MARA, Aguas de

Heb. 4785 Marah, מָרָה = «amargo, amargura», por el sabor del agua; Sept. Merrhâ, Μεῤῥᾶ pikría, Πικρία. Vulg. Mara. Primera estación en el desierto de Shur donde acomparon los israelitas en su viaje hacia el Sinaí, a tres días de distancia del paso por el mar Rojo (Ex. 15:27; Nm. 23:8). Había una fuente de aguas amargas. La mala calidad del agua hizo murmurar a los sedientos peregrinos contra Moisés. La crisis por la falta de agua representa el primer momento de confrontación en el camino del desierto que obliga a Israel a tomar una decisión fundamental respecto a su confianza en Yahvé y su siervo Moisés. Este invocó a Dios y con una cierta madera, que Dios les ordenó arrojar a estas aguas, se volvieron dulces (Ex. 15:23–26; Nm. 33:8, 9). Desde el punto de vista teológico, el texto quiere establecer una relación entre el agua y la Ley. Dado que las aguas envenenadas y mortales se convierten en aguas dulces y potables, las cuales conservaban al pueblo con vida, parece que el redactor ve en esta agua purificada una imagen de la Ley de Yahvé, fuente de la verdadera vida para el pueblo. A la vez se dice que el agua fue «sanada» (v. 26), mostrando que aquel que sanó el agua que no se podía beber, se presenta como el que puede sanar a su pueblo de todas sus enfermedades, siempre y cuando obedezcan a su voluntad manifiesta en sus mandatos.
Por lo general, se identifica Mara con ‘Ain Hawârah, a unos 75 km. del canal de Suez, y a pocos km. del mar Rojo, del que está separada por una cadena de colinas. El pozo es mucho más grande en el fondo que en el brocal. Su profundidad es de unos 7 a 8 m. Al ser el suelo de la región rico en sodio, el agua es salina y amarga. Sin embargo, B. Ubach sostiene que Mara se encuentra a 14 km. al sudeste de Suez en las fuentes conocidas con el nombre de ’Ayun Musa = «fuentes de Moisés». La riqueza de algarrobos, granados, olivos, tamariscos, y sobre todo palmeras; la abundancia de fuentes, que brotan muy copiosas en número de una decena, hacían de aquel lugar uno de los oasis más ricos de la península sinaítica. El lugar se ajusta a los «tres días de camino» mencionados en el texto, frente a ‘Ain Hawârah, paraje estéril, sin más vegetación que unos pocos arbustos y sin más agua que la depositada en unos seis hoyos, insuficientes para una caravana numerosa.