Profetas (Compañía de Los)

En 1 S. 10:5 se menciona la presencia de un grupo de profetas en «el collado de Dios» (V. M.: «Gabaa de Dios»; otras vers.: «Gabaa-Elohim»), ciudad natal de Saúl. Se desconoce si eran itinerantes o si residían allí. Es probable que no fuera la presencia de los profetas lo que determinara el nombre de esta localidad, sino la presencia del lugar alto que había allí (v. 5). El término heb. traducido compañía no es el mismo que el de 1 S. 19:20, también traducido «compañía», y que otras versiones traducen como «asamblea». El sentido no es claro en absoluto, pero en los dos casos se trata de una comunidad de profetas.
Samuel vivía en Ramá (1 S. 7:17; 28:3), donde dirigía un grupo de profetas (19:18–20). Más exactamente, Samuel residía en Naiot, casa o lugar donde se hallaba la comunidad de los profetas, no lejos de Ramá (véase Naiot). La tradición judía, representada por el Targum de Jonatán, traduce «Naiot» por «Escuela de los profetas». Es indudable que este grupo hacía de vez en cuando un retiro espiritual para meditar, pero no hay nada que indique que el fin de esta agrupación fuera el de su preparación de una manera intensiva para una carrera profética de gran envergadura. El término heb. y el contexto de 1 S. 10:10; 19:20–23, indican que había en Ramá una comunidad de hombres con el don de la profecía y el poder, por el Espíritu de Dios, de ejercer una influencia saludable sobre aquellos con los que entraban en contacto. Morando con Samuel, o cerca de su casa, practicaban, bajo su dirección, la adoración y alabanza, la contemplación, la meditación de las verdades espirituales (cfr. 1 S. 10:5; 1 Cr. 25:1–3), y otros ejercicios religiosos propios de los profetas. El Señor había abandonado Silo, el lugar del santuario central de Israel. Los profetas se agruparon entonces en torno de Samuel, el gran conductor espiritual, para adorar a Dios, alabándolo bajo la inspiración del Espíritu Santo (1 S. 19:20), para interceder en favor de Israel (12:23; 15:11, 35; 16:1), y para recorrer el país con el propósito de impulsar un despertamiento e instruir al pueblo (10:5, 10). Querían edificarse mutuamente y estar atentos a las instrucciones del Espíritu, con el fin de ser los instrumentos de Dios contra la apostasía ambiente. Dos siglos más tarde aparecieron comunidades proféticas en el reino del norte, pero no duraron mucho. Es probable que fueran fundadas por Elías, siguiendo el modelo de las que había dirigido Samuel. El calificativo «los hijos de los profetas» significa que los miembros pertenecían a la hermandad de los profetas. De manera análoga, se decía «hijos de los perfumistas», «hijos de los plateros» e «hijos de los cantores» para designar a los miembros de estos gremios (Neh. 3:8, 31; 12:28). Las expresiones «profetas» e «hijos de los profetas» eran sinónimas. El Señor se revelaba a estos hombres (1 R. 20:35–38, 41; 2 R. 2:3, 5; 9:1). Comunidades de este tipo, relativamente grandes (2 R. 2:7, 16; 4:42, 43), ocupaban edificios grandes (4:38; 6:1–4) en Gilgal, Bet-el y Jericó (2:3, 5; 4:38). El establecimiento de compañías de profetas en Bet-el y Jericó, centros de idolatría, demuestra que Elías quería resistir a la apostasía mediante la institución de centros para la reforma. Elías, a la cabeza de estos grupos, los visitaba periódicamente (2:1, 2, 4), y se le trataba con gran deferencia. Eliseo, a quien tenían gran afecto, era frecuentemente invitado a acudir a estas comunidades, las cuales le exponían sus proyectos y dificultades. Eliseo les encargó misiones particulares (4:38, 40; 6:1–7; 9:1). Estos «hijos de los profetas», que tenían ya cierta luz, recibieron de su conductor espiritual revelaciones más profundas, como María y Aarón las habían recibido de Moisés (2:15–22). «Sentarse a los pies de un profeta» significaba «consultar al Señor» (Ez. 8:1; 14:1–7; 20:1).
No parece que estas comunidades sobrevivieran a Eliseo; ni Is. 8:16 ni Am. 7:14 demuestran su existencia ulterior. La profetisa Hulda no estaba relacionada con ningún tipo de estas compañías.