NOÉ

Heb. 5146 Noaj, נחַֹ = «reposo, descanso»; de la raíz nuaj, en el sentido de «descansar»; también se le hace derivar de la raíz niham, forma pi’el, «consolar»: «Éste nos aliviará [yenahamenu] de nuestras obras y del trabajo de nuestras manos, a causa de la tierra que Yahvé maldijo» (Gn. 5:29). Sept. y NT Noé, Νῶε; Josefo Nóeos, Νώεος.
1. Noé y el diluvio.
2. El “Noé” sumerio.
I. NOÉ Y EL DILUVIO. Hijo de Lamec, descendiente de Set (Gn. 5:28–29), décimo de los patriarcas desde Adán y nuevo padre de la humanidad. A los 500 años de edad engendró a > Sem, > Cam y > Jafet (Gn. 5:32). Cuando contaba 600 años sobrevino el > diluvio (7:6). Dios aviso a Noé de sus intenciones de destruir a la humanidad por medio del diluvio, destrucción de la que él solo se salvaría debido a que «halló gracia a los ojos de Yahvé» (6:8), ya que era hombre justo (tsaddiq) y perfecto (tamim) entre tantos pecadores (6:9). Recibió instrucciones de construir un arca (tebah) de madera de gófer, en la cual él, su esposa, sus hijos y sus esposas, juntamente con machos y hembras de todas las especies animales de la tierra, deberían salvarse (6:13–21).
Cuando llegó el tiempo señalado, nadie excepto Noé y su familia inmediata encontraron refugio en el arca. Siete días antes de que las aguas empezaran a cubrir la tierra, se le ordenó a Noe entrar en el arca con su esposa, sus tres hijos y sus esposas, siete pares de animales limpios, y dos pares de animales impuros y pájaros silvestres (7:1–4). Dejó abierta la puerta aún siete días y después el mismo Dios la cerró (Gn. 7:4, 7, 10, 16). Una y otra vez se enseña que Noé todo lo hizo «conforme a lo que Dios le mandó» (Gn. 6:22; 7:5, 9, 16), sin apresuramiento ni aturdimiento, en reposo, tranquilidad y confianza en la orden recibida. Al cabo de un año de vivir en el arca, Noé dejó salir primero a un cuervo y después a una paloma (hasta tres veces), para verificar de una manera factual el estado de la tierra (Gn. 8:6–12); a continuación abrió la cubierta del arca (Gn. 8:13). Solo salió de ella, no obstante, obedeciendo a una orden determinada de Dios (ocho semanas más tarde, ni antes ni después) con todos los suyos y con los animales que se habían salvado (Gn. 8:15–19). De inmediato, el patriarca erigió un altar, ofreciendo a Dios sacrificios, y es sobre la base del sacrificio que Yahvé establece un pacto con él y con sus descendientes (Gn. 8:20; 9:9).
Los puntos esenciales de este pacto son:
1. Dios promete no volver a enviar jamás un diluvio de aguas sobre toda la tierra; los días, las estaciones y las cosechas durarán tanto tiempo como dure el mundo (Gn. 8:21–22; 9:11, 15).
2. Como Adán en el pasado (Gn. 1:28), Noé y sus hijos recibieron la orden de ser fecundos y de multiplicarse y llenar la tierra (Gn. 9:1, 7).
3. Dios entregó en sus manos los animales, y les concedió su carne como alimento, en tanto que Adán, antes de la caída, era vegetariano (Gn. 9:2–3; 1:29).
4. Se emite la prohibición general de comer sangre (Gn. 9:4; cf. Lv. 17:10–11).
5. La vida humana queda protegida contra los animales y los mismos hombres (Gn. 9:5–6). Este texto instituye la pena de muerte por primera vez en el AT (cf. Lv. 24:17, etc.; para el NT, cf. Ro. 13:4).
