Talmud

Heb. Talmud, תַּלְמוּד = «instrucción, enseñanza»; del vb. lamad, למד = «enseñar». Vasta recopilación de tradiciones judías relativas al AT y a todas las ramas de la vida civil, moral, filosófica, jurídica, médica y religiosa.
1. Naturaleza y principios.
2. Relación con el cristianismo.
I. NATURALEZA Y PRINCIPIOS. El Talmud es la obra principal del judaísmo. Consta de un código de leyes, denominado > Mishnah, y de un comentario sobre este, llamado > Gemarah. El material del Talmud relativo a las decisiones de los sabios acerca de las cuestiones legales en disputa se conoce como > Halakhah; las leyendas, anécdotas y recopilaciones históricas, éticas y didácticas, utilizadas para ilustrar la ley tradicional, reciben el nombre de > Haggadah.
El Talmud surge como necesidad imperiosa de una comunidad religiosa centrada única y exclusivamente en la Ley, a la cual, por ser de autoridad divina, nada podía agregarse o cambiarse; sin embargo, ya que las condiciones de vida y las situaciones históricas cambiaban, se hacía necesaria la promulgación de nuevas ordenanzas acordes a los nuevos tiempos y circunstancias. A esto responde la creación de una tradición hermenéutica encargada de explicar y aplicar el texto antiguo a las nuevas situaciones trasmitida oralmente. Cada decreto de este tipo (halakhah), si había existido desde tiempo inmemorial y nada más podía ser dicho en relación con su origen, se afirmaba que era una ley dada a Moisés en el Monte Sinaí, llegando a convertirse en dogma del judaísmo rabínico la idea de que Moisés, al mismo tiempo que la Ley escrita registrada en el Pentateuco, recibió además detalladas explicaciones de las diferentes leyes, que transmitió oralmente a sus sucesores.
No se pusieron por escrito antes del s. V o VI d.C. todas estas enseñanzas y explicaciones, la Mishnah canónica, punto de partida del posterior desarrollo de la Ley tradicional plasmada en el Talmud. Existen dos versiones: el Talmud palestino, llamado Talmud de Jerusalén (talmud Yerushaláyim, תַּלְמוּד ירְוּשָׁלַיִם), concluido en el siglo V d.C., y el Talmud de Babilonia, también conocido como Shas, abreviatura del heb. shishah sedarim, «seis ordenes». Es el que tiene la mayor autoridad entre los judíos, y fue acabado definitivamente hacia el año 500 d.C.
En el Talmud palestino el texto de la Mishnah es tomado oración por oración, y explicado con creciente profundidad casuística. El Baraithoth, las máximas de la Torah que no se encuentran en la Mishnah, así como los párrafos legales, siempre aparecen en hebreo, como también la mayoría del material agregado; el resto está escrito en un dialecto arameo occidental. Junto con la Halakhah contiene rico material haggádico. Fue impreso por primera vez en Venecia en 1523. Le siguieron ediciones en Cracovia (1609); Krotoshin (1866); Zhitomir (1860–67); Piotrkow (1900–02) y la traducción francesa de Moisés Schwab en 12 vols. que vio la luz en París (1879–80, 1890).
Mientras que en Palestina hubo una mayor tendencia a preservar y propagar lo que había sido trasmitido, en Babilonia se desarrolló la interpretación de la Ley en todas las direcciones, lo que explica que el Talmud Babilónico adquiriera una mayor significación para el judaísmo que el Palestino. De esta manera., el material creció rápidamente y se codificó poco a poco, tarea emprendida por R. Ashi (m. 427), cabeza de la escuela de Sura, y por R. Abina o Rabbina (m. 499), el último de los amoraím (אָמוֹרָאִים). Los estudiosos que vivieron después de ellos (a finales del siglo V y principios del VI), son llamados saboraím, «razonadores», porque consideraron y también completaron lo que había sido escrito por los amoraím, agregando sus propios comentarios. Fueron ellos los que realmente completaron el Talmud Babilónico. Incluye 36 tratados, y es por lo menos cuatro veces más extenso que el Palestino, aunque este último ocupe 39 tratados. También fue impreso en Venecia por primera vez por Daniel Bomberg, en 12 vols. (entre 1520 y 1523), seguido por una edición en Ámsterdam (1644–48), y Frankfurt (1720–22). Traducido al alemán por Lazarus Goldschmidt, 8 vols., Berlín y Leipzig (1899–1921; reed. en 12 vols., 1930–1936), y al español bajo la dirección de Mario Calés, editado por Abraham J. Weiss, hasta el presente se han publicado 15 vols. de los 23 proyectados (Buenos Aires. Argentina 2000). En España, la Editorial Edaf también ha emprendido la publicación del Talmud en su totalidad.
