Mical

Heb. 4324 Mikhal, מִיכַל = «¿quién cómo Dios?»; Sept. Mekhol, Μεχόλ, v. Melkhol, Μελχόλ; Josefo, Mikhala, Μιχάλα (Ant. 6, 11, 4). Hija menor del rey > Saúl y > Ahinoam (1 Sam. 14:49). Cuando Saúl, al echarse atrás de su juramento, rehusó entregar a > Merab, su hija mayor, a David, conoció el amor de Mical por el joven héroe; decidió entonces dársela a condición de que diera muerte a un centenar de filisteos, calculando que David caería en manos de los enemigos (1 Sam. 18:20–21).
A David le pareció bien e incluso dobló el número, llevando los prepucios al rey para ser su yerno. Así es como consiguió a Mical en matrimonio (1 Sam. 18:25–28). En el fondo de esos datos legendarios se revela una verdad: Mical, hija del rey Saúl, amaba a David, lo mismo que le amaba su hermano Jonatán (cf. 1 Sam. 18:20 y 19:1), y así aparece inmersa en unas tensas relaciones con Saúl, que se siente traicionado por sus familiares más íntimos. Ciertamente, ella no era una mujer pasiva, sino de gran decisión en contra de su mismo padre y a favor de su marido, a quien salvó la vida, como hizo en otro contexto Jonatán (cf. 1 Sam. 19:1–10). Dada esta situación, se pueden entender mejor los «celos» de Saúl, que provienen no solo de su posible «neurosis», sino de saber que se encontraba amenazado por David y traicionado por sus hijos. Para Saúl resultó especialmente dura la traición de Mical, enamorada de David (1 Sam. 18:28–29). Situada entre su padre y su marido, ella optó por su marido con astucia y decisión. Mical tomó un > teraphim y lo puso en el lecho para despistar a la guardia de su padre enviada para matar a David (cf. 1 Sam. 19:11–17). El texto supone que tenían en casa un teraphim o ídolo familiar, similar a los que aparecen en la historia de > Raquel. Pero allí daba la impresión de que eran varios, más pequeños, y que podían esconderse bajo la silla de una cabalgadura; en el relato de 1 Samuel es uno, más grande y antropomorfo. No parece hecho para adivinar, sino para resguardar la casa, como signo especial de la presencia de Dios o como un ángel de la guarda, quizás como un sanador. Se lo menciona de un modo normal, sin explicaciones, sin que se nos aclare si es masculino o femenino. Ciertamente, tanto David como Mical eran yahvistas, pero eso no impedía que buscaran la protección de otros dioses o símbolos divinos. Sea como fuere, el teraphim introducido en el lecho de David para engañar a los perseguidores, cumple en el texto una función positiva: es un signo religioso manejado por una mujer al servicio de un hombre.
David huyó de la corte de Saúl abandonando a su esposa y, tras una serie de episodios de tipo novelesco (cf. 1 Sam. 20–24), la Biblia dice que se estableció como guerrillero en el sur de Judá, lugar que controlaba bien, poniéndose alternativamente al servicio de los israelitas o de los filisteos, según su conveniencia, hasta su instalación como rey en Hebrón: 2 Sam 2:1–4. En este contexto se afirma que Saúl, viendo que Mical había quedada libre de marido, la entrega a otro, un tal > Paltiel, hijo de Lais (cf. 1 Sam. 25:44), de quien se dirá que la amaba. Más adelante, tras la muerte de Saúl, su hijo > Isbaal (que actuaba como rey sobre las tribus del norte de Israel) y David, que reinaba de hecho sobre la tribu de Judá, en Hebrón, quisieron dominar sobre el conjunto de Israel. En tales circunstancias, > Abner, familiar de Saúl que había sido su general, hombre fuerte del reino de Isbaal, traicionó a su rey y se puso de parte de David, a quien prometió el reino sobre las doce tribus. David exigió la devolución de Mical. Isbaal mandó que la tomaran de casa de su marido Paltiel y se la entregaran a David (2 Sam. 3:12–16).
A Mical no le preguntaron nada, ni el texto se preocupa de sus sentimienos, pero deja claro que su nuevo marido, Paltiel, la había querido y la quería tiernamente, pues la siguió llorando hasta una cuesta cercana a Jerusalén, donde Abner lo detuvo y lo envió a su casa, sin duda con grandes amenazas. Lo cierto es que Mical debía contentarse con ser la primera esposa en el harén de un rey implacable que la necesitaba para mostrar su poder y justificar mejor sus derechos al trono de Saúl. Ella había amado en otro tiempo a David y después había sido amada por Paltiel. Pero, al final, parece que ni amaba ni era amada, sino que debió contentarse con ser una pieza más en el entramado real de David, quien se llevó de Hebrón seis mujeres con sus hijos (cf. 2 Sam. 3:1–5).
La última escena de la vida de Mical tiene que ver con la libertad de criticar a David por haber bailado semidesnudo ante el Arca de Yahvé, cuando la trasladó como signo de protección a su ciudad de Jerusalén. Mical le reprochó con sarcasmo una actitud que consideraba humillante. Así despreció a David porque, a diferencia de los sacerdotes, que debían ir siempre vestidos según la Ley sagrada, había bailado casi desnudo, como hacían los profetas orgiásticos ante Dios, olvidando que su mismo padre Saúl había bailado también en trance entre los profetas (1 Sam. 10:3–23). David le responde con nuevos reproches y desprecios, recordándole, del modo más hiriente, que Dios le había escogido a él y no a la familia de ella. Esta es la última palabra de David a la mujer que un día le amó apasionadamente; así queda ella abandonada y frustrada, sin hijos (2 Sam. 6:23) que puedan cuidarla en su vejez. Algunas variantes manuscritas de la Biblia (cf. 2 Sam. 21:8) dicen que Mical habría tenido cinco hijos después de haber estado la primera vez con David. La mayoría de los manuscritos atribuyen esos hijos, que fueron asesinados por orden de David para cumplir una venganza de la gabaonitas, a > Merab, hermana mayor de Mical (cf. 1 Sam. 14:49). Sobre las conexiones entre Merab y Mical, cf. 1 Sam. 18:17–19.
Bibliografía: R Alter, The Art of Biblical Narrative (Basic Books, New York 1981); Ariel Álvarez, “¿Quién fue la primera reina de Israel?”, en Enigmas de la Biblia (Paulinas, Bs. As. 2005); U. Bechmann, “Michal. Retterin und Opfer Davids”, 71–80, en K. Walter, ed., Zwischen Ohnmacht und Befreiung. Biblische Frauengestalten (Herder, Freiburg 1988); S. Bietenhard, “Michal und die Frau am Fenster. Ein Betrag zur Motiv- und Redaktionsgeschichte von II Sam 6, 16:20–23”, ThZ 55 (1999) 3–25; D.J.A. Clines y T. Eskenazi, eds., Telling Queen Michal’s Story. An Experiment in Comparative Interpretation (Academic Press, Sheffield 1991); X. Pikaza, Mujeres de la Biblia judía (CLIE 2012); G. Weil, Der Brautpreis (Zürich 1988); E. White, “Michal the Misinterpreted”, JSOT 31 (2007), 451–464.