NAVEGACIÓN

En la antigüedad, el arte de la navegación era una empresa azarosa y arriesgada, debido a los peligros con que tenían que enfrentarse los navegantes, dado lo inadecuado de sus naves e instrumentos. Para los hebreos, pueblo de tierra adentro, la navegación era considerada como un gran misterio. «Tres cosas me son misteriosas, y tampoco comprendo la cuarta: el rastro del águila en el aire, el rastro de la serpiente sobre la peña, el rastro del barco en el corazón del mar» (Prov. 30:19).
Desde tiempos remotos se navegaba por los grandes ríos. Pequeñas barcas de forma circular iban desde el alto Éufrates a Babilonia (Heródoto 1, 194). Para bogar por el Nilo, los egipcios se servían de naves de madera de acacia (Heródoto 2, 96). Los fenicios eran notables en el arte de la construcción naval, y sus flotas surcaban el Mediterráneo.
Israel no se interesó en esta actividad durante toda su historia nacional, a pesar del desarrollo que había alcanzado entre sus vecinos. Fue Salomón el único que dirigió empresas comerciales marítimas (2 R. 9:26). Josafat trató de imitarle, pero fracasó. El gran rey de Israel dependía, sin embargo, de la participación de marinos fenicios. Los tirios llevaban la madera de cedro y ciprés para la construcción del Templo de Salomón en forma de balsas al puerto de Jope (1 R. 5:9; 2 Cro. 2:16). De la misma manera llegó a Jope la madera para la construcción del segundo Templo (Esd. 3:7). La tripulación de la nave en la que se embarcó Jonás estaba formada por personas de diversas nacionalidades (Jon. 1:5). Durante el período de dominación romana, hubo piratas judíos (Ant. 14, 3, 2; Guerras 3, 9, 2 y 3).
En tiempos de guerra, las naves servían como transporte de tropas (1 Mac. 15:3, 4; 2 Mac. 14:1) y campo de batalla (1 Mac. 8:23, 32; Ant. 9:14, 12; cf. Guerras 3:10, 1). La proa de algunas embarcaciones estaba dotada de un espolón de hierro, destinado a hendir el casco de los navíos enemigos. La navegación de la época era a vela o de remos. Las hermosas naves mercantes de Tiro, de maderas calafateadas (Ez. 27:5, 9), tenían mástiles de cedro, velas de lino fino (Ez. 27:7; Is. 33:23), bancos de pino y remos de encina (Ez. 27:6). Iban tripuladas por remeros y un piloto (Ez. 27:8, 27). Las embarcaciones de lujo tenían velas bordadas y ricos cortinajes (Ez. 27:7). Naves de este tipo iban a Tarsis (Jon. 1:3, 5, 6, 13) y navegaban incluso por el Atlántico, de España a Inglaterra en busca de > estaño.
Durante el período romano, había numerosas barcas de pesca de poco tamaño que recorrían el lago de Genesaret (Lc. 5:2; Jn. 6:22, 23; Guerras 2, 21, 8; 3:10, 9; Vida 33), impulsadas por remos, y a veces a vela (cfr. Mr. 4:38 y Lc. 8:23. Josefo menciona el ancla y el piloto (Vida 33).
La nave alejandrina que llevó al apóstol Pablo de Mira a Malta llevaba su propia tripulación y 276 pasajeros, aparte de un cargamento de trigo (Hch. 27:37, 38). Josefo sufrió un naufragio en una nave en la que iban 600 personas (Vida 3). Luciano describe una nave alejandrina de grandes dimensiones, lanzada por una tormenta en el puerto de Atenas con un cargamento de trigo a bordo. Medía unos 55 m. de eslora (sin duda se refiere de los extremos de proa a popa) y entre 13 y 14 m. de manga. Su capacidad debía ser de 1.000 a 1.100 toneladas de registro bruto. Según Ateneo, la gigantesca galera de Ptolomeo Filopátor tenía alrededor de 128 m. de eslora y 17 de manga. Durante un viaje de Pablo, el comandante de la nave y su armador se encontraron sobre el puente donde se hallaba la tripulación (Hch. 27:11, 30). La embarcación era de madera (Hch. 27:44), con una vela de mesana que se podía izar o arriar (Hch. 27:40). Tenía dos mástiles, el de mesana y el gran mástil, e indudablemente dos gobernalles (v. 40), cuatro anclas de popa y otras tantas de proa (Hch. 27:29, 30). Llevaba un esquife que se podía izar hasta el puente mediante los cordajes (Hch. 27:16, 17, 30, 32). Se disponía de sondas (Hch. 27:28). Por lo general, las naves llevaban ojos pintados a cada lado de la proa. La nave de Pablo no pudo resistir los embates del viento, y quedó a la deriva (Hch. 27:15).
Una pintura de Pompeya, que representa una nave de la época de Pablo, muestra el mástil de mesana inclinado como un bauprés para sostener una vela cuadrada. Se señala un gran mástil cuya vela cuadrada está adaptada a una larga verga. La parte central de la verga se apoya contra el mástil. La popa y la proa eran frecuentemente levantadas y retorcidas, terminando en forma de cabeza de ave acuática. La enseña iba pintada o grabada a cada lado de la proa (Hch. 28:11). La embarcación era dirigida mediante dos remos grandes que salían de cada lado de la popa. Las anclas eran análogas a las modernas. Con cables o cadenas centraban el navío durante las tempestades, previniendo su desencuadernamiento (Hch. 27:17).
Bibliografía: Teresa de Jesús Martínez, “Navegación”, en EB, V, 455–463.