IMPUESTO, IMPUESTOS

IMPUESTO, IMPUESTOS Un cargo obligatorio o contribución financiera para mantener al gobierno. Los impuestos pudieron haber surgido con la costumbre de dar presentes para protegerse del daño (Gn 32:13–21; 33:10; 43:11). Cuando José le reveló al faraón en Egipto que habrían siete años de hambre tras siete años de abundancia, el faraón le encargó recaudar fondos. Durante el tiempo de hambre así como en abundancia, recogió un impuesto de veinte por ciento para guardar alimentos y entonces comprar tierra para el faraón (Gn 47:20–26).
Durante el tiempo del éxodo, Moisés pidió fondos voluntarios para la construcción del tabernáculo (Ex 25:2; 35:5, 21). La Ley de Moisés prescribía que cada varón mayor de veinte años daría medio siclo por el servicio del tabernáculo (Ex 30:11–16).
Al establecerse el reino unido bajo David y Salomón, se instituyeron varios medios contributivos: un impuesto de diez por ciento sobre el producto de la tierra y el ganado (1 S 8:15, 17); servicio militar obligatorio por un mes cada año (1 Cr 27:1); y derechos de importación (1 R 10:15). Los pueblos sujetos también pagaban tributo (2 S 8:6; 2 R 3:4). El impuesto opresivo de Salomón fue una de las causas de la división del reino después de su muerte (1 R 12:4).
Cuando los persas asumieron el poder y gobernaron toda Palestina, establecieron un nuevo sistema de impuesto. En lugar de pagar tributo a un amo extranjero, se requería que cada provincia del Imperio Persa recaudara sus impuestos. Cada → SÁTRAPA persa recaudaría para su provincia. El decreto de Darío Histapis declara que los sátrapas pagaron una cantidad fija al tesoro real. El rédito recogido se derivaba del tributo, aduanas y peaje (Esd 4:13). Los sacerdotes, y otros involucrados en el servicio religioso, estaban exentos de estos impuestos (Esd 7:24). Aparte del impuesto central gubernamental, también se recogía uno para mantener el hogar del gobernante. Los impuestos eran tan pesados que muchos se veían forzados a hipotecar sus campos y viñedos. Algunos hasta vendían a sus hijos a esclavitud (Neh 5:1–5).
Durante el período entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, los judíos estuvieron inicialmente bajo el dominio egipcio tolomeo (301–198 a.C.) y luego bajo el dominio sirio seléucida (198–63 a.C.). Bajo los tolomeos los impuestos no los recogía un representante egipcio. En lugar de eso, se otorgaban los privilegios de recaudar impuestos al mejor postor. Desde las distintas provincias las personas venían a Alejandría para negociar el privilegio de recoger impuestos de su propio pueblo. Aquel que ganaba el contrato le recogía al pueblo el doble de la cantidad de impuesto prescrito por la ley para obtener una cuantiosa ganancia. A estos recaudadores de impuestos bajo contrato se les daba ayuda militar para capacitarlos a implementar sus demandas.
Este mismo tipo de sistema de impuestos probablemente continuó en Palestina bajo el dominio sirio. Durante este tiempo se implementaron derechos de peaje, sobre la sal y un impuesto real. Los sirios pedían hasta un tercio del grano, la mitad de las frutas y una porción de los diezmos que los judíos pagaban para apoyar al templo.
Cuando los romanos bajo Pompeyo capturaron a Jerusalén en 63 a.C., se le impuso temporalmente a los judíos un impuesto de diez mil talentos. El sistema de contrato para recaudar impuestos fue reformado por Julio César, quien redujo los impuestos y no exigía impuestos en los años sabáticos. Pero poco después los Herodes llegaron al poder en Palestina, ellos demandaron impuestos más pesados.
Los Herodes instituyeron un impuesto de peaje y un impuesto sobre derechos de pesca en ríos y lagos. La aduana se recogía en las rutas comerciales por hombres como Leví, quien recaudaba en Capernaum (Mt 9:9; Mc 2:14; Lc 5:27). Esta ciudad también pudo ser un lugar para derechos portuarios y peajes pesqueros. A raíz de los impuestos, algunos de los artículos se vendían a un mil por ciento sobre sus precios originales. Pudo haber impuestos de venta sobre esclavos, aceite, vestidos, cueros y pieles. Sobre estos impuestos estaban los débitos religiosos. Estos generalmente oscilaban entre diez y veinte por ciento de la ganancia de una persona antes del impuesto gubernamental.
Durante los tiempos de Jesús, los judíos probablemente pagaban entre un treinta a un cuarenta por ciento de sus ganancias en impuestos y débitos religiosos.