Retribución

El heb. carece de un término que indique la retribución en sentido teológico. En el AT esta se ve inicialmente desde una perspectiva terrena, sobre todo como obra del Dios Santo, que castiga el pecado en la vida presente del individuo o de la nación. Los términos más próximos que expresan la idea de la retribución como pago o recompensa, premio o castigo de las acciones, son:
1. Heb. 7939 sakhar, שָׂכָר = «pago [de contrato], salario». aplicado a las relaciones humanas y sus transaciones comerciales (cf. Gn. 30:28; Ex. 22:14). En relación con Dios se habla de recompensa o castigo por las obras (cf. Is 40:10).
2. Heb. 8005 shillem, שִׁלֵּם = «devolución, retorno, pago, retribución». Indica el pago de una deuda (2 R. 4:7) y la recompensa divina (1 Sam. 24:20).
3. Heb. 1576 gemul, גְּמוּל, denota «actividad», de 1580 gamal, גמל, que indica el trato con una persona, bueno o malo, según el contexto. A veces se traduce como «recompensa» (Prov. 19:17; Jer. 51:56) o «pago» (Prov. 12:14; Sal. 103:10). Cada uno recogerá el fruto de su trabajo o de su conducta y será recompensado conforme a tal, aunque Dios no paga según los pecados (Sal. 103:10), de otra manera, «¿quién podrá estar delante de Yahvé el Dios santo?» (1 Sam. 6:20).
4. Heb. paqad, פקד, se debería verter por «castigar, retribuir»; pero en realidad se trata de una raíz con una amplia gama de significados posibles, que giran en torno al sentido básico de «ocuparse atentamente de, seguir a algo o a alguien con la mirada». En sentido teológico se emplea en Os. 4:9: «El pueblo y el sacerdote tendrán la misma suerte; los castigaré [paqad] por su conducta y retribuiré [maalalaw] por sus malas obras».
5. Heb. 5358 naqam, נקם = «vengar, tomar venganza, hacer justicia». En el sentido de castigo por el mal hecho, el término vendría a equivaler a castigo de compensación por una injusticia cometida. Tiene que ver, pues, con reivindicar la justicia atropellada. Es una manera antropomórfica de referirse a la justicia reivindicadora y retribuitiva de Dios (cf. Dt. 32:35; Ez. 25:14, 17).
6. Gr. 468 antapódoma, ἀνταπόδομα = «retribución, paga, recompensa» (Ro. 11:9; Lc. 14:4).
7. Gr. 489 antimisthía, ἀντιμισθία = «retribución, recompensa» (Ro. 1:27).
8. Gr. 1557 ekdíkesis, ἐκδίκησις = «venganza, vindicación, justicia, castigo, retribución». Tiene el sentido de hacer justicia (Lc. 18:7; 21:22; Hch. 7:24; Ro. 12:19; Heb. 10:30).
La retribución tiene que ver con una especie de ley de acción-consecuencia, o dicho en términos populares del mundo agrario bíblico, «lo que se siembre se recoge» (cf. Job 4:8; Gal. 6:7), que en las relaciones laborales tiene que ver con el trabajo y el salario correspondiente. En lo que respecta a Dios, la retribución tiene que ver con su justicia y santidad. Al cumplimiento de la Ley va unida la recompensa o premio, mientras que a la transgesión le acompañan la amenaza y el castigo (cf. Dt. 28). Dios paga a cada uno según sus obras (cf. Prov. 12:14; Jer. 31:16; Sal. 28:4; 2 Cro. 15:7; Job 34:11; Is. 59:18). En los profetas, la retribución aparece siempre asociada a la idea del juicio divino (Is. 34:8; Jer. 51:56), el cual determinará la recompensa o castigo según la obra de cada cual. Nadie puede escapar de la justicia retributiva de Dios, descrita como > venganza divina para los malvados (Dt. 32:35, 41).
