Ángel de jehová. Todo ángel que Dios envía a ejecutar sus órdenes pudiera ser llamado el ángel del Señor (2 S. 24:16; 1 R. 19:5, 7). Pero el misterioso ser llamado el Ángel de Jehová es de un orden totalmente distinto. Es a la vez distinto y uno con Dios, siendo seme jante a Él. Habla como siendo el mismo Dios y su persona parece confundirse con la de Dios (Gn. 16:7, 10; 18:10, 13–14, 33; 22:11–12, 15–16; 31:11, 13; Éx. 3:2, 4; Jos. 5:13–15; 6:2; Jue. 6:12–22; 13:13–22; Zac. 1:10–13; 3:1–2).
El ángel de Jehová revela la faz de Dios (Gn. 32:30); el nombre de Jehová está en él (Éx. 23:21), y su presencia equivale a la presencia divina (Éx. 32:34; 33:14; Is. 63:9). Su nombre es «admirable» (Jue. 13:18), que se vuelve a encontrar en la profecía de Is. 9:6 aplicada al Mesías: «Y se llamará su nombre: Admirable» (el mismo término también en hebreo).
De todo ello se puede llegar a la conclusión de que el Ángel de Jehová es una verdadera teofanía (véase), o aparición de Dios. Jehová mismo es invisible, y nadie lo ha podido ver jamás (Éx. 33:20; Jn. 1:18 ; 1 Ti. 6:16). Es el Hijo Unigénito quien lo ha manifestado, y ello no solamente por Su encarnación en el NT, sino ya en el AT por Sus apariciones como el Ángel de Jehová. Así se armonizan los textos en base de los cuales por una parte nadie puede ver ni ha visto jamás a Dios, y por otra parte aquellos textos en base de los cuales creyentes del AT tuvieron un encuentro real con Dios (Gn. 32:30; Éx. 24:9; cp. Hch. 7:38; fue el Ángel que se apareció a Moisés, etc.).
Citemos también al profeta Zacarías (Zac. 3:1–5), donde el Ángel de Jehová interviene como lo hace Cristo nuestro Abogado, para defender a Josué, que estaba siendo acusado por Satanás ante Dios (cp. Ap. 12:10; 1 Jn. 2:1–2). Es indudablemente también el «ángel fuerte» de Apocalipsis (Ap. 10:1–3).