PITONISA

1. Historia.
2. Pitonisa de Endor.
3. Pitonisa de Filipos.
I. HISTORIA. El nombre deriva del gr. pythón, πυθών, serpiente a la que el dios > Apolo dio muerte para apoderarse de su sabiduría. De este nombre derivó el de Pitia o Pitonisa, pythía, πυθία, designación de las mujeres que interpretaban las respuestas del oráculo de Apolo ubicado en > Delfos, al pie del monte Parnaso, en medio de las montañas de la Fócide. De las rocas de la montaña brotaban varios manantiales que formaban distintas fuentes. Una de las más conocidas desde muy antiguo era la fuente Castalia, rodeada de un bosquecillo de laureles consagrado a Apolo.
La candidata a pitonisa podía ser de cualquier clase social, solo se le pedía que su vida y sus costumbres fueran irreprochables. Una vez elegida, quedaba sometida a estrictas reglas de castidad y de vida monacal para el resto de su vida. Recibía la inspiración y transmitía a un sacerdote los mensajes, que eran recogidos en forma de versos, y este los entregaba posteriormente al consultante.
Durante los siglos de apogeo del oráculo, fue necesario nombrar hasta tres pitonisas para poder atender las innumerables consultas que se hacían. Pese a que estas mujeres eran las principales agentes del acontecimiento, apenas se las consideraba «portavoces de divinidades masculinas», y como mediums ni siquiera tenían influencia sobre la interpretación de sus profecías, que quedaba en manos de los sacerdotes.
Las profecías del oráculo de Delfos tuvieron un papel fundamental en el mundo helénico. La consulta al dios se hizo imprescindible para comenzar una empresa comercial, fundar una colonia o iniciar una guerra. La información recibida por los sacerdotes de parte de los consultantes hizo que tuvieran gran poder, pues guardaban en su mano la toma de decisiones de gran importancia.
Los consultantes eran de todo tipo, desde reyes hasta la gente más pobre. En primer lugar se ofrecía un sacrificio en el altar que había delante del templo. A continuación se pagaban las tasas correspondientes, y por último el consultante se presentaba ante la Pitia y hacia sus consultas oralmente, según se cree. Se conoce muy poco sobre el rito que se seguía en el oráculo. Se sabe que la Pitia se sentaba en un trípode ubicado en un espacio llamado ádyton, ἄδυτον, al fondo del templo de Apolo Pitio. Ádyton significa “fondo del santuario” y to ádyton, ἄδυτον, “lugar sagrado de acceso prohibido”.
El orador romano Cicerón, en De divinatione, denuncia el oráculo como un fraude, pero son los autores cristianos como Orígenes y San Juan Crisóstomo quienes en los siglos III y IV d.C. intentaron eliminar el mito de los oráculos de la época helénica, con la intención de hacer desaparecer los vestigios paganos. Para ello inventaron la leyenda, que se hizo canónica en los siglos posteriores, donde se mezcla la explicación natural con la intoxicación de alucinógenos. Según este relato, el trípode de la pitonisa se encontraba en una profunda grieta de la roca, que emanaba ciertos gases tóxicos que, acompañados por la ingestión de hojas de laurel, producían un estado psicotrópico en la mujer. La pitonisa, en estado de embriaguez y desesperación, entraba en trance y vocife-raba las palabras inconexas de unos mensajes que no eran más que invención de una mente perturbada.
Sin embargo, no se ha encontrado hasta el momento ninguna descripción sobre el momento del oráculo en los escritores griegos o latinos. Ningún autor heleno describió nunca una escena de consulta, ni siquiera Plutarco en su obra Diálogos píticos. Por otra parte, los estudios arqueológicos y geológicos recientes llevados a cabo en la zona del templo de Apolo, aseguran que en la roca no existe la fisura profunda referida en la leyenda.
II. PITONISA DE ENDOR. Se conoce como «pitonisa de Endor» a la mujer a quien el rey Saúl acudió para que le pusiera en contacto con el espíritu de Samuel (1 Sam. 28:7). En el original no se habla de pitonisa, sino de esheth baalath ob, אֶשֶׁת בַּעֲלַת אוֹב, lit. «mujer señora de Ob», es decir, «señora o poseedora de un espíritu de conjuro», prop. hablando una nigromante; la Sept. lo traduce por engastrímythos, ἐγγαστρίμυθος = «ventrílocua», mientras que la Vulg. lee habens Pythonem = «pitonisa», traducción que es seguida por las versiones antiguas.
