MOMIA, MOMIFICACIÓN

Nombre derivado del persa mumiai, que significa «asfalto», y del árabe mum, «cera», aplicada a los cuerpos de hombres y animales en el proceso de prepararlos para evitar la putrefacción.
En el Imperio Antiguo de Egipto (2800–2150 a.C.) la momificación ya era conocida. Tenía por objeto conservar al muerto con la misma apariencia que había tenido en vida y garantizar así el disfrute en el Más Allá. En un principio, se creía que la vida eterna estaba reservada solo a los reyes, por lo que solo ellos eran embalsamados. Más tarde, se generalizó la práctica, al extenderse a otras clases el disfrute de la vida de ultratumba. Se debe observar que se creía que la vida del alma estaba supeditada a la preservación del cuerpo. De ahí esta práctica.
Primero se sacaban las vísceras y líquidos del cuerpo muerto, y después se embalsamaba con hierbas aromáticas y medicinales para que no se corrompiera. A continuación, se envolvía cuidadosamente la momia con vendas y se la cubría con amuletos protectores. Por último, se la colocaba en varios ataúdes, encajados todos ellos en un sarcófago; así se hacía, por lo menos, con el rey y los dignatarios. Cada ataúd estaba esculpido a imagen del difunto. Los vasos canopes, en los que quedaban depositadas las vísceras y las pequellas estatuillas que hacían de servidores funerarios del muerto, velaban por su reposo.
Se han descubierto multitud de momias en excelente estado de preservación en las excavaciones del Valle de los Reyes, en Egipto. Junto con ellas se hallan instrumentos y bienes que se creía necesitarían en el mundo invisible. La Biblia menciona la momificación de los cuerpos de Jacob y de José (Gn. 50:2–3, 26). Véase EMBALSAMAMIENTO.