Heb. 2617 jésed, חֶסֶד = «bondad, piedad»; 2623 jasid, חָסִד = «piadoso, santo»; 7355 rajam, רַחַם = «compasión, piedad»; gr. 2150 eusébeia, εὐσέβεια, de eu, bien, y sébomai, ser devoto o «adorar bien», y de ahí «mostrar piedad para con Dios» (cf. Hch. 3:12; 1 Ti. 2:2; 3:16; 4:7, 8; 6:3, 5, 6, 11; 2 Ti. 3:5; Tit. 1:1); lat. pietas; gr. 2151 eusebés, εὐσεβής = «piadoso, devoto»; 2152 eulabés, εὐλαβής, lit. «bien asido», de eu, «bien», y lambano, «asirse», que significa primariamente «cauto», y en el N.T. implica ser cauto por ser consciente de la presencia y las demandas de Dios, ser reverente ante él, piadoso y devoto (cf. Lc. 2:25; Hch. 2:5; 8:2; 22:12); 2317 theosébeia, θεοσέβεια = «adoración» o «reverencia» a Dios, «temor reverencial a Dios», de theós, «dios», y sébomai; 4576 sebo, σέβω = « reverenciar», destacando el sentimiento de maravilla o de devoción.
El heb. jésed básicamente quiere decir uno que practica > misericordia, que es el requerimiento básico de Dios en la religión en los profetas: «Misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos» (Os. 6:6). Dios demanda de los suyos una respuesta de corazón, un don de todo el ser, en lugar de un culto formalista que cumpla mecánicamente los sacrificios ordenados por la Ley.
La piedad del AT supone el temor de Dios, que más que miedo es un respeto soberano ante la majestad y santidad trascendente del Señor, es decir, reverencia. El piadoso es la persona «temerosa de Dios» (cf. Is. 11:1–2). En el NT el énfasis está puesto en el amor, que parte de la iniciativa divina. La encarnación y la glorificación de Cristo constituyen el gran misterio de la piedad (1 Ti. 3:16). En 1 Ti. 6:3 «la doctrina que es conforme a la piedad» significa aquella que es coherente con la piedad, en contraste con las falsas enseñanzas; en Tit. 1:1, «la verdad que es según la piedad» es aquella que produce piedad. El cristiano es exhortado a ejercítarse en la piedad, que «para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera» (1 Ti. 4:7–8). La piedad es nuestra principal fuente de ganancia aquí abajo (1 Ti. 6:6), y se debe buscar intensamente (1 Ti. 6:11), para vivir verdaderamente «en toda piedad» (1 Ti. 2:2; Tit. 2:12; cf. 2 Pd. 1:6). La marca de la > apostasía es la de tener «apariencia de piedad, pero negar la eficacia de ella» (2 Ti. 3:5). «Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución» (2 Ti. 3:12). El mismo Dios da a los creyentes todo aquello que pertenece a la vida y a la piedad, y no dejará de librar de las pruebas a todos los hombres piadosos (2 Pd. 1:3; 2:9).
La piedad se ejerce también en el seno de la familia y hacia los padres: viene a ser la piedad filial, particularmente grata a Dios. Si uno no se cuida de los suyos, y principalmente de los de su familia, ha renegado de la fe y es peor que un infiel (1 Ti. 5:4, 8).