BABILONIA (I)

BABILONIA (I). (Babel, en acadio Bab-ilu, con la terminación griega on: «puerta de Dios».)
1) Capital del imperio babilonio; los textos del AT la mencionan por vez primera en Gn. 10:10 con tres otras localidades que marcan juntamente el principio del reino de Nimrod (cp. Is. 23:13). Es en Babilonia que tuvo lugar la empresa de la torre de Babel, y, asimismo, la confusión de las lenguas (Gn. 11:1–9). Bajo el rey Hammurabi, la ciudad pasó a ser la capital de Babilonia, de la que fue a la vez el centro político y religioso (véanse AMRAFEL Y HAMMURABI). Alcanzó el apogeo de su gloria en el siglo VI a.C. bajo Nabucodonosor, que la desarrolló en gran manera, e hizo de ella la más grande y hermosa capital de su tiempo. El antiguo palacio se levantaba sobre la ribera oriental del Éufrates. Nabucodonosor dobló sus dimensiones primitivas al prolongarlo hacia el norte; el edificio tenía entonces el río al oeste, y un canal al norte y al sur; su fachada oriental y una magnífica puerta monumental daban sobre el camino de la gran procesión que procedía del templo de Marduk, que estaba situado a casi 1 km. al sur. Nabucodonosor construyó otro palacio, a unos 2 1/2 km. al norte del antiguo, sobre una colina artificial cuyas faldas descendían en terrazas, y que estaban probablemente recubiertas por los famosos jardines colgantes. Herodoto (alrededor del 443 a.C.) afirmaba que Babilonia, que indudablemente visitó, era un cuadrado, que medía 120 estadios de lado (el estadio tenía alrededor de 200 m., lo que hacía que midiera algo más de 23 km. de lado). Estas medidas darían una superficie de alrededor de 529 km2, incluyéndose Borsippa. Ctésias, que fue también testigo ocular y famoso escriba del siglo v a.C., dice que el cuadrado de la ciudad tenía 90 estadios de lado; según él, el contorno era de 360 estadios (o casi 68 km.); en este caso, la superficie no hubiera sido más que algo más de la mitad de la indicada por Herodoto. Las dimensiones indicadas por Diodoro de Sicilia y por Estrabo son próximas a las de Ctésias. Una muralla (Jer. 51:58) o más bien una doble fortificación, rodeaba la ciudad (Herodoto 1:181). En el exterior se extendía un foso ancho y profundo. Estaba prohibido construir casas entre las dos murallas alrededor del cuadro. Por el contorno de la ciudad, a lo largo de su muralla interior, había gran cantidad de huertos y de jardines, y de campos, contados dentro de la superficie de la ciudad, pero poco habitados. Herodoto dice que los muros de la ciudad tenían 50 codos de espesor (alrededor de 23 m.) y 200 codos de altura (92 m.). Quinto Curcio, en el 40 d.C., indica algo más de 10 metros de espesor. En todo caso, se puede concluir en base de todos estos relatos que las dimensiones de la ciudad eran formidables. Tenía un centenar de puertas de bronce, veinticinco por lado. De estas puertas nacían las grandes calles perpendiculares a la muralla, que se cortaban en ángulo recto, dividiendo a la ciudad en cuadros uniformes. El Éufrates pasaba por en medio de la ciudad, dividiéndola en dos. Grandes muelles flanqueaban las dos riberas del río. La ciudad se hallaba separada de los muelles por un muro en el que había veinticinco puertas que se abrían cada una de ellas sobre un camino que descendía hasta la orilla. Había transbordadores, un puente, e incluso un túnel. Las murallas, los muelles, los palacios, los templos, las casas privadas, estaban construidas de ladrillos; como mortero o cemento se usaba bitumen (cp. Gn. 11:3). La palmera daba la madera de construcción de las casas, con alturas de 2, 3 o 4 pisos (Herodoto, 1:178–186).

Escritura babilónica.

