ABISMO

ABISMO. Griego, abyssos = «sin fondo». Término usado en la versión de los LXX para traducir la palabra hebrea que significa «hondura». En el Antiguo Testamento significa el mar universal que envolvía todo lo existente, cielo y tierra. En el segundo día Dios separa las aguas que estaban sobre el firmamento, de las que estaban debajo. A estas aguas se referirá en adelante la palabra «abismo» (Gn. 1:2; Dt. 33:13; Sal. 104:6).

Concepción del cosmos y del abismo según los pueblos semitas antiguos.

En el NT aparece especialmente en Apocalipsis, donde vemos que el abismo es el lugar donde los poderes satánicos están encerrados; su castigo será posteriormente, en el lago de fuego (Ap. 9:1, 2; 20:10). Es de Apocalipsis 9:1–11 que se ve que una estrella caída del cielo recibe las llaves del abismo, surgiendo una espesa tiniebla moral al ser abierto, y surgiendo de ella agentes destructores: Abadón (en hebreo), o Apolión (en griego), el destructor, es su rey. El futuro imperio romano es representado como una bestia que surge del abismo (Ap. 11:7; 17:8). Durante el Milenio, Satanás será confinado en el abismo, quedando imposibilitado totalmente de engañar y actuar (Ap. 20:1, 3). En Lc. 8:31, los demonios le ruegan a Cristo que no los arroje al abismo; en Ro. 10:7 aparece en contraste a los cielos.

(del griego abyssos, sin fondo). Término con que la LXX traduce la palabra hebrea que denota océano inicial (Gn 1:2), aguas abismales (Sal 42:8) y mundo de los muertos (Sal 71:20).
En el Antiguo Testamento expresa el concepto antiguo del océano, una vasta masa de agua sobre la que flotaba el mundo (Gn 1:2; 7:11) y alude a un elemento del caos primitivo (Job 28:14).
En el Nuevo Testamento se presenta como morada o calabozo de los demonios (Lc 8:31; Ap 9:1ss; 11:7; 17:8; 20:1–3) y lugar de los muertos (Ro 10:7; → SEOL).