Pergamino

Gr. 3200 membrana, μεμβράνα, del lat. membrum = «miembro», con el significado de piel, material del pergamino. El término castellano «pergamino» es una forma de pergamena, adjetivo que significa «de Pérgamo», la ciudad del Asia Menor donde este material fue difundido a gran escala. Heródoto dice que procede de los primitivos pueblos orientales; así, p.ej., los escritos sagrados de los reyes persas están consignados en 1200 pieles de animales sacrificados.
El término membrana se encuentra en 2 Ti. 4:13, donde se le pide a Timoteo que lleve al apóstol «los libros, mayormente los pergaminos». El pergamino se preparaba con piel de oveja o de cabra. Primero las pieles se empapaban con cal a fin de eliminar la lana o pelo, y luego se descarnaban, lavaban, secaban, estiraban y alisaban con yeso fino o cal y piedra pómez. La clase más fina recibe el nombre de vitela (lat. vitellus), y se hace con las pieles de becerro o de cabrito. El valor del pergamino dependía, en gran parte, de la clase de piel empleada. Eran menos cotizados los provenientes de pieles gruesas de vaca y cerdo, mientras que los procedentes de pieles de ternera, oveja o cabra, eran mucho más caros.
La industria del pergamino se originó en Pérgamo a raíz de la escasez de > papiro, cuyo monopolio estaba en manos egipcias. Uno de los monarcas egipcios de la dinastía de los Ptolomeos habría prohibido la exportación de papiro, con lo que Eumeno II, rey de Pérgamo (197–160 a.C.) se sirvió de pieles para su gran biblioteca. Se las llamó chartae pergamenae, de donde derivó el nombre «pergamino». En la época de Josefo, y antes de él, los judíos usaban pergaminos para sus escritos sagrados (Ant. 12, 2, 11). El Talmud estipulaba que la Ley debía ser escrita sobre pieles de animales puros, domésticos o salvajes, e incluso sobre pieles de aves puras.
Durante la última parte del período imperial romano, los pergaminos sustituyeron a los papiros hasta tal punto que estos perdieron su importancia. Por eso, los manuscritos bíblicos producidos en ese tiempo, como el Códice Vaticano y el Códice Sinaítico del siglo IV d.C., están escritos en pergaminos. Eusebio refiere que en el 331 d.C. el emperador Constantino ordenó que se prepararan 50 copias de las Escrituras en pergaminos para las iglesias de Constantinopla, la nueva capital del Imperio (Vida de Constantino 4, 36).
Los códices de pergamino se hacían por lo general superponiendo cuatro hojas rectangulares, doblándolas por el medio y uniéndolas con una costura en el doblez. Estas secciones eran luego encuadernadas como un libro moderno. Básicamente, este es el método que aún se usa para encuadernar los libros. La tinta para escribir sobre pergamino no era la que se empleaba habitualmente para escribir sobre papiro, pues podía borrarse fácilmente, sino otra hecha con hierro y bilis o hiel de animales. La pluma fina semejante a una brocha usada para los papiros, fue reemplazada en el período griego y romano por la pluma dividida en el centro, hecha de caña o de metal. Las líneas horizontales, espaciadas uniformemente e impresas sobre el pergamino con un punzón metálico, daban a la escritura una apariencia uniforme, y las verticales similares señalaban el ancho de las líneas escritas y los márgenes. El efecto de las impresiones de la escritura era visible en el reverso como líneas en alto relieve, y por esto solo se usaba una cara para escribir.
Los que copiaban la mayor parte de los manuscritos en pergamino eran escribas profesionales. Si se hacía un pedido especial, se podían conseguir ediciones de lujo en hojas de pergamino muy fino. En esos casos se escribía con sumo cuidado y las letras iniciales eran verdaderas obras de arte. Algunos pergaminos se teñían de color púrpura y estaban escritos con tinta de plata u oro, como puede verse en algunos ejemplares de las bibliotecas de Patmos, Leningrado, Viena, Londres y Roma. En la Edad Media, con frecuencia se añadían cuadros en miniatura a estos textos. Los pergaminos eran costosos, y con frecuencia en tiempos de dificultades económicas se los usaba de nuevo. El manuscrito era lavado con agua y jabón, y si lo que estaba escrito no desaparecía con ese procedimiento, era raspado con piedra pómez y cuchillos hasta que se eliminaba la mayor parte de la escritura anterior.
Un manuscrito escrito en un pergamino usado anteriormente recibe el nombre de codex rescriptus, es decir, «códice escrito de nuevo», y también palimpsesto, o sea, «raspado de nuevo». El texto anterior que se borraba, era por lo general el más importante por ser el más antiguo. Los palimpsestos son, con frecuencia, muy difíciles de descifrar, y su restauración requiere un estudio paciente y cuidadoso, auxiliado por el empleo de fotografías infrarrojas. Los dos manuscritos bíblicos más famosos de este tipo son el Códice de Efrén, que está en París, y un manuscrito de los Evangelios en siríaco, del monasterio de Santa Catalina, en el monte Sinaí.
El pergamino continuó siendo el material más importante para escribir hasta el siglo XVI, pues desde entonces cedió su lugar al papel. Los chinos habían inventado el papel en el siglo II a.C., y aunque los árabes lo habían introducido en el mundo occidental en el siglo VIII d.C., su uso no se generalizó hasta el siglo XIII. Véase ESCRITURA, PAPIRO, MANUSCRITOS.