LEPROSO

Heb., alguna forma de la raíz verbal 6879 tsará, צרע, «azotar, ser atacado por la lepra»; gr. 3015 leprós, λεπρός = «escamoso», de lepi, «escamas [de pez]».
No todos los leprosos mencionados en la Biblia eran lo que hoy consideraríamos por tales, a juzgar por el examen médico de los textos donde aparecen. Probablemente lo eran en algunos casos, pero en otros eran enfermos de dermatosis o dermatopatías en general, o tal vez de infecciones cutáneas diversas.
Todas las culturas antiguas consideraban la lepra —y el resto de enfermedades— como un castigo divino, visión fuertemente sacerdotal (cf. Dt. 28:27–35). En la aparición de una enfermedad cutánea, y en especial la lepra, la impureza por el pecado acompañaba al enfermo mientras duraba su convalecencia. Ejemplos de ello hallamos en > Miriam, cubierta de «lepra blanca como la nieve» por murmurar contra su hermano, que fue echada del pueblo durante siete días, y sanó gracias a la intercesión de Moisés (Nm. 12:9ss.); el sirio Naamán —aunque lo más prob. es que su verdadera enfermedad fuera vitíligo—, curado por Eliseo (2 R. 5); el criado infiel de Elíseo, Guejazi, que se dejó llevar por la avaricia (2 R. 5:27); el rey > Ozías/Uzías, ante cuya ira contra los sacerdotes «le brotó la lepra en su frente» y fue leproso hasta su muerte, habitando en una casa apartada, por lo cual fue excluido «de la casa de Yahvé» (2 R. 15:5; 2 Cro. 26:21–23). Job probablemente fue afectado por lepra en su prueba: «Salió Satán de la presencia de Yahvé e hirió a Job con una ulceración maligna desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza» (Job 2:7–8), lo que confirmaba la obstinada posición de sus amigos, que atribuían su desgracia a un pecado oculto.
Por su condición de impuros y pecadores, los leprosos debían mantenerse aislados y evitados por todo el mundo. Eran expulsados de la comunidad y del culto, sufriendo marginación total. Debían vivir separados y anunciarse por los caminos gritando: «Impuro, impuro». Los leprosos eran condenados al aislamiento, a la más terrible soledad y al rechazo generalizado. En ocasiones se agrupaban entre sí, a juzgar por la noticia sobre los cuatro leprosos que estaban a las puertas de Samaria (2 R. 7:3), o los diez que «limpió» Jesús en una aldea samaritana (Lc. 17:11–18).
En el NT los leprosos son mencionados en relación con ciertos milagros efectuados por Jesús en el curso de su vida pública (cf. Mc. 1:40–45; 14:3; Lc. 17:11–18). Véase LEPRA.