En las primeras etapas de la revelación, la retribución se considera como un hecho colectivo, familiar o nacional, aun cuando no se desconozca la responsabilidad personal (Dt. 28; Nm. 16:20–22; Jue. 3:7, 12; 2 Sam. 24:16–17; Am. 7:17). En Jeremías (31:30) y a partir de Ezequiel, la retribución individual va adquiriendo cada vez más importancia (Ez. 18:2–3). En la literatura sapiencial la idea de la retribución se completa con una visión de la vida más allá de la muerte (Sab. 3:4; 6:18–19; 15:3). El libro de Daniel habla más explícitamente de la suerte diferente que aguarda a los buenos y a los impíos después de la muerte. En el último día, muchos de entre los muertos resucitarán: unos, es decir, los israelitas fieles a la Ley, para la vida eterna; otros, para la vergüenza eterna (Dan. 12:1–3).
En el NT se mantiene la tradición judía de la retribución en conformidad con las obras (cf. Mt. 16:27; Mc. 9:41; Ro. 2:6; 1 Cor. 5:10; 2 Ti. 2:12; 4:14; 2 Jn. 8; 2 Pd. 2:13; Ap. 18:6; 20:12), pero Jesús supera cualquier tipo de concepción legalista al insistir en la misericordia divina. La recompensa celestial no se mide con el patrón de los tratos comerciales, tanto por tanto, sino que siempre es sobreabundante y generosa, como enseña la parábola de los vendimiadores (Mt. 20:1–15). Los que siguen a Jesús y han renunciado a todo por amor a él, «recibirán el céntuplo ahora en este tiempo…, y la vida eterna en el siglo venidero» (Mc. 10:29). Cada persona decide su futuro por medio de la fe y el amor a Dios y al prójimo (Mt. 10:32; 25:31–45), lo cual exige una conversión o nuevo nacimiento (Jn. 3:3). El buen obrar no se cuenta como mérito al que recompensar con el premio de la vida eterna, ya que al obrar bien no se hace sino lo que cada cual está llamado a hacer; «así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos» (Lc. 17:10). La doctrina de Jesús evita todo cálculo mezquino, toda equivalencia material entre cumplimiento y recompensa; para él, el premio es un regalo de gracia que el Padre concede por puro amor (Mt. 20:1–15; Lc. 15:11–32).
Para el Evangelio de Juan el premio y el castigo, remitido al último día, son también una realidad en cierto modo ya presente. Los hombres se salvan o condenan a sí mismos según la actitud que toman respecto a Cristo (Jn. 8:24). El juicio y la suerte final de los hombres se decide en la fe en Cristo: «El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios» (Jn. 3:18).
También para San Pablo cada uno recibirá la retribución en conformidad con sus obras (Ro. 2:6; 1 Cor 5:10), pero entendiendo que el obrar del cristiano es expresión del Espíritu que se le ha dado, de tal modo que su obrar en el mundo es el desarrollo orgánico de la vida sobrenatural que mediante la fe comparte con Cristo (Gal. 2:20). La retribución a sus actos, que brotan precisamente de la vida de Dios implantada en él (1 Cor. 15:10), es un don gracioso y totalmente gratuito de Dios; por eso el hombre no puede gloriarse de sus obras (Ro. 3:27), ya que todo es obra del Espíritu Santo (Ro. 8:14–17; Gal. 5:22; Flp. 2:13).
La retribución remite a la escatología en última instancia, al la > Parusía de Cristo y el día del juicio final (2 Cor. 5:10; 11:15; Stg. 5:9; 1 Pd. 1:4 ss.; 4:13; 5:14; Ap. 22:12). Todos los que rechazan el Evangelio de la gracia de Dios recibirán retribución de parte del Señor Jesús, cuando se manifieste desde el cielo con los ángeles de su poder (1 Tes. 1:8). Entonces, la justicia divina se aplicará a los que no conocen a Dios ni obedecen el Evangelio (2 Tes. 1:8). Esta retribución será «pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder» (1 Tes. 1:9). Véase CASTIGO, GRACIA, JUICIO, JUSTICIA, VENGANZA, VINDICACIÓN.