CORDERO DE DIOS

CORDERO DE DIOS Título que se aplica exclusivamente a nuestro Señor. Aparece en el Nuevo Testamento dos veces; Jn 1:29 y 36. Fue la proclamación que Juan el Bautista hizo de Cristo al identificarlo como el Redentor enviado de Dios. En los tiempos del Antiguo Testamento el cordero era el animal siempre sin mancha que los israelitas solían usar para el → SACRIFICIO debido a su inocencia y a su carácter humilde y sumiso. Se le sacrificaba todos los días en las ofrendas de la mañana y la tarde, y en ocasiones especiales, por ejemplo, la Pascua (Éx 12:3–13; 29:38–46; Lv 4:32; Nm 6:14).
El cordero simboliza a Cristo, quien en el Calvario se ofreció a sí mismo, en sacrificio vivo, para llevar nuestros pecados sobre su cuerpo (1 P 2:24). Las palabras de Juan el Bautista (Jn 1:29, 36) son así una interpretación de Is 53:7, en donde el Siervo Sufriente aparece representado como un cordero que es llevado al matadero. También Felipe, el evangelista, explica este pasaje profético como cumplido en Cristo (Hch 8:30–35). Pablo se refiere a Cristo como nuestro cordero pascual (1 Co 5:7b). La misma idea, la del cordero sacrificado por nosotros, aparece en los escritos de Pedro (1 P 1:18, 19).
En el libro de Apocalipsis la imagen de Cristo como el cordero es prominente. Con tal epíteto se le menciona veintiocho veces. Juan lo ve como «un cordero inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra» (Ap 5:6b). Este cordero, que posee los atributos de Dios, es vencedor y redentor por su muerte, y es digno, por tanto, de recibir todo poder, honra y gloria (Ap 5:8, 12, 13); los redimidos por su sangre están delante de Él limpios y llenos de gozo y victoria (Ap 7:9); y de su trono emana el río del agua de la vida (Ap 22:1).