Salvador

Título asignado a Jesucristo, fuera del cual no hay salvación (Hch 4:12).
En el Antiguo Testamento el título «salvador» posee enorme sentido. La traducción latina salvator proviene de la palabra hebrea Yehoshua, Josué (Jehová es Salvación). A su vez, corresponde también al término griego la dignidad de la soberanía.
El término se aplicaba como título a los capitanes y reyes que tenían éxito, y en forma muy general a los libertadores de un pueblo (Jue 3:9; 2 R 13:5; Neh 9:27). Fue Dios quien siempre levantó un libertador para su pueblo en tiempo de necesidad y en las muchas crisis históricas. Él era el Salvador de Israel (Sal 106:21; Is 43:3–11; 60:16) y comparado a Él nadie más podría con justicia llamarse «salvador».
En la Septuaginta la palabra se usa como título divino unas treinta veces. El nombre se repite especialmente en el vocabulario de Isaías (43:3–11; 45; 49:26; 60:16; 63:8), pero también aparece en muchos otros pasajes (Sal 24:5; Jer 14:8; Os 13:4; Miq 7:7).
El término «salvador» se aplica comúnmente a Jesucristo en la teología de la iglesia cristiana. Sorprende, por tanto, que aparezca relativamente poco en el Nuevo Testamento como título cristológico (solamente 16 veces: por ejemplo, Lc 2:11; Jn 4:42; Hch 5:31; 13:23; Ef 5:23; Flp 3:20; 2 Ti 1:10; etc.).
Se ha dicho que este escaso uso del título se debe a que el mismo se usaba extensamente en los medios del mundo helénico, y por tanto los cristianos lo tenían como sospechoso. Prefirieron emplear otros títulos para expresar el mismo sentido (por ejemplo, «Señor» en Ro 10:9s). Cabe mencionar que el término se usa principalmente en la literatura del Nuevo Testamento escrita con posterioridad al año 60.
Como ha sido anotado, «Salvador» aparece en la Septuaginta como un título de Dios y pasó a formar parte de la herencia bíblica de la iglesia. En Lc 1:47 y 2:11 se sigue el estilo del Antiguo Testamento, con expresiones puramente hebraicas. Y en las epístolas pastorales es a Dios a quien se llama con preferencia Salvador (1 Ti 1:1; 2:3; 4:10; Tit 1:3; 2:10; 3:4), lo cual corresponde al uso legítimo del Antiguo Testamento. También la doxología de Jud 25 llama Salvador a Dios Padre.
Cuando a Jesús se le dio el título de Salvador en forma ocasional no fue para referirse solamente a una de sus funciones (por ejemplo, sanar el cuerpo), sino a toda su obra, vista a la luz de su resurrección y glorificación. En este sentido el título «Salvador» se vincula íntimamente con el título Kyrios (→ Señor). Inclusive puede considerársele como una variante de este. Kyrios expresa una idea que aparece en escala menor, pues recalca la obra expiatoria de Cristo, la cual es condición esencial para su elevación al rango de Salvador divino (Flp 2:9).
Aunque la palabra «Salvador» muchas veces no se encuentra explícitamente asociada con el título de «Señor», sí está asociada con el concepto cósmico del señorío; 2 P 1:11; 2:20; 3:18; Lc 2:11 («un salvador, que es Cristo el Señor»); Flp 3:20 («el salvador, el Señor Jesucristo»); Hch 5:31 (Dios exaltó a Jesús a su mano derecha como Jefe y Salvador para arrepentimiento a Israel y perdón de pecados); Jn 4:42; 1 Jn 4:14 (el «Salvador del mundo» con sentido netamente cósmico).
El alcance teológico del título «Salvador» llegó a su plena expresión al final de la época apostólica, cuando puede asociarse con otros atributos importantes del nombre Jesús. Posiblemente los alcances especulativos y cosmológicos de «Señor» obligaron a los escritores a preferir cada vez más el título «Salvador».