Lazo

Instrumento de cacería, utilizado especialmente contra las aves (Os 9:8; Am 3:5). Se extendía en forma muy disimulada sobre el nido de la presa o en los caminos por donde esta acostumbraba pasar (Job 18:8–10).
En la Biblia también se habla figuradamente de poner lazo (trampas) a los hombres (Éx 10:7; Jos 23:13; Sal 69:22; 140:5; Pr 1:18; Jer 5:26; etc.). Estos lazos siempre representan la ruina del individuo (Pr 7:23). En el Nuevo Testamento es el diablo el que extiende los lazos de maldad al hombre (1 Ti 3:7; 6:9; 2 Ti 2:26). Para librarse de tales lazos solo es posible acudir al abrigo de Dios y guardar su Palabra (Sal 91:1–3; 119:110; 124:7. Heb. 4170 moqesh, מוֹקֶשׁ = «lazo, trampa» para atrapar animales; fig. «trampa, tropezadero»; 6341 paj, פַּח = «red, tropiezo, lazo»; gr. 3803 pagís, παγίς, «trampa, lazo», relacionado con el vb. 4078 pégnymi, πήγνυμι «fijar, asegurar», y 3802 pagideúo, παγιδεύω, «atrapar»; 1029 brokhos, βρόχος, «lazo corredizo, dogal» (cf. 1 Cor. 7:35).
Parece que el lazo consistía esencialmente en una especie de red disimulada en la que entraba la presa, que quedaba aprisionada en ella (cf. Job 18:9; Am. 3:5). De la práctica de la caza, pasó a ilustrar figuradamente los peligros a los que se exponen los impíos, cuyas maquinaciones —lazos— se vuelven contra ellos (Sal. 9:15–16; 38:16; 119:110; 140:6). De los sacerdotes y reyes infieles se dice que son lazo para el pueblo (Os. 5:2; 9:8). El Señor sabe librar a los justos de los lazos de los malvados (Sal. 91:3; 124:7; 142:4).
En el NT se usa siempre de forma metafórica, refiriéndose a la ruina de aquellos que caen en una trampa, p.ej., las riquezas, que constituyen un lazo para aquellos que «quieren enriquecerse» (1 Ti. 6:9); el mal que los israelitas atrajeron sobre sí mismos y por el cual los especiales privilegios que les habían sido dados por Dios, centrados en Cristo, vinieron a serles ua trampa, siendo su rechazo de Cristo y del Evangelio el efecto retributivo de su apostasía (Ro. 11:9); en dos ocasiones se hace referencia al «lazo del diablo» (1 Ti. 3:7; 2 Ti. 2:26). La segunda venida imprevista de Cristo es comparada a un lazo que «vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra» (Lc. 21:34–35).