Rescate

Heb. 6306 phideyom, פִדְיֹום, o Pideyón, פִּדְיֹון (Ex. 21:30; Sal. 49:8); también phideyón, פִדְיןֹ (Nm. 3:49, 51) = «rescate, redención», cuya raíz aparece 70 veces; 1350 gaal, גאל, raíz prim. «redimir» o «comprar parientes en rescate», se usa 118 veces; 3724 kópher, כֹּפֶר = «cubierta», relacionada con 3722 kaphar, כפר = «cubrir, expiar»; gr. 3083 lytron, λύτρον, lit. «medio de desligamiento», de lýo, «desligar», muy utilizado en la LXX; sin. 487 antílytron, ἀντίλυτρον = «liberación, rescate»; 629 apolýtrosis, ἀπολύτρωσις = «redención, precio de liberación», se traduce como «rescate» en Heb. 11:35, ya que por lo general la liberación tenía lugar mediante el pago de un rescate.
1. Origen y costumbre en Israel.
2. Rescate de los primogénitos.
3. La idea del rescate en el NT.
I. ORIGEN Y COSTUMBRE EN ISRAEL. La idea del «rescate» hace referencia a una situación jurídica de > esclavitud, de miseria. El derecho israelita estimula a salir de la condición de esclavitud, sea que se haya caído en ella por la guerra o por deudas. El rescate o redención de esta deplorable condición significa la restitución de la libertad. La familia estaba obligada a intervenir en el rescate de sus miembros: «Si tu hermano se empobrece y vende algo de su posesión, vendrá su pariente más cercano y rescatará lo que su hermano haya vendido» (Lv. 25:25). No solamente las propiedades, sino las mismas personas pueden ser vendidas, por lo que tienen necesidad de rescate: «Si el huésped o extranjero residente en medio de ti se enriquece, y un hermano tuyo empobrece contrayendo deuda con aquel y se ve obligado a venderse al huésped o al extranjero o a un descendiente de su familia, gozará del derecho de rescate una vez vendido; uno de sus hermanos, su tío, su primo o un pariente cercano, lo podrá rescatar; y si llega a tener medios, puede rescatarse a sí mismo» (Lv. 25:47–49). La institución jurídica del > goel o «pariente próximo que rescata» se funda en la solidaridad familiar, por la que se libera y conserva el terreno solariego y la libertad de los componentes del clan caídos en desgracia. La solidaridad familiar funda el derecho-deber del rescate, incluso en el caso de la «venganza de la sangre» (cf. Nm. 35:9–29). A nivel nacional, el goel de todos los oprimidos es el rey: «Librará al necesitado que suplica, y al pobre que no tiene quien le socorra. Tendrá piedad del pobre y del necesitado, y salvará las vidas de los necesitados. De la opresión y de la violencia rescatará sus vidas; la sangre de ellos será preciosa a sus ojos» (Sal. 72:12–14). En sentido teológico, Dios es el rescatador de su pueblo: «Yo soy Yahvé tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. A Egipto he entregado por tu rescate; a Etiopía y a Seba he dado por ti» (Is. 43:3).
En caso de accidentes en los que había muerte de por medio, el rescate se podía lograr mediante el precio impuesto (cf. Ex. 21:30). Leyes semejantes, que hacen referencia a la liberación de cosas o personas por medio de una suma de rescate, se encuentran en la legislación babilónica de Esnunna (n. 54) y en el código de Hammurabi (n. 251).
II. RESCATE DE LOS PRIMOGÉNITOS. Presente en la legislación mosaica tenemos la ley sobre el rescate de los primogénitos (Ex. 34:19–20), relacionada con el aborrecimiento judío a la ofrenda de víctimas humanas en sacrificio practicada en la antigüedad por las religiones cananea y fenicia. Dios no acepta el sacrificio cruento de los hijos, sino que son rescatados, sustituidos, por la inmolación de un animal ritualmente puro. Originalmente, todos los hijos primogénitos constituían la propiedad de Dios: «Porque mío es todo primogénito de entre los hijos de Israel… desde el día que yo herí a todo primogénito en la tierra de Egipto, los consagré para mí» (Nm. 8:17). Posteriormente, los levitas > fueron elegidos para reemplazar a los primogénitos del resto de las tribus en el servicio del Santuario (Nm. 8:14, 16, 18). Con todo, era preciso «rescatar» a cada primogénito a la edad de un mes, por el precio de cinco siclos de plata (Nm. 18:15–16). Todavía en la actualidad, los judíos practican la ceremonia del rescate, denominada Pidión Habén. Tiene que ver con el hijo varón primogénito que «abre la matriz», porque según la casuística judía, si un primogénito varón nace por operación de cesárea, no se requiere la realización del Pidión Habén, ni tampoco el varón primogénito nacido después de un aborto. La ceremonia debe realizarse el día treinta y uno después del nacimiento; si el acto del rescate se realiza antes, no es válido y debe repetirse. Si el padre descuida el rescate en el momento adecuado, persiste la obligación continua de hacerlo hasta que el niño cumpla los trece años, edad en que asume la responsabilidad de redimirse a sí mismo. Se exige la presencia de un sacerdote-kohén para efectuar la ceremonia. Se acostumbra utilizar cinco monedas de plata de la moneda básica del lugar para simbolizar los cinco siclos de plata prescritos por la Ley de Moisés.
Durante la ceremonia, el kohén pregunta al padre: «¿Qué prefieres, entregarme tu hijo o redimirlo?» El padre responde: «¡Redimirlo!» Sosteniendo las cinco monedas de plata en las manos, el padre pronuncia la siguiente bendición en hebreo: «Bendito eres tú, Señor, nuestro Dios, Rey del Mundo, que nos has santificado con tus preceptos y nos has ordenado lo referente al rescate del hijo». El padre entrega el dinero al kohén, el cual lo toma y lo pasa sobre la cabeza del niño diciendo: «Recibí de ti estos cinco siclos por el rescate de tu hijo. Con ellos él queda rescatado según la fe de Moisés y de Israel». El kohén coloca el dinero sobre la mesa, y elevando sus manos sobre la cabeza del niño pronuncia la bendición sacerdotal. Concluye la ceremonia con una bendición sobre una copa de vino.
III. LA IDEA DEL RESCATE EN EL NT. Conforme a la mentalidad e imagninería judías, el NT presenta la muerte de Cristo como el pago de un rescate para la liberación de los pecadores, esclavos del pecado (Jn. 8:34), siendo su sangre derramada el precio estipulado (cf. Mt. 20:28; Mc. 10:45; 1 Ti. 2:6). Al haber dado su vida en rescate por el mundo, Cristo ha ganado la liberación de los que creen en él. «Se dio a sí mismo en rescate por todos» (1 Ti. 2:6), lo que indica una redención virtualmente universal, con lo que recapituló en sí la función del goel o pariente próximo, del rey que libra a su pueblo y del Dios que da su propia persona en rescate, de modo que en línea de continuidad con el rescate de los primogénitos, Cristo «murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos» (2 Cor. 5:15). Véase EXPIAR, GOEL, LIBERACIÓN, REDENCIÓN.