Ojo

Heb. 5869 ayin, עַיִן = «ojo, fuente»; gr. 3788 ophthalmós, ὀφθαλμός, relacionado con opsis, «vista», prob. derivado de una raíz que significa «penetrar, afilar»; latín oculus.
En heb. la misma palabra indica «ojo» y «fuente», debido quizá a la consideración del ojo como fuente de lágrimas y de luz. También denota «color»; p.ej. se dice que el maná era de «color», lit. ojo, ayin: «como color [ayin] de bedelio» (Nm. 11:7), toda vez que el ojo es la parte corporal que muestra diferentes colores en diferentes personas.
Aparte del empleo físico, el ojo se usa simbólicamente para indicar la omnipresencia de Dios: «Los ojos de Yahvé están en todo lugar» (Prov. 15:3). «Los ojos de Yahvé están sobre los justos» (Sal. 34:15; 1 Pd. 3:12; cf. 2 Cro. 16:9; Zac. 4:10). Sus ojos están sobre los malvados, y no perdonarán ni tendrán compasión en el día del juicio (Ez. 5:11).
En Zac. 4:10, los ángeles de Yahvé son llamados «sus ojos», en cuanto ejecutores de su juicio y guardianes de su gloria. Por esta misma asociación de ideas, los ministros favoritos entre los persas eran llamados «los ojos del rey».
Respecto al ser humano, el ojo, dada su importancia como órgano visual, expresa metafóricamente multitud de expresiones con las que prácticamente se indican todos los sentimientos anímicos: altivez (Prov. 6:17); misericordia (Prov. 22:9); seducción (Is. 3:16); lujuria (2 Pd. 2:14) y deseos inconfesables (1 Jn. 2:16).
Desde tiempo muy antiguo se pensaba que los ojos eran las ventanas del alma, a través de los cuales penetraba la luz en el cuerpo. Así, si el ojo estaba sano, lo estaría también el interior del cuerpo. Jesús utilizó esta idea al hablar del ojo sencillo por el cual todo el cuerpo está lleno de luz; pero si es malo, todo el cuerpo estará lleno de tinieblas (cf. Mt. 6:22, 23). También habló metafóricamente de sacar la «viga del ojo» (Mt. 7:4–5), refiriéndose a corregir los defectos propios antes de criticar los ajenos. Los ojos cuentan tanto, según esta psicología, que es preferible arrancarse el «ojo derecho» a dar lugar al escándalo.
Por otra parte, los ojos de Cristo son descritos como «llama de fuego» en Ap. 2:18, porque se creía, al parecer, que este órgano emitía una luz con la cual la visión resultaba mucho más perfecta. Jesucristo tiene un foco de luz potentísimo en los ojos, con los que puede penetrar hasta los más profundos escondrijos de las almas y los corazones. De este modo, puede contemplar la vida de la iglesia de Tiatira y las infidelidades de algunos de sus miembros.
El «ojo malo» (Mt. 20:15) es el que mira con envidia, con deseo adúltero, con codicia y desenfreno; por ello dice Jesús que nace del corazón malo. El «ojo misericordioso» es el que ve la necesidad del prójimo y la socorre (Prov. 22:9). Por el extremo cuidado con el cual el hombre cuida de su vista, se dice que Dios guarda a su pueblo «como a la niña de su ojo» (Dt. 32:10; Sal. 17:8; Zac. 2:8). Una molestia constante es comparada a una espina en el ojo (Jon. 1:13).
El cristiano es exhortado a no servir al ojo, gr. ophthalmodulía, ὀφθαλμοδουλία, de ophthalmós, «ojo», y dulos, «esclavo, siervo» (Ef. 6:6; Col. 3:22), lo que significa que no debe comportarse como un esclavo, gobernado únicamente por el temor a su amo, sino actuar con diligencia y buen ánimo en el cumplimiento de sus obligaciones. La expresión del Sal. 123:2: «los ojos de los siervos miran la mano de sus amos» hace referencia a la tendencia de los amos a comunicar órdenes a sus siervos, especialmente en presencia de extraños, mediante ligeros movimientos de manos, difícilmente perceptibles para los demás.
Pablo dice que Jesucristo fue presentado como crucificado ante los ojos de los gálatas, en contraste con los falsos maestros que hechizan y fascinan con sus doctrinas erróneas. Mediante la predicación del Evangelio, Cristo, por decirlo de algún modo, es expuesto ante los ojos del mundo como sobre una placa o tablilla, no con el objeto de hechizar, a semejanza de los que utilizaban placas para fascinar, sino para abrir los ojos del entendimiento a la realidad de su sacrificio doloroso como vía de acceso a la salvación. Véase CIEGO, CEGUERA.