En su conjunto, el Talmud adolece de falta de método y estructura ordenada; más que un libro es un compendio de materiales y apuntes extensos e inconexos de las reuniones académicas en que se hablaba y se discutía sobre todo asunto, contraponiendo textos, principios y decisiones. Es una peculiar labor hermenéutica que obliga al desarrollo de las facultades de análisis, razonamiento y crítica. Está basada en un sistema de preguntas y respuestas, con sus consiguientes objeciones y conclusiones, muy semejante al método educativo de la escolástica. Los sabios del Talmud prácticamente no dejan nada sin preguntar. Cuando consideran que la Mishnah se contradice, intentan entender la diferencia existente. Muchas veces se utilizan otras fuentes de los sabios, por ejemplo, la > Toseftá, tosephtá, תּוֹסֶפְתָּא, y la Baraitá, baraythá, בָּרַיתֳא. El procedimiento de estudio era el siguiente:
1. Comenzaba con la «explicación», perush, פֵּרוּשׁ, introducida con la fórmulas: «¿qué es esto?», «¿qué dice?», «¿cómo debe entenderse?», «¿de qué trata?», «¿quién pudo pensar semejante cosa?», o «¿cómo debemos interpretarlo?».
2. Le seguía la «pregunta» o «cuestión» a tratar, sheelah, שְׁאֵלָה. Si era presentada por una escuela a otra, se introducía con la fórmula, «estos proponen a aquellos»; si por varias personas a una sola, «ellos dicen a él»; y si por una individuo a otro, «inquirió de él».
3. La «respuesta», theshubah, תְשׁוּבָה, podía consistir en respuestas u objeciones fuertes, introducidas con las fórmulas: «¿De dónde has obtenido esto?», o «se necesita conocer la decisión en este caso».
4. A continuación, se aportaban citas de las Toseftá, indicadas con la palabra taná, «él enseña», y la Baraitá, indicadas con alguna de estas formas: tanú rabbaán, «nuestros rabinos han enseñado», o taní jadá, «cierto [rabí] ha enseñado».
5. El «paréntesis» o «supensión», teqú, תֵּיקוּ, cuando un caso no se podía decidir ni a favor ni en contra.
6. La «objección», qusheyá, קֻשְׁיָא, una cuestión no fijada en la Halakhah, pero sí en otros sabios, susceptible de ser debatida. Se introducía con las fórmulas: «Venid y oid»; «escuchad esto»; «si es así»; «por consiguiente»; «hay controversia en este punto»; «¿cuál es la base del debate?».
7. La «refutación», teyubtá, תְּיוּבְתָּא, usada para resaltar la autoridad de la Biblia frente a los tanaítas y para oponer la autoridad de un tanaíta frente a un amoraíta. Se introducía con la fórmula: «esta objección es realmente de gran peso».
8. La «contradicción», remiyyah, רְמִיָּה, objeción presentada a una opinión ofrecida por una autoridad contraria, introducida con la fórmula: «pero yo opongo esto».
9. La «argumentación», hathqaphah, הַתְקָפָה, introducida con la fórmula: «tal rabí objeta a esto». Si la objección no era refutada, adquiría el valor de halakhah.
