Libertos

1. Gr. 558 apeleútheros, ἀπελεύθερος, «liberto», de apó, «de» y eleuthería, «libertad». El esclavo a quien se otorga o recupera su libertad. Según la legislación mosaica, los israelitas no podían quedar en esclavitud perpetua, excepto por propia decisión, la cual sin duda estaría motivada por el miedo a la vida de miseria que les había llevado a venderse como esclavos.
En la antigua sociedad romana, el esclavo no tenía capacidad de derecho. Técnicamente era una cosa, no una persona, y como tal quedaba sujeto a la propiedad de su amo. La situación del esclavo podía cesar por voluntad de la ley o por voluntad del amo. Al acto de liberar a un esclavo se lo llamaba manumisión (del lat. manu mittere, «enviar [libre] con un documento [escrito a mano]»). Fue una práctica común en Roma y sus dominios a lo largo de su historia. Un esclavo, por afecto, favores prestados, méritos, cualidades personales, buena voluntad del propietario, o, simplemente, porque había dejado ser rentable o útil, podía recuperar la libertad y convertirse en liberto, pasando a formar parte de la plebe y con ello la necesidad de ganarse la vida con su trabajo, por lo que muchos de ellos seguían trabajando para sus anteriores propietarios, ahora patronos.
Jurídicamente, los libertos se encontraban en una situación intermedia entre el hombre libre y el siervo. Penal y procesalmente eran personas y no cosas; socialmente, su condición era superior a la del siervo. Sin embargo, la ley establecía una serie de restricciones, como no poder ocupar cargos públicos o administrativos.
En el NT la palabra «liberto» se emplea en sentido metafórico, referida sobre todo a la emancipación espiritual del pecado y de la muerte, otorgada por Cristo (1 Cor. 7:18–24). Véase ESCLAVITUD, LIBERTAD.
2. Gr. 3032 libertinos, λιβερτίνος, lit. «hombre libre [liberado]»; lat. libertinus.
Nombre de un grupo de judíos que, con otros procedentes de Alejandría y de Cirene, tenían una sinagoga en Jerusalén (Hch. 6:9). Probablemente eran descendientes de los que habían sido capturados por los romanos durante la guerra con Pompeyo y otros generales, llevados a Roma y liberados después, muchos de los cuales regresarían a Jerusalén. Formaban con los cireneos y alejandrinos una unión sinagogal a la que parece referirse la inscripción griega hallada por R. Weil sobre el Ofel en los años 1913–14. La inscripción, todavía casi completamente legible, dice: «Teodosio, el hijo de Veteno, sacerdote y dirigente de la sinagoga, hijo de un dirigente de sinagoga, hijo del hijo de un dirigente de la sinagoga, construyó la sinagoga para la lectura de la ley y para la enseñanza de los mandamientos, y también para el alojamiento y las cámaras y comodidades de agua de una posada para quien la necesite viniendo de afuera, de la cual [sinagoga] sus padres y ancianos y Simónides pusieron el fundamento». Según los autores judíos, en Jerusalén había 480 sinagogas en total (Megill. 73, 4; Ketub. 105, 1) y sería extraño pensar que no hubiera ni una siquiera para la población judía procedente de las ciudades mencionadas, donde sumaban un número importante (Josefo, Ant. 14:7, 2; 14, 10, 1; 19, 5, 2; Guerras, 2, 13, 7). La sinagoga habría sido costeada por los judíos liberados y ocupada por ellos. Liberto vendría a ser una palabra de origen romano. La agresiva oposición a Esteban (Hch. 6:9) se explicaría por su devoción a las notas nacionales de su religiosidad, puestas en peligro por la visión crítica y el mensaje universalizador del diácono cristiano. Véase ESTEBAN, SINAGOGA.