Mito

Gr. 3454 mythos, μῦθος, en su acepción más antigua, indica generalmente el «pensamiento», en particular el pensamiento expresado, la «palabra» (logos, λόγος, así Homero, Ilíada 18, 253), el «discurso» en tanto que comunicación; la «noticia», el «mensaje», el «relato», la «historia». El desarrollo del pensamiento griego evolucionó hasta identificar el mythos con la historia fabulosa, legendaria, reservando al logos el atributo de la verdad, relato fiable o discurso argumentativo. Platón afirma que los mitos son relatos «en torno a los dioses, los seres divinos, los héroes y los descensos al otro mundo» (República 392a); al mismo tiempo, define como mitos las fábulas de Esopo (Fedón 61b).
En el pensamiento helenístico ya está afianzado el sentido peyorativo de mythos como > fábula, y así aparece en los escritos bíblicos y patrísticos, que rechazan por completo los mitos en cuanto fábulas en torno a los dioses falsos, y oponen a estas mentiras la verdad de las narraciones históricas de la Biblia. Idéntica concepción llega hasta nuestros días, como leemos en W. Nestle (1865–1959): «La representación mítica y el pensamiento lógico se oponen. Aquélla es imaginativa, e involuntariamente crea y produce a partir del inconsciente; éste es conceptual, distingue y une intencionalmente y de forma consciente» (Vom Mythos zum Logos, 1).
En los LXX, el término mythos solamente se encuentra en Eclo. 20:19 con el significado antiguo de «palabra», pero cualificada como «cuento inoportuno» (mythos ákairos, μῦθος ἄκαιρος). En Bar. 3:23 se habla también de mythólogoi, μυθόλογοι, «narradores de fábulas», aplicado a los sabios del mundo edomita, en contraposición con la verdadera sabiduría que Dios le comunica a Israel con la Ley.
En el NT las epístolas pastorales (1 Ti. 1:4; 4:7; Tit. 1:14) combaten el mito como sinónimo de superchería y de error, incompatibles con la verdad (2 Ti. 4:4; Tit. 1:14). 2 Pd. 1:16 opone el mito al testimonio histórico, a la relación verídica de los testigos oculares del hecho cristiano. Los mitos que mencionan estos textos se asemejan a invenciones fantásticas, a fábulas, a discursos privados de verdad y contrarios a ella.
Las «genealogías interminables» de 1 Tim. 1:4, y la explícita cualificación de los mitos como «judaicos» (Iudaikoîs mythois, Ἰουδακοῖς μύθοις) en Tit. 1:14, dan a entender en sus contextos respectivos que el término «mito» indica especulaciones doctrinales judías, o más probablemente del judeo-cristianismo herético, en el que se pueden percibir además los rasgos de la primera > gnosis. «Al definir estas narraciones como mythoi, en cuanto doctrinas no verdaderas, se refleja obviamente la concepción que la cultura helenista contemporánea tenía del mito como fábula pretenciosa. Por tanto, es evidente que el rechazo explícito que expresan estos textos neotestamentarios frente al mito no cierra ni mucho menos el problema de las relaciones entre el mito y el NT. Lo que aquí se excluye es más bien la posibilidad de conjugar simultáneamente el anuncio cristiano con la falsedad de las doctrinas heréticas» (G. Betori).
Fuera del campo de la herejía y de la filosofía racionalista, en nuestros días se ha producido una valoración positiva del mito en el campo de la epistemología, como un llamado a «recuperar el pensar mítico en el acercamiento a la realidad» (K. Jaspers; M. Eliade; R. Pettazoni; W.F. Otto; K. Kerényi; L. Lévy-Bruhl; E. Cassirer). Así, la moderna ciencia de la religión se esfuerza por demostrar que los mitos y el culto relacionado con ellos no son en modo alguno absurdos, confusos o ininteligibles, sino más bien una vivencia del misterio de la realidad y de todo acontecer. Ello ha afectado a la interpretación y exégesis de la Biblia, en contra del extremo racionalismo practicado hasta el momento. Véase EXÉGESIS, FÁBULA, GÉNEROS LITERARIOS, GNOSIS.