Era creencia general que los muertos habitaban en las profundidades de la tierra (Nm. 16:33). Esta idea pudo surgir del hecho de que los muertos eran enterrados en fosas. No se sabe qué actitud externa tomó la «hechicera de Endor» al realizar su práctica; la invocación por medio del Ob parece transcurrir de la manera cotidiana en que se evocaba un espíritu del > Sheol. De repente, la mujer vio una figura que Saúl no pudo divisar. Al percibirla, lanzó un grito, por parecerle que del sheol subía un ser extraordinario, semejante a un dios, un elohim (cf. Gn. 3:5; Jue. 13:22; Sal. 8:6). El participio del plural alim, «ascendentes» (Vulg.), establece una diferencia entre este elohim y el verdadero Dios. Saúl no se inmuta al oír el vocablo elohim en boca de la vidente, ni se prosterna en señal de adoración. Únicamente cae de rodillas, rostro en tierra, al comprender que el difunto que subía (2:6) del sheol era Samuel. Pero tampoco este gesto del monarca debe interpretarse como un acto de adoración, sino de respeto y veneración hacia un profeta que él, no obstante las escenas violentas habidas entre ambos, amaba de corazón. De tales actos hay innumerables ejemplos (1 Sam. 24:9; 1 R. 1:16; 23; 31). El muerto conserva los rasgos externos que le caracterizaban en vida; la mujer le ve, le contempla, en tanto que Saúl oye solamente su voz.
Es corriente entre los exegetas tradicionales creer que Dios permitió la aparición de Samuel a fin de que profetizara al rey el fin desastroso que le esperaba, castigando así su pecado de acudir a medios ilícitos para conocer el porvenir. Entre los antiguos existía la convicción de que los muertos gozaban de un merecido descanso en el sheol, que los hombres no podían turbar. En una inscripción sepulcral fenicia, el muerto expresa su deseo de que no se interrumpa su reposo mediante la > nigromancia. Samuel comunica al rey que nada puede hacer en su favor, pues Yahvé se ha retirado de él para ponerse al lado de David en castigo por su desobediencia y por no haber entregado a Amalec al anatema de destrucción. Termina Samuel con la escalofriante profecía: mañana, es decir, un día de estos, tú y tus hijos estaréis conmigo en el reino de los muertos, en el sheol. Véase SAMUEL.
a. ropero
III. PITONISA DE FILIPOS. Joven esclava (paidíske, ergasía) con dones mánticos, de la cual no sabemos el nombre. Tenía un «espíritu pitón» y producía grandes ganancias a sus señores a través de su trabajo religioso (Hch. 16:16–18).
Personas esclavas y libertas, venidas principalmente del Oriente, expandían sus religiones en aquellos lugares. Hch. 16:16–18 presenta, para aquel tiempo, un cuadro realista sobre la situación de las personas esclavas. Para sus «legítimos» señores, las personas esclavas eran «una propiedad con alma» y, como tal, «un instrumento que sirve a la realización de la vida de su propietario» (Aristóteles. Política 1, 1253b). Como propiedad, los esclavos eran valiosos para sus señores, aunque se los consideraba como objetos carentes de derechos y sin que les perteneciera nada de cuanto producían. Todo lo que produjesen, así como la ganancia obtenida a través de su trabajo, pertenecía legalmente y de hecho a sus amos.
La esclava sin nombre de Hch. 16:16–18 producía un gran rédito a sus señores. Su don, un espíritu pythón que fue expulsado por Pablo, la hacía muy valiosa para sus amos. El lenguaje empleado en el texto para describir la función religiosa de la esclava, evoca asociaciones y muestra relación con los oráculos piticos. El de Apolo, el más famoso de todos, era conocido también en la región de Macedonia, inclusive en Filipos. Para profetizar o tener visiones, una pitonisa recibía un espíritu, y esa función solamente podía ser ejercida por mujeres vírgenes y/o viudas, que procedían de familias del campo empobrecidas.
Las formas griegas derivadas de la raíz *pyth- aparecen siempre en conexión con el oráculo de Delfos, y el nombre pythón designa el lugar y la serpiente matada por Apolo. Según el mito, esta no poseía ningún poder proféticovisionario ni capacitaba a nadie para ello, sino que únicamente ejercía la función de proteger el santuario y, por otra parte, hacía mucho que había sido muerta por el dios. En consecuencia, la locución «espíritu pitón» empleada en Hch. 16:16 no puede referirse a ese animal. El don que la esclava posee es descrito como «tener un espíritu pitón». Además, la propia esclava no es llamada «pitonisa». Si ese hubiera sido el caso, podría haberse equiparado con los ventrílocuos, como hace la exégesis tradicional.