10. La «solución», peruq, פֵּרוּק, respuesta explicada a la objeción.
11. La «invalidación», shinnuy, שִׁנּוּי, «repudio o negación», cuando un sabio, profundamente presionado en un debate, desplaza su tesis sobre otra, mediante la fórmula: ¿de quién es esta frase?
12. La siyyuá, סִיּוּעַ, «apoyo», evidencia corroborativa de una doctrina o principio, introducida con la formula: «se puede decir», «hay base para esto».
13. La «necesidad», hatserakhah, הַצְרָכָה, término usado para justificar una sentencia o palabra, e incluso una sola letra, aparentemente superflua en la Biblia o la Mishnah. Introducida con la fórmula: «¿para que es esto?», a lo que se responde «es absolutamente necesario?».
14. El «acuerdo», shitah, שִׁיטָה, cadena de maestros talmúdicos citada contra una proposición dada.
15. Sugeyá, סֻגיֳא, significa naturaleza propia de una cosa. Con esta palabra la Gemarah se refiere a sí misma respecto a sus propiedades y características.
16. Hilkethá, הִלְכְּתָא, es la conclusión última sobre un tema debatido, a partir del cual se constituye una regla de conducta. Gran parte de la Gemarah consiste en discusiones que han sido verificadas, confirmadas y designadas. Cuando los defensores de dos tesis opuestas han llevado el debate a un asunto, dicen: «la Hilkethá es con tal».
17. Maasah, מַעֲשָׂה, factum, el establecimiento de una Hilkethá mediante casos de la experiencia o práctica presentes.
18. Shematetha, שְׁמַעְתְּתָא, «informe que se escucha», describe un juicio o principio que, fundado en la Sagrada Escritura o en una autoridad evidente por sí misma, debe ser escuchado como incontestable.
19. Horaah, הוֹרָאָה, «demostración», doctrina, legítima y autoritativa.
20. Haggadah, הַגָּדָה, «dicho», incidente relatado, anécdota o leyenda empleada en el curso de la elucidación. Hagaddah no es ley, sino que sirve para ilustrar la Ley.
Al Talmud le corresponde en gran medida el mérito de haber mantenido durante siglos la identidad judía, a pesar de la dispersión entre poblaciones de religión distinta. Es como el código universal del pueblo en la diáspora después de la Biblia. No le han faltado movimientos contestatarios dentro del propio judaísmo, como los > caraítas del siglo VIII d.C., que llegaron a rechazarlo. Pero sus mayores enemigos han sido siempre ajenos a la religión judía y partidarios de la total eliminación de la identidad israelita. Pese a todo, continúa uniendo a los judíos en su conciencia de pueblo de la promesa. De él dimana un profundo sentido de la unicidad y la grandeza de Dios, de la veneración que se debe a su voluntad expresada por la Ley, de serena confianza en su dirección de la historia humana.
II. RELACIÓN CON EL CRISTIANISMO
1. Jesús en el Talmud. Son pocas las referencias que se hacen a Jesús en el Talmud, y casi todas radicalizadas contra el número creciente de judeocristianos, anatematizados por ser un peligro para la unidad del judaísmo que nace de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. Los textos que en el Talmud afectan a Jesús son aproximadamente una quincena. De entre ellos solo tres o cuatro lo nombran de una manera expresa, y, realmente solo un par de ellos transmiten alguna noticia sustancial. Otros aluden a «una cierta persona» (peloní), como si nombrarlo expresamente fuera ya concederle demasiado honor; otros llaman a Jesús Yeshúa Ben Sthada o Yeshúa Ben Panthera y unos pocos tratan más bien de la madre del Nazareno que de él mismo.
María aparece en b. Shabbat 104b como una peluquera, también como maestra de primer grado (b. Hagigah 4b), o como mujer de Pandera, Pandira o Pantera, un soldado romano, con quien había tenido un hijo adulterino, o según otra fuente (b. Kallah 51a), un hijo ilegítimo por haber sido concebido ciertamente de su marido, el tal Pantera, pero durante el ciclo menstrual, lo que lo hacía rigurosamente impuro. El nombre con el que se denomina también a Jesús en este y en otros pasajes es Ben Sthada, que viene a significar «el hijo de la desviada».
