Pozo

Heb. 875 beer, בְּאֵר, de una raíz que sig. «excavar». > Fuente de agua viva, no corriente, expresada con la palabra ayin, עַיִן, también distinto de la > cisterna, bor, בּוֹר, que con frecuencia denota una reserva de agua de lluvia.; gr. 5421 phréar, φρέαρ = «hoyo cavado para conseguir agua», distinto de 4077 pegé, πηγή = «fuente natural».
1. Importancia de los pozos.
2. Los pozos y las mujeres.
I. IMPORTANCIA DE LOS POZOS. En una tierra tan seca como Palestina, donde no abundan las fuentes a flor de tierra, el agua se buscaba cavando pozos, algunos hasta de más de de 40 m. de profundidad, o bien recogiéndola y conservándola en cisternas o aljibes. La toponimia israelita abunda en nombres de ciudades cuyo primer elemento es beer, p.ej. Beerseba = «pozo del juramento», que indica ciudades levantadas junto a pozos, elemento decisivo para hombres y animales. Las disputas sobre un pozo, frecuente entre pastores, eran causa de batallas sangrientas (Gn. 26:15–22; cf. 2 R. 3:19; 2 Cro. 26:10). La vida en el desierto no podía desarrollarse sino alrededor de los pozos y en relación con ellos, por tanto adquirieron una importancia primordial en la historia de Israel, sobre todo durante su peregrinación en el desierto. En Nm. 21:16–18 se registra una canción popular, compuesta y cantada con ocasión de la apertura de un nuevo pozo, que refleja toda la expectativa de la ocasión: «¡Brota, pozo! Cantadle. Pozo que cavaron príncipes, que abrieron jefes del pueblo, con sus cetros y bastones».
Los pozos se excavaban en el suelo hasta llegar a una capa de agua en una depresión o que se filtraba a través de las arenas. En ocasiones se captaba una fuente (cf. Gn. 16:7, 14; 24:11, 13). Si se descubría agua en un terreno arenoso, se abría un pozo con rapidez. Se abrían pozos en los lechos secos de los torrentes cuando se sospechaba que debajo de ellos corrían aguas vivas (Gn. 21:30, 31; 24:19; 26:20–25). Había numerosos pozos en la llanura marítima de Filistea, donde un inagotable curso de agua subterránea se abría camino hacia el Mediterráneo. En la región montañosa de Palestina se cavaban pozos en la roca calcárea.
Exteriormente, el pozo no se diferenciaba mucho de la cisterna. El agujero estaba protegido por un brocal (Jn. 4:6), cubierto por una piedra o una plancha para que ni personas ni animales cayeran accidentalmente (Gn. 29:2, 3; Ex. 21:33; 2 Sam. 17:19; Ant. 4, 8, 37).
El interior del pozo, recubierto generalmente de obra, tenía una escalera que permitía llegar hasta el agua, si su nivel no era demasiado bajo. Se ponían pilas de madera o piedra cerca del orificio, para que abrevaran los ganados y rebaños (Gn. 24:30; Ex. 2:16).
El agua era sacada con cántaros (Gn. 24:16). Si el pozo era muy profundo, se bajaba un cubo u otra vasija con una cuerda (Jn. 4:11). En ocasiones se usaba tracción animal para tirar de la cuerda. También se usaban tornos.
II. LOS POZOS Y LAS MUJERES. La vida de las comunidades girababa alrededor del pozo y la fuente. No tiene nada de extraño, por tanto, que los pozos está íntimamente asociados a las mujeres, como su entorno propio y casi exclusivo. Eran ellas, especialmente las jóvenes, las encargadas de sacar agua. En un pozo tuvo lugar el encuentro entre > Eliezer, siervo de Abraham, y Rebeca, futura esposa de Isaac (Gn. 24:11–17). Años más tarde y tal vez en el mismo lugar, la escena se repite, esta vez con el hijo de Rebeca, Jacob, y Raquel (Gn. 29:23, 9–12). Moisés, huyendo de Egipto, se refugió en el desierto de Madián y se sentó junto a un pozo, donde se encontró con las siete hijas del sacerdote Jetró, que solían salir a sacar agua y llenar los abrevaderos para el rebaño de su padre. Moisés defendió a las muchachas de unos pastores que intentaron echarlas (Ex. 2:16–21). En el NT es conocida la escena de Jesús sentado junto al brocal del pozo de Jacob hablando con una mujer samaritana sobre el agua viva que calma la sed para siempre (Jn. 4:1–42). Véase CISTERNA, ESTANQUE, FUENTE.