Tributos

Lo que el vasallo entrega al señor en reconocimiento de su señorío, o el ciudadano al estado para sufragar las cargas y atenciones públicas.

Antiguo Testamento
Desde que surgieron los imperios en Mesopotamia y en Egipto (Gn 10:10), llegó a ser costumbre que el país dominante exigiera tributos de cualquier estado subordinado. Estos podían consistir de metales preciosos o productos característicos del país tributario, y su entrega suponía el reconocimiento de la soberanía del país imperialista.
La suspensión del envío de tributos equivalía al intento de romper el yugo. Es probable que la invasión del valle bajo del Jordán por los reyes de Mesopotamia, según Gn 14, fuese ocasionada por la falta de pago de los tributos de parte de los reyes de Sodoma y Gomorra. Varios descubrimientos arqueológicos dan luz sobre los tributos, desde el auge del Imperio Sumerio en adelante. En la historia del Antiguo Testamento tanto el reino de Israel como el de Judá se vieron obligados a pagar tributo a los reyes de Asiria y de Babilonia, y es notable la escena grabada en el «obelisco negro» del año 841 a.C. que muestra una embajada que lleva tributo de parte del rey Jehú de Israel a Salmanasar III, rey de Asiria.
Ezequías, rey de Judá, en vano quiso alejar el peligro de una invasión asiria por medio de cuantiosos tributos (2 R 18:14ss). Así fue también en el caso de Acaz (2 R 16:7ss).
Los tributos no deben confundirse con intercambios de regalos reales entre países amigos, como los de Salomón e Hiram de Fenicia (2 R 5:10s).

Nuevo Testamento
La extensión y organización del Imperio Romano cambiaron la entrega de tributos de variada cuantía por un sistema de impuestos organizados en base al empadronamiento de los súbditos de Roma, tanto en las provincias bajo el gobierno directo de Roma como en los reinos subordinados al senado o al emperador. De ahí el odio engendrado por empadronamientos como el que se describe en Lc 2:1s. (Sobre el cobro de impuestos, → Censo; Publicano; Impuestos; Impuestos, recaudador de.)