POLIGAMIA

Lit. «muchos matrimonios», del gr. polýs, πολύς, «mucho», y gamos, γάμος, «matrimonio», pero más correcto sería hablar de poliginia = «muchas esposas», del gr. gyné, γυνή, «mujer». Forma de relación conyugal en la que un varón está unido a varias mujeres, simultáneamente y con reconocimiento legal.
La poligamia es una costumbre antiquísima debida a la preocupación de tener una familia numerosa y fuerte, que todavía pervive en algunos lugares. Los únicos pueblos importantes de la antigüedad que han tenido poco o ningún rastro de ella, han sido los griegos y los romanos. Según el autor bíblico, la poligamia apareció como un estigma con Lamec, hijo de Caín (Gn. 4:19). En la antigüedad era frecuente tener dos esposas, la legal y la > concubina; el Código de Hammurabi autorizaba al esposo de una mujer estéril tomar a su esclava por concubina. Lo vemos en los patriarcas, cuando Sara, al saberse estéril, ofreció su esclava Agar a Abraham (Gn. 21:14). Con todo, el autor sagrado dice que cuando Abraham aceptó tomar para sí una segunda mujer para conseguir el cumplimiento de la promesa, actuó insensatamente (Gn. 16:4). Isaac tuvo una sola esposa, pero Jacob fue polígamo, en parte debido al engaño de Labán (Gn. 29). Moisés reprimió los abusos de la poligamia, pero no la abolió (Dt. 21:16ss.; Ex, 21:9ss.; Lv. 18:18), aunque ciertas disposiciones tendían a desalentarla (cf. Lv. 18:18; Dt. 17:17). Por ley se prohibió la castración de los jóvenes (Dt. 23:1), práctica asociada a la poligamia, lo cual cual hacía difícil conseguir un hombre al cuidado de harén. Cada acto sexual volvía impura a la pareja durante un día: «Si un hombre se acuesta con una mujer y hay emisión de semen, ambos se lavarán con agua y quedarán impuros hasta el anochecer» (Lv. 15:18), lo que en el caso de un considerable número de mujeres, cada una reclamando sus propios derechos sobre el marido, se convertiría en una pesada carga. También quedaba prohibido favorecer a una mujer sobre otra y descuidar a una por otra (Ex. 21:8ss.). El resultado de todas estas ordenanzas fue que los israelitas se conformaron con una sola esposa (cf. Prov. 12:4; 19:29; 31:10ss.), o como mucho con tomar una > concubina. Lo mismo parece haber ocurrido en el antiguo Egipto. Después de la cautividad, parece que prevaleció la monogamia entre los judíos, al menos como ideal del matrimonio (cf. Tobit 1:11; 2:14; 8:4, 13; Susana. 29, 63; Mt. 18:25; Lc. 1:5; Hch. 5:1), aunque sin desterrar del todo la poligamia. Los libros sapienciales exhortan a los hombres a alegrarse en la mujer única de la juventud, sin pretender otras (Prov. 5:18; cf. Sal. 128:3).
Positivamente, la Ley enalteció el matrimonio monógamo prohibiendo las uniones entre consanguíneos y parientes políticos (Lv. 18); aseguró los derechos de las esposas de condición inferior (Ex. 21:2–11; Dt. 21:10–17); reglamentó el divorcio, obligando a una «carta de divorcio», y no una mera cuestión verbal, lo cual exigía la intervención de una tercera parte, lo cual dificultaba el proceso (Dt. 22:19, 29; 24:1); exigió el respeto al vínculo matrimonial (Ex. 20:14, 17; Lv. 20:10; Dt. 22:22). Según Dt. 17:17, al rey no le estaba permitido «acumular para sí mujeres», pero esta prohibición fue ignorada por David (2 Sam. 5:13), Salomón (1 R. 11:3), Roboam (2 Cro. 11:21) y Abías (2 Cro. 13:21). Herodes el Grande gozo de un gran harén, para cuyo servició procuró eunucos de países extranjeros (Josefo, Ant. 17, 1, 3).
En el tiempo de los Jueces, algunos, como Gedeón, se dieron a la poligamia o, al menos, a la bigamia (Jue. 8:30; 10:4; 12:9, 14). Sin embargo, la Escritura expone los males inherentes a la poligamia, las míseras rivalidades que se daban entre las esposas de Abraham, de Jacob y de Elcana (Gn. 16:6; 30; 1 Sam. 1:6); en cambio, se destaca la belleza y felicidad de las familias monógamas (Sal. 128:3; Prov. 5:18; 31:10–29; Ec. 9:9; cf. Eclo. 26:1–27). El sumo sacerdote no podía tener más que una sola esposa. Los esenios condenaban abiertamente la poligamia.
Todos los textos del NT hablan formalmente en contra de la poligamia. Conversando con los judíos acerca del divorcio, Cristo afirmó que Moisés lo había permitido por la dureza de sus corazones y que, excepto en caso de infidelidad, un nuevo matrimonio era un adulterio (Mt. 19:3–9). Es más, al decir Jesús, en respuesta a los fariseos, que al principio Dios «los hizo varón y hembra» (arsen kaí thely, ἄρσεν καὶ θῆλυ, v. 4), indirectamente condena la poligamia como contraria a la institución original del matrimonio. Luego se puede llegar a la conclusión de que la poligamia había sido permitida en la época del AT por la misma razón que el divorcio, pero nunca fue ordenado, sino restringida por la Ley.
La enseñanza de Pablo sigue en esta línea. Los cristianos conversos de la era apostólica se pueden dividir en tres clases: judíos, romanos y griegos. La poligamia, como ya dijimos, había caído en desuso general entre los primeros. Los romanos la prohibían por ley, aunque el divorcio era más frecuente que entre los judíos. Los griegos, por el contrario, eran más permisivos respecto a la poligamia. Las cartas de Pablo gral. van dirigidas a griegos conversos, muchos de los cuales serían polígamos. Hubiera sido una medida extrema por parte del Apóstol obligar a los conversos a despedir a sus mujeres legalmente casadas según la ley griega, aparte del daño y miseria que produciría en las esposas abandonadas. Ahora bien, lo que nunca permitió es la poligamia a los cristianos bautizados que aún no habían contraído matrimonio. De haberse dado la poligamia en las primeras comunidades cristianas, o de haberse dado la ruptura de los matrimonios polígamos previamente formalizados, seguramente quedarían noticias en las cartas donde el Apóstol trata otros asuntos problemáticos, quejas y murmuraciones. Censura a menudo a los conversos griegos su violación de la ética cristiana, algunos de los cuales regresaron a su vieja manera de vivir, pero nunca encontramos ninguna referencia a la poligamia, ni ningún indicio que nos permita pensar que esta continuó en las comunidades paulinas. La norma es: «Cada hombre tenga su esposa, y cada mujer tenga su esposo» (1 Cor. 7:2). El lenguaje paulino es monógamo en todas sus imágenes y comparaciones (cf. Ef. 5:23).
En el caso especial de los polígamos convertidos al Evangelio, se aceptaba la situación familiar de hecho; pero el polígamo quedaba excluido de la posibilidad de ejercer cargo alguno de responsabilidad en la Iglesia (cf. 1 Ti. 3:2, 12; Tit. 1:6). Véase CONCUBINA, FAMILIA, MATRIMONIO, SEXUALIDAD.