PLAÑIDERA

Heb. 6969 qun, קו‌‌ן, raíz prim. «rasgar» una nota musical, de ahí «cantar» o «lamentar» en un funeral. El sustantivo derivado significa «endecha» y «plañidera». Entre los orientales, todo lo relacionado con la muerte y el funeral se efectuaba de un modo ruidoso y ostentoso (Rt. 1:9; 1 Sam. 2:4; 2 Sam. 3:31; 13:36; cf. Ex. 12:30). El difunto era llorado no solo por los familiares, sino también por los amigos y extraños, hasta el punto de contratarse personas, principalmente mujeres, para hacer lamentación, en señal de duelo y dolor. «El hombre se va a su morada eterna, y los que hacen duelo o endechadores [hassophedim, הַסּוֹפְדִים ] rondan alrededor de la plaza» (Ecl. 12:5). Las plañideras son mencionadas en Jer. 9:17–20, prob. se trataba de viudas (cf. Sal. 78:64; Hch. 9:39). Cuando murió el piadoso rey Josías, «cantores y cantoras» recitaron sus lamentaciones y endechas sobre el desdichado rey, y las dieron por norma para endechar en Israel (2 Cro. 35:25). Las endechas de las plañideras cubrían un repertorio de temas que versaban sobre la bondad del difunto y la tristeza de sus parientes. Este género está bien atestiguado en los textos ugaríticos.
Las plañideras acompañaban con sus gritos y lamentos el cortejo fúnebre, se tiraban del cabello, se vestían de saco, se golpeaban el pecho y se sentaban sobre ceniza, llorando aparte hombres y mujeres (Zac. 12:11–14). En tales ocasiones se considera que las lágrimas, sobre todo abundantes son un remedio eficaz contra el dolor ocasionado por la pérdida de un ser querido (Jn. 11:33). Si la familia tenía recursos para hacerlo, como era el caso del principal de la sinagoga mencionado en los Evangelios, también se traían tañedores de flauta para que expresaran el duelo a través de los instrumentos (Mt. 9:23; 11:17–27; cf. 2 Cro. 35:25; Josefo, Guerras, 3, 9, 5). Véase DUELO, ENTIERRO.