Sin embargo, es justamente la combinación de las palabras «tener un espíritu pitón» y «decir oráculos»/«profetizar»/«adivinar» (manteúesthai), la que permite, o hasta exige, la ligazón a los acontecimientos cúlticoreligiosos asociados a Apolo. Él era el dios de la mántica, de los oráculos, quien concedía a las pitonisas el don de la profecía/adivinación a través de ese espíritu especial. Siempre se usa este verbo allí donde existe una pitonisa.
El verbo manteúesthai es un > hápax legómenon neotestamentario. Aparece, por lo tanto, en conformidad con sus raíces histórico-religiosas, solo en este contexto pítico. La pitonisa de Filipos no es mencionada por su nombre, lo que no sucede con todas las esclavas mencionadas en la obra de Lucas (véase Hch. 12:13); sin embargo, tal es la regla en contextos píticos. Sobre una protagonista pitonisa no se daban mayores informaciones. Era un instrumento de revelación, y de eso resultaba su anonimato.
Con toda probabilidad, era una pitonisa que aparentemente no actuaba en un oráculo fijo, sino que profería sus profecías/adivinaciones también «en el camino». Eso muestra la conducta y la actuación de la esclava en Hch. 16:16–18.
Cuando Pablo y Silas se dirigían a la sinagoga, esta esclava fue a su encuentro y, a partir de ahí, se transformó en seguidora de los apóstoles. Es justamente eso lo que indica el vb. katakolutheîn, «seguir», apenas empleado dos veces en el NT, y exclusivamente por Lucas (Hch. 16:17; Lc. 23:55). Los sujetos de la acción son siempre mujeres: aquí la esclava, allá las mujeres que seguían a Jesús desde Galilea. Una importante diferencia en relación con Lc. 23:55 es que mientras aquellas mujeres permanecían calladas, aquí la esclava habla.
El vb. hypantân, «ir al encuentro, encontrar», es utilizado 10 veces en el NT, exclusivamente en los Evangelios y en Hechos. Se usa tanto para caracterizar el encuentro entre personas poseídas y no-poseídas en la fase anterior a un exorcismo/expulsión de espíritus (Mc. 5:2; Mt. 8:28; Lc. 8:27; Hch. 16:16), como para la descripción de encuentros normales entre la gente (Mt. 28:9; Lc. 14:31; Jn. 4:51; 11:20, 30; 12:18).
Mientras que en la historia sinóptica de Mc. 5:1–14 par. se habla expresamente de «espíritus inmundos/impuros» o de «demonios», en Hch. 16:16 solamente se habla de un espíritu mántico que no recibe tal o semejante caracterización. Asimismo, mientras que para las historias sinópticas de expulsión de espíritus hay un único encuentro, en este caso se da un seguimiento de varios días. En las otras historias, la expulsión de espíritus acontece ya en el primer encuentro, mientras que en la esclava de Filipos solo después de cierto tiempo. La actividad de la esclava era de cuño religioso-mántico y no estaba marcada por el miedo, el aislamiento y el sufrimiento, como en el caso del comportamiento del geraseno poseído de un «espíritu impuro» (Mc. 5:1–14 par.).
La esclava que seguía a los misioneros pronunciaba sus oráculos en voz alta, vb. krazein, «gritar, hablar alto» durante cierto tiempo. Lingüísticamente, este vb. pertenece al ámbito de la mediación entre lo divino y lo humano. Designa, pues, una acción profundamente religiosa. Anunciaba que los apóstoles «son siervos del Dios Altísimo, que os anuncian un camino de salvación». «Dios Altísimo», theós hýpsistos, era un epíteto muy conocido en el mundo contemporáneo de Pablo, atestiguado en innumerables inscripciones y documentos judaicos y no-judaicos. A través de la mediación judaica, ese predicado divino penetra en el mundo helenístico, y es usado como caracterización del Dios del pueblo de Israel. Otros autores neotestamentarios también hacen uso de este lenguaje, aplicando el epíteto siempre al Dios de Israel (Mc. 5:7; Lc. 1:32, 35, 76; 6:35; 8:28; Hch. 7:48; 16:17; Heb. 7:1).
