INMUNDO

INMUNDO Persona, animal o cosa contaminada por impurezas físicas, rituales o morales, cuya condición la condenan leyes específicas. Era inmundo lo que desagradaba a las deidades o lo que pertenecía a la esfera de lo demoníaco.
En las leyes del Antiguo Testamento, se consideran inmundos:
1. Las personas que han tenido contacto con un cadáver (Nm 19:11–22); con algún flujo del cuerpo humano (sangre, semen, flujos de menstruación y parto, Lv 12:1–5); con personas leprosas o sus pertenencias (Lv 13 y 14); o que han comido carne o alimentos prohibidos.
2. Algunos animales (Gn 9:4; Éx 22:31; Lv 11:1–47; 17:15; Dt 14:3–21; Hch 15:20, 29).
3. Algunos lugares, por causa de opresión (Ez 22:24), por prácticas religiosas prohibidas (Jos 22:17, 19), por idolatría (Jer 13:27), por la sangre de los muertos en las calles (Lm 4:15).
4. Algunos objetos expuestos al contacto con personas o animales impuros (Lv 13; 14; 15).
Los defectos físicos se consideraban una causa de inmundicia (Lv 21:16–24) porque deformaban la imagen de Dios. La idolatría era práctica inmunda (Os 6:10) porque violaba la adoración que solo a Dios le corresponde.
Los procesos de purificación incluían: una espera de uno, siete o más días (Lv 15:28), un ritual que empleaba agua (Lv 15:5), fuego (Nm 31:23), sangre (Lv 14:25) u otro agente purificador; y muy a menudo un sacrificio como ofrenda de expiación según el tipo de pecado.
La tradición sacerdotal hebrea consideraba las leyes de la purificación como parte del pacto mosaico y esenciales para la supervivencia de la nación; la violación de estas era ofensa a la santidad de Dios.
En los profetas y los salmos se tiende a subrayar la limpieza moral y no solo la ceremonial. Esta última se recalca de nuevo en el período intertestamentario.
En días de Jesús, los judíos tenían un rígido y complicado sistema ceremonial para la purificación y la determinación de lo inmundo. Era evidente que no todas sus enseñanzas provenían del Antiguo Testamento. El evangelio presenta una perspectiva totalmente distinta frente a la ley ritual y sus diferentes concepciones de inmundicia (Hch 10:9–16; Heb 9:9–14).
La impureza por causa de la lepra y la posesión demoníaca son temas del Nuevo Testamento, pero predomina el énfasis en la pureza moral. Se insiste en abrogar las leyes ceremoniales, para hacer posible que los gentiles lleguen a ser parte de la Iglesia.
En la comunidad primitiva, particularmente en los escritos paulinos (Gálatas en especial), se insiste en diferenciar el cristianismo de las prácticas judías. El cristianismo que nace en contextos no judíos tuvo la posibilidad de crear su propia identidad en lugar de tomar el judaísmo como mediación religiosa necesaria para llegar a Cristo.
Jesús en sus enseñanzas hizo hincapié en la limpieza y pureza moral y no ceremonial (Mc 7:1–23). Su ataque se dirigió a quienes elevaron lo ritual y externo sobre lo moral y ético interno. Pablo proclama que nada es inmundo en sí mismo (Ro 14:14, 20; Tit 1:15); sin embargo, nadie debe violar los escrúpulos de su conciencia o los de su hermano (1 Co 8:9–13). El amor y no el ceremonialismo es la Ley suprema del cristiano (Ro 14:15; → PUREZA).