Vasija

Heb. prop. 3627 kelí, כְּלִי = algo «preparado», de donde «utensilio, vasija, vaso»; 6835 tsappajath, צַפַּחַת = «vasija», de una raíz inusitada que sign. «expandir»; 5518 sir, סִיר, recipiente, ya sea grande o pequeño, traducido como «olla» o «caldero».
Las vasijas de la antigüedad eran recipientes de diverso tamaño, gral. de barro, y a veces de metal. Tenían distintos usos domésticos, especialmente en la cocina (Ex. 16:3; 2 Cro. 35:13; Job 41:22; Ez. 24:3–5); también como recipientes para el aseo pesonal (Sal. 60:8) y para afinar metales (Prov. 27:21).
El agua que se necesitaba en las casas se guardaba en vasijas de piedra o de barro poroso, que, mediante la evaporación, la mantenían fresca para beber, tan necesaria en climas cálidos. «Un vaso de agua fría» era la manifestación general de cortesía (Mat. 10:42). Estas vasijas solían tener dos asas, servían para sacar agua del pozo y para llevarla del pozo o de la fuente hasta la casa (cf. Ec. 12:6). Por lo general, eran las mujeres las encargadas de este menester; llevaban las vasijas sobre la cabeza o la espalda (Gn. 24:13, 15, 16; Jn. 4:28); los hombres las llevaban ocasionalmente (Mc. 14:13). El vino se conservaba en vasijas de tierra (Heródoto, 3, 6), que eran frecuentemente de grandes dimensiones (Homero, Odisea, 2, 340). También se guardaban en ellas el aceite o la harina para cocinar (1 R. 17:12).
Las vasijas de barro se quiebran fácilmente y tenían que reponerse con frecuencia. Los escritores bíblicos utilizan con frecuencia la imagen de la fragilidad de las vasijas de alfarería para ilustrar el juicio divino sobre los enemigos de Dios, o sobre su pueblo que le desobedece: «Los quebrantará con vara hierro; como a vaso de alfarero los desmenuzarás» (Sal. 2:9). «Así ha dicho Yahvé de los ejércitos: Así quebrantaré a este pueblo y a esta ciudad, como quien quiebra un vaso de barro, que no puede más restaurarse» (Jer. 19:11). Véase ALFARERO, CERÁMICA, OLLA, VASO.