Perfecto

Término bíblico que significa «completo», «cabal», «maduro», o «que ha alcanzado su máximo desarrollo». En algunos casos denota el estado en que ya no falta nada. Aplicado a una persona en el Antiguo Testamento, tiene el significado de «íntegro». Asa, el rey, fue llamado «perfecto» (1 R 15:14). Sin embargo, no debe interpretarse en un sentido absoluto, sino como expresión de integridad.
En el Nuevo Testamento encontramos un amplio uso del término, que en griego es teleios, y su significado especial es «completo», «maduro», «que llena su propósito». Se traduce al castellano en varias formas. Pablo habla de los hermanos que son perfectos, pero por el contexto sabemos que no se refiere a una perfección totalmente exenta de pecado, ni a un desarrollo tal que no puedan crecer más, sino a madurez espiritual (cf. Flp 3:13, 14). En Ef 4:13, 14 Pablo mismo contrasta a un «varón perfecto» o maduro espiritualmente, con el «niño fluctuante» falto de estabilidad. Jesús emplea el término en un sentido ético, pero siempre relativo, en Mt 19:21 al indicar al joven rico lo que le hace falta para alcanzar una bondad completa, cabal.
Perfecto puede aplicarse con sentido absoluto, tal como nosotros solemos hacerlo para señalar la perfección moral absoluta, solamente cuando nos referimos a Dios. Nadie más es bueno en este sentido. Mateo 5:48 reta al creyente a ser perfecto como Dios es perfecto, y este reto destruye cualquier orgullo o autosatisfacción que hubiera en el hombre. Por esta razón Pablo dice que no se considera como ya perfecto, sino que prosigue «a la meta del premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Flp 3:12).
Por provenir de Dios, muchos de los atributos, obras y dones se llaman perfectos. Romanos 12:12 habla de la perfecta voluntad de Dios que la persona de mente transformada puede conocer. Asimismo se destaca el amor perfecto que echa fuera el temor (1 Jn 4:18). Santiago afirma que todo don perfecto viene de Dios (1:17). El mandato de Dios nos obliga a esforzarnos mediante el poder del Espíritu Santo a seguir adelante hacia la meta de la perfección moral y espiritual, aun cuando sabemos que en esta vida no la alcanzaremos (Flp 3:12).