El contexto y el uso corriente del epíteto para la identificación del Dios del pueblo judío, permiten deducir que aquella esclava se refería justamente a ese Dios. En aquella colonia romana, sus palabras, proferidas públicamente, deben haber resultado de una transparencia inconfundible. Y dado que incluso las autoridades romanas conocían y usaban ese epíteto para caracterizar al Dios del pueblo judío (Josefo. Ant. 16, 6, 2), la identidad de Pablo y de Silas era un hecho patente. Se trataba de personas que servían al pueblo judío, anunciando el camino de su salvación.
La esclava tenía el don especial de la profecía, lo que la capacitaba para revelar la identidad de los misioneros. Y su anuncio era verdadero, no engañoso ni falso. Su trabajo religioso, sin embargo, la mantenía presa en las redes de la explotación y la dependencia, por cuanto sus amos sabían explotarlo muy bien.
No obstante, después de que la esclava lo siguiera varios días, Pablo se enfadó y expulsó aquel espíritu pitón. La expulsión es consecuencia de la irritación del Apóstol (v. 18). El vb. diaponesthai, «estar irritado», es poco empleado en el NT, aparece únicamente dos veces (Hch. 4:2; 16:18). Por un lado, es una reacción a la intromisión voluntaria o involuntaria de otros en la esfera de competencia de quienes están irritados, justamente porque los «intrusos» llaman mucho la atención del pueblo sobre sí mismos. Por otro lado, es igualmente una reacción contra el contenido proferido por esos intrusos.
Lo que este texto tiene en común con otros relatos de expulsión de espíritus es el uso del verbo exérkhesthai, «salir de», para caracterizar la orden y su resultado. No se puede excluir la posibilidad de que el anuncio público hecho por la esclava pudiese haber sido peligroso para los misioneros, justamente porque los conceptos por ella utilizados revelaban la identidad de los apóstoles. Podía suscitarse la sospecha de propaganda proselitista entre la población romana de la colonia de Filipos, compuesta principalmente por veteranos con un fuerte sentimiento antijudaico. La propaganda judía estaba prohibida para el pueblo romano.
En el momento de la expulsión del espíritu pitón, la esclava pierde la capacidad de proferir oráculos y, con eso, sus amos pierden una rentable fuente de ganancias. La pérdida del lucro a causa de la acción de Pablo es el motivo por el cual los señores reaccionan frente a las autoridades locales. La información de que gente de alcurnia disponía de la esclava (vv. 16 y 19) refleja acertadamente la situación de la época y es confirmada por muchos documentos de aquel tiempo. El lucro era dividido entre los amos, los cuales, como propietarios, siempre tenían el derecho de sacar provecho a su placer de las capacidades físicas e intelectuales de los esclavos.
Mediante la expulsión del espíritu pitón, Pablo transformó a la esclava en un objeto sin valor para sus amos. Con eso, el Apóstol contravenía los derechos de propiedad y las leyes de la casa señorial. Conforme al derecho romano, al dañar a la propiedad, Pablo causaba daño a los propietarios. Los señores recurren a las autoridades romanas para reclamar y para acusar a Pablo y Silas (cf. Hch. 16:19–21).
La esclava, al no disponer más de los dones que le garantizaban un buen rédito a sus señores, estaba amenazada de que sus condiciones de vida empeoraran. Ella no disponía más de aquello que le garantizaba buen trato, visto que esclavos con capacidades intelectuales o religiosas eran más valorados que los que ejercían otros trabajos. Luego quedaba reducida a una esclava «normal», pudiendo incluso ser prostituida por sus amos. Se le proporcionaría una posibilidad y un espacio de vida cualitativamente mejores si, por ejemplo, la comunidad judío-cristiana de Filipos la recibiese y le ofreciese protección e incluso liberación en aquella comunión de personas santificadas e igualadas entre sí. Esa, además, era una práctica que existía en las comunidades y en las sinagogas. No es posible averiguar si algo parecido aconteció también con la esclava de Filipos. Sin embargo, esa posibilidad es históricamente posible, pues corresponde a algo propio de la época. Si también aconteció en Filipos, entonces es posible encontrar a la esclava, ahora liberta, entre los hermanos que se reunían en casa de Lidia (16:40). Véase APOLO, ESCLAVITUD, FILIPOS, LIDIA, PABLO, SILAS.