Prójimo

Heb. prop. 7453 reá, רֵעַ = «amigo, compañero, vecino» (Ex. 2:13; 21:14; Dt. 5:20, etc.); también 5997 amith, עָמִית, prim. «compañía, vecino», de ahí «compañero, prójimo» (Lv. 6:2; 18:20; 19:15, etc.); y 251 aj, אָח, prim. «hermano», se usa en el sentido más amplio de relación y afinidad, «amigo, compañero, pariente, prójimo» (Ex. 10:23); gr. con art. 4139 ho plesíon, ὁ πλησίον = «el que está cerca», de pelas, «cerca»; de ahí, «vecino, prójimo» (Mt. 5:43; 19:19; Lc. 10:27, 29, 36, etc.).
En su origen, el término «prójimo» designa a aquel que está próximo, cercano, a partir de lo cual su significado fue ampliado y extendido para designar también a toda persona humana, desde el hermano y el compañero hasta el extranjero. Esta evolución semántica se explica a raíz de los cada vez más frecuentes contactos de los pueblos entre sí y de conceptos cada vez más morales y reflexivos sobre la unidad de la raza humana. En Lv. 19:18 el «prójimo» corresponde al círculo de «los hijos de tu pueblo», es decir, el «compatriota», para el que la Ley obligaba a una serie de deberes: «No serás vengativo, ni guardarás rencor a tus conciudadanos. Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Las obligaciones relativas a los miembros del pueblo elegido no eran vinculantes hacia los que se hallaban fuera de la Alianza. Por ejemplo, un israelita no podía exigir interés a otro por un préstamo (cf. Dt. 23:19, 20). La Ley prohibía el falso testimonio contra el prójimo (Ex. 20:16; Dt. 5:20; Prov. 25:18). También se prohibía codiciar cualquier cosa que él poseyera (Ex. 20:17), robarle o calumniarle (Lv. 6:2), oprimirlo (Lv. 19:13), atentar contra su vida (Lv. 19:16), cometer adulterio con su mujer (Lv. 20:10), defraudarlo de cualquier manera (Lv. 25:14, 15) o engañarlo en forma alguna (Lv. 25:17). Todos estos preceptos quedaban expresados de una manera positiva en la sentencia «amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Lv. 19:18). En el Código de > Hammurabi se plantea esta misma exigencia ética. Jesús hace uso de estas mismas palabras como el principal mandamiento que deben cumplir sus discípulos (Mt. 22:34–40), pero ahora el concepto de «prójimo» se amplía para abarcar no solo a los próximos o conciudadanos, sino a cualquier persona humana, incluso la que pertenece a una comunidad enemiga o adversaria. La radicalidad y la universalidad del «prójimo» en la ética cristiana ha configurando decisivamente la cultura humana desde entonces. En la parábola del buen samaritano (Lc. 10:29, 37) Jesús extiende aún más el concepto y dice que prójimo es cualquier hombre que se halla en apuros, aunque sea mi enemigo. El amor universal conserva así un carácter concreto, se manifiesta para con cualquier hombre al que Dios ponga en mi camino. El apóstol Pablo expresa sucintamente este principio para los cristianos: «Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe» (Gal. 6:10). De esta forma se amplía el círculo del «prójimo». Para el cristiano hay dos círculos concéntricos. No debe pasar por alto la oportunidad de dar su ayuda a todo aquel a quien pueda prestársela. Es cierto, sin embargo, que tiene que concentrar sus energías en la mutua ayuda a los miembros de la familia de Dios (Heb. 13:16). Véase EXTRANJERO.