En el 520–519 a.C., y otra vez en el 514, Babilonia se rebeló contra Darío Histaspes, que la venció ambas veces y, finalmente, la destruyó. Seleuco Nicátor, que conquistó la ciudad el 312 a.C., aceleró su decadencia. Hizo gran uso de los materiales de construcción que halló en Babilonia para construir Seleucia, su nueva capital, a orillas del Tigris. Las profecías de la Biblia sobre Babilonia se han cumplido de una manera precisa (Is. 13; 14:1–23; 21:1–10; 46:1, 2; 47:1–3; Jer. 1 y 51). En Jer. 51:37 (cp. vv. 1–2) se afirmó que Babilonia vendría a ser unos montones de ruinas (51:37, cp. 50:1–13), y esto es literalmente lo que ha venido a ser. Las ruinas empiezan a más de 5 1/2 km. antes del pueblo de Hillah, se extienden hacia el norte por casi 5 km.; de este a oeste ocupan más de 3 km., a lo largo de la ribera oriental del Éufrates. Los tres montones más notables son llamados por los árabes los montículos de Babil, de Kasr, y de Amdan. Se hallan al este del río, en una parte muy antigua de la ciudad que, en una cierta época, se había hallado en un triángulo limitado por el Éufrates y por dos murallas. Estas murallas eran rectilíneas; al este se encontraban casi en un ángulo recto; uno medía más de 3 km., y el otro casi 5 km. Amrán, el montículo meridional, marca la localidad del templo de Marduk. El cerro central, Kasr, cubre las viejas ruinas del palacio viejo y de un templo dedicado a la diosa Balit; este santuario, que se elevaba más al este, estaba separado del palacio por la ruta de la procesión. Babil, el montículo del norte, está en el lugar donde se levantaba el palacio de Nabucodonosor del sur.
El legado arqueológico de Babilonia es importante. Se han descubierto grandes cantidades de tabletas de barro cocido que arrojan mucha luz acerca de la vida social y del carácter de los babilonios. Eran una nación muy instruida. Hay tabletas de geología y de geografía, de matemáticas; muchas otras son registros de contratos, préstamos, matrimonios, dotes, compras de esclavos, etc. La astronomía de ellos estaba totalmente unida a la astrología. Muchas de las tabletas muestran su fe en las predicciones de los astros, lo que concuerda con Is. 47:13. Muchas tabletas mágicas y de encantamientos evidencian que tenían mucho temor a los malos espíritus: invocaban al «espíritu del cielo» y al «espíritu de la tierra» para que les libraran. Su religión ha sido descrita como la peor clase posible de idolatría y sus dioses parecen haber sido legión. Todas estas tabletas dan evidencia del carácter satánico de la esclavitud espiritual a la que estaban sometidos los súbditos de Babilonia. Véase también BABEL.
2) LA BABILONIA MÍSTICA. También recibe el nombre de MISTERIO, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA (Ap. 17:5). Se alude aquí a un gran sistema religioso con el que los reyes de la tierra han tenido una relación ilegítima, y con el que se han enriquecido los mercaderes de la tierra. Un sistema que se ha hecho culpable del derramamiento de la sangre de los mártires de Jesús. Es comparado con una mujer vestida de púrpura y escarlata, y adornada con oro y piedras preciosas y perlas, con una copa en su mano, llena de abominaciones y suciedad de su fornicación. Una referencia a la cristiandad sin Cristo que será el resultado culminante de la gran apostasía, y que será juzgada implacablemente por Dios: la antiiglesia, cuyo espíritu se ha manifestado en diversas maneras a lo largo de la historia, y que se materializará abiertamente en los últimos días. El cielo, los apóstoles y profetas, son llamados a regocijarse por la asegurada destrucción de este seductor sistema destructor de las almas (cp. Ap. 14:8; 16:19; 17:1–18; 18:1–24; 19:1–3).

Ventura, S. V. (1985). In Nuevo diccionario biblico ilustrado (pp. 96–97). TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE.