HIJO DE DIOS

HIJO DE DIOS Título mesiánico más importante que Jesús usaba en la revelación de sí mismo. Aparece a veces en forma sencilla («el Hijo») y a veces con otras palabras descriptivas.

Antecedentes
Israel fue llamado hijo primogénito de Dios, objeto especial de su amor y cuidado (Éx 4:22). Dios mismo prometió establecer el trono de su reino eterno, sobre el cual tanto Salomón como sus descendientes se sentarían (2 S 7:13s). La promesa divina a Salomón fue: «Yo seré su Padre, y Él será mi hijo», pero en la distancia se podía vislumbrar al → MESÍAS, de quien se podría decir lo mismo. Dios designa a su Ungido como su hijo (Sal 2:7). Ninguno de estos versículos usa la frase completa, pero es claro que siempre se habla de los que son hijos de Dios en una forma especial, sea Israel, Salomón o el Mesías. Los dos últimos pasajes se citan con frecuencia en el Nuevo Testamento con referencia a Jesús (cf. Heb 1:5, donde los dos se encuentran juntos). En Job 1:6 y 2:1 la frase «hijo de Dios» designa los seres celestiales que están en la presencia de Dios.
El título indica la creación inmediata de Dios. Adán era el hijo de Dios, porque lo creó (Lc 3:38); y el mismo Jesús era resultado directo de la actividad creadora de Dios en la virgen María (Lc 1:35).
El título tiene también un sentido de creación espiritual: todos los que creen en el Hijo de Dios llegan a ser hijos de Dios (Jn 1:12). Este es el significado del nuevo nacimiento de que habla Jesús (Jn 3:3, 5, 7); la frase «nacer de nuevo» puede traducirse «nacer de arriba». La enseñanza de que Dios es nuestro Padre y que somos sus hijos tiene apoyo especial en los Evangelios según Mateo y Juan (cf. Ro 8:14, 15, 19; Gl 3:26; 4:5, 6).

Designación Especial de Jesús
Algunos usos de este título indican la deidad de Jesús: el Hijo de Dios es realmente Dios, el Hijo. Se ve esto en el primer capítulo de Juan, en donde se habla del Hijo unigénito de Dios, o sea, el único de su clase (Jn 1:14, 18); es la misma persona a la que se le llama el → VERBO en 1:1, que era con Dios y era Dios. Los judíos comprendieron que Jesús se igualaba con Dios al decir que el Padre y Él eran uno mismo (Jn 10:30, 33), o cuando dijo ser el Hijo de Dios (Jn 10:36).
En un pasaje considerado como juanino en el Evangelio según Mateo (11:27), la relación entre el Padre y el Hijo solo se explica por igualdad de esencia:
1. El Padre ha entregado en las manos del Hijo todas las cosas.
2. Hay un mutuo conocimiento entre el Padre y el Hijo solo explicable entre iguales.
3. El Hijo tiene la autoridad de revelar el Padre a quien quisiera.
En segundo lugar, el título Hijo de Dios se usa para explicar la subordinación de Jesús al Padre en la → ENCARNACIÓN. El Padre es mayor que Él (Jn 14:28) y por eso Jesús se somete a su autoridad en todo, pero la armonía de ambos en propósito y acción es perfecta (Jn 5:19–38).
En tercer lugar, señala a Jesús como el Mesías. La voz del Padre en el bautismo (Mt 3:17) anuncia que Jesús es el Hijo que Dios ha escogido para llevar a cabo el ministerio mesiánico del siervo sufriente de Isaías (los textos del Antiguo Testamento que corresponden a las palabras del Padre son Sal 2:7 e Is 42:1). Aquí se ve la combinación de los primeros puntos arriba mencionados: Jesús es Dios, el Hijo, quien en su encarnación siendo sumiso a la voluntad del Padre, llega a ser el Mesías y a sufrir los tormentos de la cruz.
Nótese que los títulos «Hijo de Dios» y «Cristo» (que significa Mesías) se encuentran juntos en pasajes muy importantes: en la gran confesión de Pedro (Mt 16:16); en el juicio ante el sumo sacerdote (Mt 26:63); y también en la declaración del propósito del cuarto Evangelio (Jn 20:31).