Vaca

Heb. 6510 parah, פָּרָה, fem. de par, פָּר, «buey, becerro» (Gn. 32:15; 41:2–27; Nm. 19:2–9; 1 Sam. 6:7–14; Job 21:10; Is. 11:7; Os. 4:16; Am. 4:1); 7794 shor, שׁוֹר = «vaca» (Lv. 22:28; Nm. 18:17); 1241 baqar, בָּקָר, «vaca joven, becerra» (Dt. 32:14; 2 Sam. 17:29; Ez. 4:15; Is. 7:21); 5697 eglah, עֶגְלָה = «vaca, ternera, becerra», fem. de égel, עֵגֶל = «ternero, becerro» (Gn. 15:9; Dt. 21:3, 4, 6; Is. 7:21; Jer. 46:20; 48:34; Os. 10:5); Sept. y NT 1151 dámalis, δάμαλις = «novilla, becerra»; Vulg. vacca, vitula.
La domesticación de la vaca es muy antigua. Palestina gozaba de excelentes pastos para la cría de ganado vacuno (Gn. 41:2; Dt. 7:13; 1 Sam. 6:7). Abraham y sus descendientes tenían vacas entre sus ganados (Gn. 12:16; 32:15). Se empleaba a veces como animal de tiro y en las faenas agrícolas (Jue. 4:18; 1 Sam. 6:7–8; Os. 10:11). Se alimenta con forraje y es fecunda desde los dieciocho meses (Is. 7:21; Job. 2:10). Su carne y su > leche formaban parte de la alimentación de los hebreos (2 Sam. 17:29). Por regla general, el pueblo solo comía carne en ocasiones especiales, pero los ricos y gobernantes siempre disfrutaban de ella, p.ej. la provisión cárnica diaria del palacio de Salomón incluía cuatro clases: vacuno, carnero, caza y aves (1 R. 4:23). Como algo excepcional, Abrahán sirvió carne de ternera a sus huéspedes (Gn. 18:7). La leche, por el contrario, era de consumo general y muy apreciada, pues con ella se hacían quesos, requesones y «mantequilla de vaca» (Dt. 32:14). Las vacas gordas o flacas simbolizan la fecundidad y la carestía, respectivamente (Gn. 41:4, 26–27). Eran famosas las vacas de Basán (cf. Dt. 32:14; Sal. 22:13; Ez. 39:18), con las que se compara a las mujeres de Samaria (Am. 4:1).
Las terneras, «sobre las que nunca se puso yugo» (Nm. 19:2), es decir, no sometidas a empleos profanos, podían ser sacrificadas con ocasión de la ratificación de un pacto (Gn. 15:9), y formaban parte del ceremonial de profesión de inocencia, cuando se presentaba un homicidio y se desconocía al culpable. En este caso, el sacerdote se lavaba las manos con la sangre de la ternera sacrificada (Dt. 21:3). También se ofrecía como parte de los sacrificios de acción de gracias (Lv. 3:1). Las cenizas de la > «vaca roja» servían para la preparación del agua lustral que quitaba la contaminación contraída por el contacto con un muerto (Nm. 19:2; He. 9:13). En circunstancias excepcionales se ofrecían vacas en holocausto a Yahvé (1 Sam. 6:14).
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