Tribu

Heb. 4294 matteh, מַטֶּה y 7626 shébeth, שֵׁבֶט; ambos sig. prim. «palo, vara, rama, cayado», símbolo de poder y autoridad; aparece 251 veces en el AT, de las cuales 183 tiene el sig. derivado de «tribu»; Sept. y NT phylé, φυλή = «tribu, clan, pueblo», grupo de gente relacionada por parentesco o vecindad, indica los pueblos de la tierra (Mt. 24:30; Ap. 1:7; 5:9; 7:9; 11:9; 13:7; 14:6) y de las tribus de Israel (Mt. 19:28; Lc. 2:36; 22:30; Hch. 13:21; Ro. 11:1; Fil. 3:5; Heb. 7:13, 14; Stg. 1:1; Ap. 5:5; 7:4–8; 21:12).
La división en tribus se halla en numerosos pueblos antiguos, como edomitas, ismaelitas, árabes, etc. (cf. Gn. 36:15, 19, 40). Las doce tribus de Israel fueron fundadas por los doce hijos de Jacob, con la excepción de José, de quien surgieron dos tribus, al adoptar Jacob como hijos a sus nietos (Gn. 48:5). Así, hubo en realidad trece tribus, quedando doce en el reparto de la tierra al considerar la de Leví como tribu dedicada al sacerdocio, a la cual no se otorgó territorio propio, sino que quedó esparcida por todo Israel. En la misma época de Jacob, la expresión «las doce tribus de Israel» incluía aún a Leví, en tanto que Efraín y Manasés eran consideradas como una sola tribu, bajo el nombre de José (Gn. 49:5, 22, 28; Nm. 26:28, cf. v. 57). Al hacerse la división de la tierra, los hijos de José recibieron territorios distintos (Jos. 17:14, 17), en tanto que Leví recibía al mismo Señor como herencia (Jos. 13:14, 33). Desde el punto de vista material, Leví recibió su parte con la entrega de una porción de los sacrificios y de los diezmos (Nm. 18:20–21, 24; Dt. 18:1–5), y, por otra parte, recibió 48 ciudades con sus aldeas, repartidas entre todas las tribus (Jos. 21:1–2, 41).
La organización tribal estaba tan profundamente arraigada, que resistió todo el turbulento período de los Jueces (cfr. Jue. 20:2; 21:3, 17), y sobrevivió al establecimiento de la monarquía. Los ancianos y los príncipes de las tribus ejercieron una gran influencia en la elección de ciertos reyes (1 Sam. 8:4; 10:20; 2 Sam. 3:17; 5:1); los soberanos los consultaban para los asuntos de importancia (1 R. 8:1; 20:7; 2 R. 23:1). El cisma nacional tuvo como marco la estructura tribal, y fue dirigido tanto contra la prepotencia de Judá como contra un rey impopular (1 R. 12:20–21). Cuando tuvo lugar la caída de Israel, y durante el exilio, los ancianos siguieron desempeñando un importante papel (Jer. 19:1; Ez. 8:1; 14:1; 20:1), si bien la misma organización tribal había quedado quebrantada debido a la destrucción de ambos reinos.
Las tribus de Israel son mencionadas en las visiones proféticas de Ez. 48 y de Ap. 7:1–8; 21:12. Jesús dijo a sus apóstoles que en la renovación de todas las cosas, ellos se sentarán en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mt. 19:28). Véase BASTÓN, ISRAEL, JOSUÉ, JUDÁ.