En otro texto se habla de María como una adúltera: «Ésta es de la que se dijo: Era descendiente de príncipes y gobernantes (reyes), pero hizo de prostituta entre carpinteros» (b. Sanhedrin 106a).
Los rabinos también acusan a Jesús de magia y hechicería; dicen que había vivido en Egipto y que de allí había vuelto con el cuerpo lleno de conjuros tatuados en la piel (Shabbath 104b, b. Sanhedrin 67a). La acusación de > hechicería era algo muy grave de acuerdo con las leyes del Imperio, y por eso un lugar común en las acusaciones contra los apóstoles cuando realizaban algún prodigio de curación.
Más grave aún es el cargo genérico de que Jesús enseñaba al pueblo la idolatría, es decir, que extraviaba y seducía a Israel (b. Sanhedrin 103a). Jesús es un seductor, un falso profeta que predicó a Israel una religión falsa, al igual que Balaam era un falso profeta.
La muerte de Jesús y sus causas ocupan algunos pocos pasajes más del Talmud: «Es tradición: En la víspera de la Pascua fue colgado Jesús (el Nazareno), y el heraldo fue por doquier durante cuarenta días diciendo: “Jesús de Nazaret va ser apedreado, porque ha practicado la magia y ha engañado y extraviado a Israel. Si alguien sabe algo en su favor, que salga y declare sobre él. Pero no encontraron nada en su favor. Y lo colgaron en la víspera de la Pascua. Ulla dice: ¿Habría que suponer que Jesús el Nazareno, un revolucionario, tenía algo a su favor? Era un engañador…» (Sanhedrín 43a). El texto confirma la muerte de Jesús por crucifixión, algo que se repite en otros pasajes (Sanhedrin IX 7).
2. Detractores y defensores. En las disputas o debates escolásticos de la Edad Media, muchos teólogos alegaron que el Talmud hacía referencias insultantes a Jesús y María, su madre. Los apologistas judíos negaron que esas referencias tuvieran que ver con Jesús y defendieron que se referían a otras personas. El resultado fue que muchas de ellas fueron censuradas y suprimidas de las ediciones talmúdicas a partir del siglo XIII. Los judíos asintieron por miedo a las represalias antisemitas; solo en nuestros días esas referencias han sido rescatadas en las versiones modernas del Talmud.
Uno de los representantes más típicos de la literatura antitalmúdica fue Jerónimo de Santa Fe, médico personal de Benedicto XIII, de estirpe judía. En un libelo contra los judíos, redactado en 1412 decía del Talmud: «En él se contienen mentiras enmarañadas, cosas vergonzosas, insensatas, abominables contra la ley escrita, contra Cristo y la Virgen». Pero dentro del cristianismo hubo también defensores del Talmud. El franciscano Pietro Columna Galatinus (1460–1540) abogó por su publicación, que consideraba positiva para el cristianismo. Las cosas que aparecían absurdas las achacaba a la ignorancia de los lectores. La utilidad del Talmud para la doctrina cristiana y para confundir a los judíos, llevó a Clemente I (m. 1314) a ordenar su traducción.
Las primeras actividades literarias conocidas de los judíos españoles en los siglos VIII–IX se mueven en torno al Talmud. Paltoy (835–851) envió una copia a los judíos españoles, previa petición de estos, años más tarde. El primer comentarista talmúdico español fue R. Janok (s. X). Parece que escribió un comentario en árabe a toda la obra, pero no queda ningún resto. Maimónides (1135–1204) escribió comentarios a tres órdenes (Mosed, Nashim, Nesikín) y a Julín, pero no se nos han conservado. Véase GEMARAH, MIDRASH, MISNAH, PANTERA, TOSEFTÁ, VIRGEN.