se secan por completo en el verano, por lo que había que recurrir a los pozos, ya que las ovejas tenían que ser abrevadas cada día (Gn. 29:7–10; Ex. 2:16–19). La carne de estos animales, ceremonialmente puros, era consumida por el pueblo (1 Sam. 14:32; 25:18; 2 Sam. 17:29; 1 R. 4:23), como también su excelente leche (Dt. 32:14; Is. 7:21, 22; 1 Cor. 9:7). Con sus pieles se hacían vestidos burdos (Heb. 11:37; cf. Zac. 13:4; Mt. 7:15) y se usaban en ocasiones para cubrir las tiendas (Ex. 26:14). La lana de la oveja, bien tejida, daba telas muy apreciadas (Lv. 13:47, 48; Job 31:20; Prov. 27:26; Ez. 34:3). Los vencedores exigían como tributo cantidades de lana (2 R. 3:4; Is. 16:1). El esquileo daba lugar a festejos (Gn. 38:12; 1 Sam. 25:4, 11, 36; 2 Sam. 13:23). Los cuernos de los cameros servían como > trompetas y recipientes (Jos. 6:4; 15; 16:1).
La oveja, en especial el macho o carnero, animal puro, era ofrecida en sacrificio por los hebreos y por otros pueblos (Ex. 20:24; Nm. 22:40; Jn. 2:14). Los israelitas la inmolaban en holocausto (Lv. 1:10). El común del pueblo ofrecía una cordera como sacrificio de expiación (Lv. 4:32) y un carnero por el sacrificio de culpa (Lv. 5:15–19) y para el sacrificio de acción de gracias (Lv. 22:21).
La oveja es un animal afectuoso (2 Sam. 12:3), dócil (Jn. 10:3, 4), manso (Is. 53:7; Jer. 11:19), incapaz de valerse cuando es dejado a sí mismo (Mi. 5:7; Mt. 10:16); no puede ir sin ser conducida (Nm. 27:17; Ez. 34:5; Mt. 9:36; 26:31). Las ovejas de Palestina y de las regiones vecinas son por lo general blancas (Sal. 147:16; Is. 1:18; Ez. 27:18); ocasionalmente pueden ser de color negro, pardo o blanco con manchas (Gn. 30:32).
Hay dos razas de ovejas en la tierra de Israel: la del norte, en la que tanto machos como hembras tienen cuernos, y la de cola larga, ovis laticaudata, más común. Ya en la antigüedad se criaba esta especie en Arabia y en tierra de Canaán (Heródoto, Hist. 3, 113; cf. Ex. 29:22; Lv. 3:9; 7:3; 8:25). El peso de estas colas, que se venden en los mercados, varía entre los 4,5 kg. y casi los 7 kg. Si la oveja ha sido bien cebada, la cola se vuelve enorme; cortada en piezas y frita constituye un delicado manjar de la cocina del Medio Oriente.
En el NT, el término gr. común es 4263 próbaton, πρόβατον, de probaíno, «ir adelante», que refleja el movimiento de los cuadrúpedos. Entre los griegos denotaba ganado menor, ovejas y cabras; en el NT, solo ovejas (Mt. 12:11, 12). Metafóricamente indica a aquellos que pertenecen al Señor, las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mt. 10:6); a los gentiles («otras ovejas», Jn. 10:16); a los que están bajo el cuidado del Buen Pastor (p.ej. Mt. 26:31; Jn. 10:1–27; 21:16, 17); a quienes en un día futuro habrán mostrado bondad hacia sus semejantes (Mt. 25:33); y el revestimiento de los falsos profetas (Mt. 7:15).
Como símil se aplica a Cristo (Hch. 8:32); a los discípulos (p.ej. Mt. 10:16); a los verdaderos seguidores de Cristo en general (Ro. 8:36); a las multitudes que buscaron la ayuda de Cristo durante su ministerio terrenal (Mt. 9:36; Mr. 6:34). Véase CORDERO, CARNERO, GANADO, PASTOR, REDIL.
Bibliografía: J. Gess, R. Tuente, “Oveja”, en DTNT, III, 230–234.
OXIRRINCO
Antigua aldea egipcia, hoy el-Bahnasah, en los confines del desierto líbico, a 180 km. al sur de El Cairo. En 1897, los arqueólogos ingleses Bernard P. Grenfell y Arthur S. Hunt, que habían organizado campañas de rescate papirológico durante toda una década en beneficio de la Egypt Exploration Found de Londres, empezaron a trabajar en Oxirrinco, donde encontraron una gran cantidad de documentos, que formaban parte de una rica biblioteca. Su aportación es muy diversa. Ante todo, permitieron conocer la autentica naturaleza del griego bíblico, que resultó ser > koiné o habla popular del mundo helenístico, a la cual se sumaron los hebraísmos propios de los autores individuales del NT.
Los papiros de Oxirrinco proporcionan además numerosos informes y datos históricos, y algunos fragmentos bíblicos, apócrifos, gnósticos, litúrgicos y patrísticos. Entre ellos se encuentran algunos que presentan notables divergencias con los correspondientes pasajes de los Evangelios canónicos, razón por la cual se les ha dado carácter de apócrifos. Oxyrhynchus Pap. 1 y 654 contienen una serie de dichos atribuidos a Cristo, con las palabras introductorias: «Dijo Jesús». Estas colecciones de frases han recibido el nombre genérico de Λόγια, «logia».