Temblor De Tierra

Heb. 7494 ráash, רַעַשׁ = «vibración, rugido, clamor, terremoto», del verb. 7493 raash, רעשׁ = «temblar, trastornar, conmover»: «Oh Yahvé, cuando saliste de Seír, cuando marchaste desde el campo de Edom, la tierra tembló» (Jue. 5:4); gr. 4578 seismós, σεισμός = «temblor, choque», de seío, «moverse de un lado a otro, temblar», raíz de los términos castellanos seísmo, sismología. En el NT describe una tempestad en el mar (Mt. 8:24) y terremotos o temblores de tierra (Mt. 24:7; 27:54; 28:2; Mc. 13:8; Lc. 21:11; Hch. 16:26; Ap. 6:12; 8:5; 11:13, 19; 16:18).
El Evangelio de Mateo es el único que menciona un temblor de tierra y la consiguiente ruptura de las rocas en relación con la muerte de Jesús (27:51). Tradicionalmente se ha interpretado este fenómeno, así como las > tinieblas y el rasgamiento del cortina del Santuario, al pie de la letra, como si se tratase de una crónica de acontecimientos, pero teniendo en cuenta la mención exclusiva de Mateo, parece más bien un lenguaje simbólico-teológico empleado por el evangelista para lectores u oyentes iniciados, con la finalidad de explicar el significado profundo del acontecimiento histórico de la muerte de Jesús. Hoy es comúnmente aceptado que Mateo escribe para una comunidad de habla griega y de mayoría judía creyente, conocedores de las tradiciones, historia y textos sagrados de Israel. La nota peculiar del estilo literario mateano es la amplia utilización que hace del AT: en 130 pasajes, al menos, recurre directamente a los Escritos Sagrados, de los que 43 son citas explícitas.
El lector judío de Mateo sabe que el temblor de tierra acompaña en las Escrituras a la > teofanía o manifestación de Dios a su pueblo, como cuando Moisés recibió de las manos de Dios las tablas de la Ley (Ex. 19:18); y también el dominio de Dios sobre la tierra (Sal. 86:9–13; cf. 97:4). Según la tradición judía, cuando Dios se manifiesta, la tierra entera tiembla y se estremece (cf. Jue. 5:4; 2 Sam. 22:8; Sal. 68:9; 114:7; Jdt. 16:15; Joel 3:16; 1 Henoc 1:6; 102:4; 4 Esd. 9:3; 2 Bar. 27:7; 70:8). En la misma línea habla Isaías del día en que Yahvé acabará con la injusticia humana y la arrogancia de los gobernantes (Is. 2:9–17). Cuando muere Jesús en la cruz, Mateo identifica ese día con el gran día de Yahvé al que alude Isaías o con la teofanía sobre el monte Sinaí, cuando toda la montaña tembló. El día que muere Jesús en la cruz se conmueve toda la tierra (es decir, tiembla) ante la manifestación del amor de Dios en el crucificado, verdadera teofanía.
El hecho de que las rocas se partieran por la mitad (skhizo, el mismo vb. gr. utilizado para el rasgamiento de la cortina del Santuario), tiene solamente un lejano paralelo en el AT. Se trata de Zacarías 14:1–21, donde el profeta, vuelto hacia el futuro, anuncia que el día de Yahvé no está muy lejos: «Aquel día asentará el Señor los pies sobre el monte de los Olivos, al oriente de Jerusalén, y el monte de los olivos se partirá por medio, de levante a poniente, como un gran valle. La mitad del monte se apartará hacia el norte, la otra mitad hacia el sur» (Zac. 14:4). Cuando Jesús muere, según Mateo, las rocas —como en el texto de Zacarías el monte de los Olivos— se parten. Sin embargo, «considerando que en el evangelio de Mt. la roca significa el cimiento sólido sobre el que se funda la vida de quien pone en práctica el mensaje de Jesús (7:24) o sobre el que se funda su comunidad (16:18), el rajarse de las rocas puede simbolizar que ya no existe para la humanidad más fundamento sólido para construirse que Jesús mismo y sus palabras» (J. Mateos, F. Camacho, El Evangelio de Mateo, p. 277. Cristiandad, Madrid 1981). En suma, todos los antiguos sistemas y seguridades se desmoronan, las barreras se rompen, se abre un nuevo tiempo que preludia la inclusión de los gentiles: «el centurión y los que con él guardaban a Jesús… temieron en gran manera y dijeron: ¡Verdaderamente éste era Hijo de Dios!» (v. 54). Véase TINIEBLAS, TEMPESTAD, TERREMOTO.