Perla

Heb. 1378 gabish, גָּבִישׁ, de una raíz que en árabe da como derivado el término «hielo» o «perla»; la Sept. meramente hace una transliteracion, gabís, γαβίς; NT 3135 margarites, μαργαρῖτης = «perla»; Vulg. eminentia. Un vocablo que solo se usa en plur. es peninim, פְּנִינִים (Job 28:18; Prov. 8:11; 31:10), y una vez peniyyim, פְּנִיּיִם, en Prov. 3:15; Sept. lithoi, λίθοι, o lithoi polyteleîs, λίθοι πολυτελεῖς.
Cuerpo duro que se forma en el interior de ciertas ostras, de forma redondeada y de un color nácar brillante. En realidad, las perlas son glóbulos formados de capas de carbonato cálcico alternadas con capas de sustancia orgánica; se forman por el depósito de la sustancia nacarada alrededor de un cuerpo extraño que se ha introducido dentro; un grano de arena, por ejemplo, produce irritación y sirve de núcleo. Esta sustancia es la misma que el nácar que recubre el interior de las conchas. Las perlas grandes y bien formadas son producidas por la «ostra perlífera», Meleagrina margaritifera, que abunda en el océano Índico, especialmente en el golfo Pérsico y en las cercanías de Ceilán (la actual Sri Lanka).
Considerada artículo de gran precio (Job 28:18; Mt. 13:45, 46), las perlas se usaban para adorno (1 Ti. 2:9; Ap. 17:4). El Reino de Dios es comparado a una perla de gran precio (Mt. 13:45, 46); las puertas de la Jerusalén celestial son doce perlas (Ap. 21:21). En sentido figurado, Jesús dice que no hay que dar lo santo a los perros, ni echar las perlas delante de los cerdos (Mt. 7:6), lo que recuerda un viejo proverbio árabe, en el cual se advierte de no malgastar el tiempo ni los dones con necios. Véase RUBÍ.