6. Se establece el arco iris como señal de este pacto perpetuo (Gn. 9:12–17).
Noé, el nuevo Adán (9:1), es bendecido por Dios con la misma fórmula empleada el día de la creación del primer hombre (1:28). En el principio, Dios dio al hombre como alimento «toda hierba verde» (1:29), pero ahora autoriza a Noé para que coma la carne de todos los animales (9:3), si bien prohibiéndole «comer carne con su sangre» (9:4; Lv. 17:10–14; Dt. 12:16, 23–25, etc.). A continuación, se dice que Noé labró la tierra y plantó una viña, y no estando familiarizado con los efectos del jugo de uva fermentado, bebió sin medida y fue sorprendido por el efecto embriagador del vino. Sem y Jafet se comportaron para con su padre con respeto filial. Pero Cam manifestó una actitud indecorosa que suscitó la cólera de Noé y atrajo sobre Canaán, hijo de Cam, una maldición profética (Gn. 9:20–27; cf. Ex. 20:5–6). Se cree que mediante esta perícopa el autor sagrado se propuso polemizar contra los cananeos, que en las fiestas de sus dioses, los Baales y Astartés, divinidades de la fecundidad y de la fertilidad, se entregaban a la más desenfrenada inmoralidad, condenado así aquella vida licenciosa provocada en parte por el vino que, según ellos, era invención de sus dioses, con lo que erigían la depravación como rito religioso.
Noé vivió trescientos cincuenta años más después del diluvio y murió a la edad de novecientos cincuenta años (9:20–29.) En los libros posteriores de las Escrituras, es presentado como modelo del hombre justo (Eclo. 44:17; Ez. 14:14, 20) y como ejemplo de fe salvífica (Heb. 11:7). En el NT se le llama «pregonero de justicia» (2 Pd. 2:5), pues mientras duraba la paciencia de Dios (1 Pd. 3:20), él predicaba a sus contemporáneos que se salvaran del inminente juicio que se avecinaba (Heb. 11:7).
II. EL “NOÉ” SUMERIO. Entre 1872 y 1876, George Smith comenzó a dar a conocer el relato caldeo del Diluvio y publicó su traducción de la escritura cuneiforme que se hallaba en las tablillas encontradas en la biblioteca de Assurbanipal, concretamente lo que ahora conocemos como la > Epopeya de Gilgamesh. En ella se narra una historia que guarda estrecha relación con el relato bíblico. El nombre del héroe o protagonista es Ut-napistim, que corresponde al sumerio más antiguo Ziusudra o Ziuzudu, y al acadio Atrahasis, nombre conservado en la forma griega Xisuthros por Beroso.
En el contexto politeísta de estos relatos, son los dioses los que, cansados de los problemáticos humanos, deciden acabar con nuestra especie, pero un dios, Ea/Enki, advierte a Ut-napistim/Ziusudra y le ordena que construya un barco a fin de salvarse él y los suyos: «En el tiempo que yo te fijaré entrarás en la barca y cerrarás la puerta; (coloca) en el interior tu grano, tus riquezas, tu familia, tus parientes, artesanos, tu ganado mayor, bestias salvajes y abundancia de herbaje”.
La tormenta e inundación fueron tan tremendas que los mismos dioses se alarmaron por la catástrofe que habían desatado sobre el mundo. «Los dioses estuvieron asustados por el diluvio, y ascendieron retrocediendo hasta el cielo de Anu. Los dioses, agachados como perros, se agazaparon contra el muro exterior». La gran tormenta duró seis días y seis noches y exterminó a todos los seres vivientes, que «volvieron a la arcilla». Después de siete días el barco tocó la cima del monte Nisir. Ut-napistim esperó una semana, y el séptimo día envió una paloma. La paloma regresó al no encontrar lugar donde posarse. Luego envió una golondrina, con los mismos resultados. La tercera ave, un cuervo, no volvió. Entonces Utnapistim reconoció que se había secado la tierra.
Los paralelismos continúan: Ut-napistim salió del arca y ofreció un sacrificio a los dioses, los cuales olieron con deleite el aroma.
La diferencia más notable respecto al Noé bíblico es que mientras este busca salvar a sus conciudadanos, el Noé sumerio recibe la orden de mentir, diciendo a cualquiera que le preguntase que el dios Enlil le había tomado odio y que no podía vivir más en el territorio de Enlil, sino que debía alejarse de allí navegando. Con todo, las semejanzas son soprendentes y apuntan a un parentesco. Los exegetas más ortodoxos proponen que en un principio debió existir una tradición primitiva (no hallada), de la cual poseeríamos dos versiones: la sumerobabilónica y la israelita. Los más críticos consideran que el relato bíblico es la versión israelita de una tradición mesopotámica, reconsiderada a la luz del monoteísmo y sin eliminar todos los rasgos antropomórficos de la divinidad. Esta tradición sería llevada, junto con otras muchas, por los > patriarcas que emigraron del país de Mesopotamia para ir instalarse en la tierra de Canaán. Véase ARCA DE NOÉ, CAM, CANAÁN, DILUVIO, JAFET, SEM.