Río

De los diversos términos heb. que se corresponden con nuestro concepto de «río», hay cuatro que requieren una especial atención. No son sinónimos, sino que cada cual tiene un significado peculiar:
1. Heb. 5104 nahar, נָהָר, de la raíz nhr, נהר, «fluir»; «curso de agua», aparece más de 120 veces en el AT; gr. potamós, ποταμός = «corriente de aguas» (Lc. 6:48, 49). Nahar designa los ríos conocidos por los hebreos en la antigüedad, como el Tigris, el Éufrates (Gn. 2:14; con art. enfático hannahar, הַנָּהָר, en Gn. 31:21; Ap. 9:14), el Abana, el Farfar (2 R. 5:12), el Jordán (Sal. 66:6; 74:15; Mc. 1:5), y los afluentes del Nilo Superior (Sof. 3:10). Las expresiones «el río» o «el gran río» indican por lo general el Éufrates (Gn. 15:18; 31:21; Dt. 1:7, etc.), al que poéticamente se hace referencia en el Sal. 137:1: «Junto a los ríos [naharoth] de Babilonia nos sentábamos y llorábamos».
2. Heb. 5158 najal, נַחַל, de la raíz 5157 njl, נחל, designa en ocasiones un curso de agua que corre todo el año, como el Jaboc (Gn. 32:23; Dt. 2:37), pero por lo general significa un > torrente invernal, un > wadi, cuyo lecho está seco durante el verano. Se dice que Isaac asentó sus tiendas en el arroyo de Gerar y habitó allí (Gn. 26:17), ya que muchos valles de Palestina eran los lechos de torrentes y arroyos invernales, por lo que la palabra se aplica tanto al arroyo mismo (Lv. 11:9, 10), como al valle, el torrente y el río (Nm. 21:12; Dt. 2:13; Jue. 4:7; 1 R. 18:40; Am. 6:14). A veces se habla de ciudades que «están en medio del arroyo» (Jos. 13:9, 16), significando con ello, sin duda, el valle formado por el lecho (cf. 2 Sam. 24:5). Frecuentemente se hace referencia al «torrente de Cedrón» (2 R. 23:6, 12; 2 Cro. 15:16; 29:16; 30:14), con el significado de «valle».
3. Heb. 2975 yeor, יְאֹור, también escrito יְאֹר, palabra egipcia para «río», que designa casi exclusivamente el Nilo y los brazos de su delta. El término heb. tiene casi la misma resonancia que el nombre egipcio, ioro en el dialecto de Menfis, iero en el de Tebas. Se usa preferentemente en el Pentateuco (Gn. 41:1, 2, 3, 17; Ex. 1:22, etc.). Escritores posteriores recurren a esta misma palabra para referirse al río de Egipto (Is. 7:18; 19:6; Jer. 46:7; Ez. 29:3; Am. 8:8, etc.). En unos pocos textos se emplea para indicar un río largo y poderoso, en contraste con los virulentos torrentes invernales de Palestina (cf. Is. 23:10; 33:21). El país de hecho no cuenta sino con un río de caudal abundante, el Jordán, pero sin la importancia agrícola y comercial del Nilo o del Éufrates; de ahí que la literatura bíblica no refleje una cultura fluvial. Excepcionalmente, esta palabra designa al Tigris en Dn. 12:5–7 (cf. 10:4).
4. Heb. ubal, אוּבָל o ebal, אֵבָל, solo en tres pasajes de Daniel (8:2, 3, 6). Procede de la raíz lby, que, como su correspondiente árabe, sign. «fluir copiosamente»; su derivado mabbul, מַבּוּל, es la palabra heb. para > diluvio.
En sentido figurado, se dice que Dios dará a su pueblo que beba «del torrente de sus delicias» (Sal. 36:8). Al creyente que está en medio de las pruebas se le promete: «Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán» (Is. 43:2). El río puede ser símbolo de ira en el juicio, como el «río de fuego» (Dn. 7:10), o de bendición y vida (Ez. 47; Ap 22:1, 2). «Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios, el santuario de las moradas del altísimo» (Sal. 46:4). Jesús habla de este río que jamás se secará en relación con los efectos de la operación del Espíritu Santo en el creyente (Jn. 7:38). Véase ABANA, ARROYO, ÉUFRATES, FARFAR, JORDÁN, NILO, TORRENTE, VALLE.